Vida de barrio
San Nicolás, la zona donde se mudan cada vez más jóvenes: «Es tranquilo y está cerca del centro»Los vecinos también destacan de este histórico barrio de Valladolid la conservación de un valioso legado arquitectónico y religioso
El barrio de San Nicolás, uno de los más pequeños que conforman la capital del Pisuerga, surgió como un arrabal formado por modestas viviendas habitadas ... originariamente por población del pueblo llano -en un inicio por judío- y posteriormente por familias cristianas de escasos recursos.
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Se encontraba fuera del núcleo noble y religioso del medievo, rodeado principalmente de tapias y huertas que lo mantenían alejado del centro urbano más consolidado. Esto le otorgaba por aquel entonces al enclave cierto carácter periférico y silencioso. Sin embargo, durante la Baja Edad Media, San Nicolás cobró mayor relevancia como núcleo clave del incipiente crecimiento urbano. Hacia el año 1080, por la misma época en que el Cid fue desterrado, se construyó el Puente Mayor, vía principal por donde llegaban mercaderías y viajeros que atravesaban precisamente este barrio.
En 1412, tras ser expulsados del centro, los judíos vallisoletanos se reubicaron en esta zona tras arrendar terrenos del convento de San Pablo, dando paso allí a la segunda aljama vallisoletana hasta 1492.
Y si por algo se caracteriza este histórico barrio es por conservar un valioso legado arquitectónico y religioso. A comienzos del siglo XIII ya existía una pequeña ermita o iglesia románica junto al Puente Mayor, promovida por el conde Pedro Ansúrez. Esta iglesia fue reformada en el siglo XVI por iniciativa de doña María Sanz de Salcedo, incluyendo la construcción de conventos adyacentes, como uno jerónimo en 1591. Durante la Guerra de la Independencia, la iglesia y el monasterio fueron desmantelados y transformados en fuerte militar, lo que motivó en 1837 el traslado de la parroquia de San Nicolás al edificio que hoy conocemos, ubicado en la plaza de la Trinidad.
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Actualmente, el antiguo palacio de los Condes de Benavente, integrado en la plaza de la Trinidad, acoge la mayor biblioteca pública de Valladolid, enlazando cultura, historia y vida académica. El barrio conserva el dinamismo de antaño; durante épocas de exámenes, especialmente, es frecuentado masivamente por estudiantes, quienes se mezclan con los vecinos y dan vida a sus calles históricas.
Quien se acerca a trabajar aquí lo nota pronto. Elvin Gómez lleva apenas unos meses en la que es la cafetería más emblemática de la zona, el Erchus. En tan poco tiempo ya conoce a las personas que entran cada día como a la palma de su mano. «Siempre vienen los mismos, gente amable, agradecida, que te hace sentir parte del barrio. A veces incluso te traen un plato para compartir. Esa cercanía no se encuentra en todas partes» asegura emocionado.
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«Siempre vienen los mismos, gente amable, agradecida, que te hace sentir parte del barrio»
Elvin Gómez
Camarero del Erchus
Las palabras de este joven camarero reflejan ese espíritu vecinal que define a San Nicolás, donde el trato con el comercio, más que una transacción es una relación de confianza y reconocimiento mutuo.
Esa misma familiaridad la perciben quienes, sin ser del barrio, lo cruzan a menudo. Nerea Lera, que trabaja al otro lado del río, asegura que cada semana atraviesa sus calles camino al centro. Aunque no vive allí, este barrio forma parte de su paseo diario. Para ella, San Nicolás es «un lugar cómodo, tranquilo, con gente amable y con la huella de los negocios de toda la vida».
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«Se echan en falta algunos negocios que antes estaban abiertos, porque cada vez quedan menos»
Nera Lera
Vecina del barrio
Aunque eso sí, reconoce que el comercio ha cambiado y que muchos locales han ido cerrando con el tiempo, arrastrados por el empuje de los grandes centros comerciales. «Se echan en falta algunos negocios que antes estaban abiertos, porque cada vez quedan menos». Pero lo que mantiene al barrio vivo es la gente, sobre todo por las tardes, cuando se llenan las terrazas y «se crea un ambiente agradable».
Como ya se ha mencionado antes, entre esos negocios de los que habla Nerea, uno destaca por encima de los demás, el Erchus. La churrería, nombrada por todos los vecinos entrevistados, se ha convertido en un verdadero punto de encuentro.
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Es el lugar donde se empieza el día con un café y unos churros, pero también donde se alargan las conversaciones, donde los clientes son habituales y donde la barra sirve de excusa para cruzarse con conocidos. Para Jorge Luis, que llegó al barrio hace apenas unos meses desde Perú, este local es directamente «la estrella del barrio». Y lo dice con la tranquilidad de quien ha encontrado en San Nicolás un lugar en el que se respira calma. «Aquí nadie se mete contigo. Una o dos de la madrugada y vuelves tranquilo a casa. Eso es lo que más valoramos, la tranquilidad».
«Aquí nadie se mete contigo. Una o dos de la madrugada y vuelves tranquilo a casa. Eso es lo que más valoramos, la tranquilidad»
Jorge Luis
Vecino del barrio
No obstante, también hay detalles mejorables. Jorge Luis señala que, a veces, la basura se acumula más de lo que debería, aunque deja claro que el servicio de recogida lo soluciona rápido. Es un matiz dentro de un balance en el que lo que más resalta es la paz de sus calles.
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Aunque quien mejor puede hablar de los cambios del barrio es Vitorio Moreda, un comerciante que lleva una tienda de animales en San Nicolás desde 1987. Ha visto cómo el barrio envejecía, cómo otros muchos vecinos se iban y también, cómo en los últimos años algo ha llegado una gran oleada de gente joven.
«Creo que buscan pisos céntricos, porque fuera tienes que desplazarte mucho y el gasto de gasolina se nota. Aquí estás cerca de todo, y eso atrae». Su mirada, sin embargo, no es complaciente. Este veterano comerciante denuncia la ausencia de un centro cívico o de un espacio para mayores, que sí existen en barrios cercanos como La Victoria, pero que San Nicolás sigue reclamando.
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«Necesitamos un centro cívico, llevamos años pidiéndolo»
Vitorio Moreda
Tienda de mascotas
A pesar de las dificultades, ha mantenido su negocio abierto durante más de tres décadas. Dice que el secreto está en «ofrecer precios asequibles y un servicio cercano, en cuidar al cliente hasta convertirlo en parte de la familia». Porque en este barrio, más que en otros, el comercio todavía funciona como un lugar de relación social, donde se conversa, se comparte y se sostiene una red de vecindad que sobrevive a los cambios del tiempo.
San Nicolás no aparece en las primeras páginas de las guías turísticas ni en las rutas culturales, pero quienes lo conocen lo describen como un espacio donde la vida discurre tranquila. Un barrio en el que todavía se reconocen las caras por la calle y donde las terrazas se llenan de conversación. Un lugar que combina cercanía al centro con un aire de pueblo dentro de la ciudad, donde los nuevos vecinos encuentran calma y los comerciantes de toda la vida mantienen la memoria.
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