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Pasó el 23 de abril, con una fiesta popular en Villalar de los Comuneros que con 25.000 asistentes superó con nota una prueba más ... de resistencia, lo que habrá provocado más de un disgusto en despachos de postín. Como cada año, en estas últimas ediciones. El Día de Castilla y León discurre silenciado, entre el Día del Libro y el Sant Jordi catalán, con la publicidad del intercambio de rosas y obras de novela o poesía. Hasta Aragón, comunidad que comparte festivo con nosotros, suele hacerse más hueco que Castilla y León en las migajas de informativos nacionales.
De eso, de mirar y pensar en pequeño, son responsables quienes están al frente de las instituciones y deberían defender lo que el 23 de abril y Villalar de los Comuneros supone de símbolo de defensa de derechos cívicos y libertades, en lugar de empeñarse en lo contrario. Con maniobras de zapa organizativa y asfixia económica que se ejecutan, además, desde una posición de poder y que focalizan en un municipio de 490 habitantes.
¿Tiene un Ayuntamiento como el de Villalar de los Comuneros que hacerse responsable de mantener viva la llama del Día de la Comunidad? La respuesta es no. Deberían hacerlo, y con potencia, las Cortes y/o la Junta. ¿Porque les guste a sus presidentes el programa festivo o disfrutar de un bocata o una tortilla con los amigos en la campa? La respuesta vuelve a ser no, porque es indiferente si esos políticos se pirran por ir el 23 de abril a Villalar o les repatea. La respuesta es que el Estatuto de Autonomía les obliga a cuidar la fiesta popular en la villa comunera.
«Si en Villalar (23 de abril de 1521) la suerte de las armas fue adversa a los Comuneros, no ocurrió así con sus ideales, que pueden ser considerados precursores de las grandes revoluciones liberales europeas. Como homenaje a ese movimiento el 23 de abril es hoy la fiesta oficial de la Comunidad Autónoma», recoge textualmente el Estatuto de Autonomía, que debería ser para un político autonómico lo que los Santos Evangelios para un obispo de la Iglesia. Texto venerado.
Villalar ofrece cada 23 de abril normalidad ciudadana y pide a gritos normalidad política, que puede que sea mucho pedir entre dirigentes que cobran una nómina desahogada gracias a ese Estatuto de Autonomía y que lo mismo tiran de ocurrencia despectiva con Villalar, que convocan para ese mismo 23 de abril carreras solidarias por doce ciudades. Con intención o sin ella, termina contraprogramando quien debería cuidar lo que el legado comunero simboliza.
El 23 de abril se ha celebrado en Villalar 'a pesar de'. A pesar de las Cortes, bajo presidencia de Vox, que tras apartarse de hacer la programación y de pagar para adecuar los aparcamientos en ediciones anteriores, en esta ha culminado la rajada total, dejando en el aire la elaboración y financiación del plan de seguridad.
La Junta echó un capote en esa tarea al Ayuntamiento, pero su aportación final al festivo en la villa está a años luz del dineral que se ha gastado este año en doce conciertos la víspera en doce ciudades de Castilla y León. Y luego están las carreras del 23. ¿No se podrían haber organizado un domingo antes o después? Y ya el colofón es que ni el presidente de la Junta, de luto institucional por la muerte del Papa Francisco, ni cargo alguno con nómina pública del PP se acercara a Villalar este año.
Ha sido un Villalar 'a pesar de' y gracias al empeño de su alcalde, Luis Alonso Laguna, que gasta una paciencia infinita. Que no decaiga.
Si en Cataluña, Valencia o Andalucía pudieran echar una soga al monolito donde fueron decapitados Padilla, Bravo y Maldonado y arrastrarlo a pulso hasta el Penedés, la Albufera o el otro lado de Despeñaperros nos enteraríamos de lo que es aprovechar la celebración de Villalar de los Comuneros cada 23 de abril. Pero esto es Castilla y León. Nueve provincias, más que una comunidad. Demasiado bien nos va.
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