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Vecinos y comerciantes del barrio de San Juan. Rodrigo Ucero

Vida de barrio

San Juan, un barrio que mantiene viva su historia: «Lo conocí con casas bajas y tiendas pequeñas»

Aunque los siglos y las reformas urbanas han borrado buena parte de su huella medieval, la zona conserva fragmentos de ese pasado en forma de arquitectura, recuerdos y leyendas

Viernes, 1 de agosto 2025, 07:24

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Son dos las plazas que hay en Valladolid que dan nombre a sus respectivos barrios. Uno de ellos es Vadillos, visitado ya en esta sección. El otro es también un histórico de la ciudad. Hablamos del Barrio de San Juan. Su origen se remonta a la Edad Media, cuando el convento de San Juan de los Templarios y su iglesia dieron nombre y sentido a una zona que formaba parte del perímetro amurallado de la villa. Muy cerca del monasterio de las Huelgas Reales y de la iglesia de la Magdalena, este núcleo inicial fue testigo del crecimiento de la ciudad y del pulso de la vida religiosa, que durante siglos marcó el ritmo de sus calles.

Aunque los siglos y las reformas urbanas han borrado buena parte de su huella medieval, el barrio de San Juan conserva fragmentos de ese pasado en forma de arquitectura, recuerdos y leyendas. La iglesia de San Juan Bautista, reedificada en 1932 sobre los restos del templo original demolido en el siglo XIX, es aún un referente visual y espiritual del barrio. Con trazas que aún evocan el románico y el mudéjar, se erige como símbolo de una comunidad que ha sabido reinventarse sin renunciar a su alma.

La revolución industrial también dejó su impronta en estas calles. A lo largo del siglo XIX y buena parte del XX, San Juan se convirtió en un barrio obrero ligado a la pujanza de pequeñas fábricas y talleres, entre los que destacaban cerveceras como Cruz Blanca, Gambrinus o Santa Lucía. En torno a estas industrias se fueron agrupando familias trabajadoras que levantaron viviendas humildes, dando lugar a una trama urbana densa y viva. Aún hoy, algunos de esos vestigios industriales se mantienen en pie, como la histórica bodega Sanzoles, en la que se recuerda que aquí también se elaboró vino mucho antes de que las grandes denominaciones dominaran el mapa vinícola.

1) Plaza de San Juan en los años 80. 2) La plaza remodelada en 1998. Archivo municipal de Valladolid

Con el paso del tiempo, San Juan ha sido un barrio que se ha resistido al olvido. Gracias al empeño de asociaciones vecinales y culturales, el patrimonio histórico ha comenzado a cobrar protagonismo.

Ejemplo de ello es la recuperación de la arquería del antiguo convento de la Merced, rescatada por la tenacidad de un vecino e integrada en la actual plaza de San Juan. Colectivos como la Asociación Cultural Bailarín Vicente Escudero -nombre del ilustre artista nacido en el barrio- mantienen viva la memoria del lugar con visitas guiadas, publicaciones y eventos que reivindican la identidad única de este pedazo de historia viva en el corazón de Valladolid.

Tiendas que conocen los gustos de quienes entran, y con recuerdos que han ido creciendo al ritmo de los edificios son señas de identidad de esta zona. Fernando Vicente Torre de la tienda 'Bodegas Sonzoles' es uno de esos pilares silenciosos que ha visto pasar generaciones desde detrás de su mostrador.

«Convivimos todos bien, hay gente de todo tipo y nacionalidades. El ambiente sigue siendo familiar»

Fernando Vicente Torre, Bodegas Sanzoles

«Llevo aquí más de 60 años, en este punto exacto, desde el año 1964», dice con orgullo mientras señala su tienda. Pero su historia con el barrio es aún más larga. Su primera ubicación, allá por 1929, estaba en la calle Santa Lucía, justo enfrente del antiguo tráfico. «Ahí vivían mis abuelos, aunque yo me he criado por esta zona, mi vida está aquí», comenta emocionado.

Fernando Vicente Torre, Bodegas Sanzoles. Rodrigo Ucero

Fernando ha sido testigo del cambio, pero también de la permanencia de lo esencial. «Aquí hay clientes de cercanía y otros que vienen porque nos han conocido últimamente por internet, por las nuevas tecnologías». En definitiva, este veterano comerciante tiene claro que la esencia del negocio local permanece, pero eso sí, adaptándose a los nuevos tiempos y sin perder su alma.

«Algunas reformas como las del parque hacen que el barrio pierda su esencia»

Hugo Arranz

Vecino del barrio

«Convivimos todos bien, hay gente de todo tipo y nacionalidades. El ambiente sigue siendo familiar», dice mientras recomienda con una sonrisa un vino tinto para una buena sangría en verano.

Pero San Juan no se entiende solo desde sus escaparates. En sus plazas también se construyen memorias. Hugo Arranz, un joven ciclista que ha vivido toda su infancia y adolescencia en San Juan, guarda un cariño especial al barrio, sobre todo a su famosa plaza.

«De pequeño venía a la plaza de San Juan a jugar con mis primos. Mis abuelos vivían aquí al lado», nos cuenta con nostalgia. Aunque aprecia la tranquilidad actual del barrio, admite que echa en falta el parque de antes el de su infancia, donde iban todos los niños a la salida del colegio, con esa esencia que -dice- se ha perdido un poco tras la reforma.

«Antes eran casas bajas, con tiendecitas. Ahora hay edificios más altos, está todo muy bien hecho y muy bien comunicado con el centro»

Ana López

Vecina del barrio

Y luego está Ana López, que conoce San Juan como quien conoce los rincones de su casa. «He nacido aquí, en la calle Cardenal Mendoza», dice con la familiaridad de quien no necesita mapa para orientarse.

Ana López, vecina del barrio. Rodrigo Ucero

Para ella, el cambio ha sido notable y positivo. «Antes eran casas bajas, con tiendecitas. Ahora hay edificios más altos, está todo muy bien hecho y muy bien comunicado con el centro». Aunque no encuentra nada que eche especialmente en falta, destaca la transformación urbanística como símbolo del progreso del barrio.

San Juan es así: un cruce entre la tradición y el presente, entre los recuerdos de una plaza y las nuevas fachadas que miran al futuro. Es un barrio que evoluciona, pero no olvida. Donde los nombres propios importan, donde una botella de vino no es solo un producto, sino parte de la vida diaria. Donde el parque reformado y la tienda centenaria conviven como lo hacen sus vecinos: con respeto, memoria y una calidez difícil de encontrar en otro lugar.

La próxima semana

Nos vamos al centro neurálgico del barrio de La Pilarica.

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