Vida de Barrio
San Pedro Regalado alza la voz: «Hay espacios mal aprovechados y el Ayuntamiento nos tiene olvidados»Lejos de rendirse al paso del tiempo, la zona renace con nuevos vecinos, comercios reinventados y su incansable lucha de espíritu obrera
El barrio de San Pedro Regalado, ubicado al noroeste de Valladolid, nació en los años 50 como iniciativa social impulsada desde la Acción Católica del Arzobispado local, con el sacerdote Marcelo González al frente. En sus inicios ofreció viviendas básicas y una escuela para cerca de 1.000 familias trabajadoras (actualmente cuenta con aproximadamente 3.000 vecinos gracias al impulso de la urbanización Los Viveros) y se extendió poco a poco hasta superar las 500 viviendas en 1961. Junto a ellas se desarrollaron espacios educativos como guarderías, colegios o institutos, dando así forma a un núcleo con identidad propia.
Desde entonces, el barrio ha crecido y diversificado su carácter. El tejido social se amplió y hoy conviven vecinos de distintos perfiles que refuerza su integración urbana y su vitalidad cotidiana. La expansión también transformó su entorno con parques -como el de La Campiña- zonas deportivas, centros vecinales y comerciales, lo que hace que actualmente se trate de un área moderna donde prima la calidad del espacio urbano.
San Pedro Regalado limita al sur con la avenida Santander, que lo separa del Barrio España. Mientras el primero se proyectaba con servicios y una trama ordenada, el barrio vecino fue durante años una zona de infravivienda sin agua ni infraestructuras. Esa disparidad motivó campañas de mejora urbana en los 90, y gracias a esta iniciativa equilibró calidades y apoyó la rehabilitación y consolidación residencial de ambas zonas.
Cada 13 de mayo, la barriada se llena de vida en honor al patrón de Valladolid, quien da nombre a este humilde barrio, con paellas, música, teatro, discomovidas, actividades infantiles, deportes y procesiones desde la Plaza del Salvador. Un ambiente vecinal único y un barrio que, quien lo visita por primera vez, podría pensar que se trata de una zona independiente de la ciudad debido a su estructura y forma de vida.
Basta con dar uno pasos por la zona para comprender que San Pedro Regalado no es solo un nombre en el mapa de la ciudad. Es memoria, resistencia y comunidad. Es ese lugar donde los vecinos se conocen «hasta las entretelas» y donde, a pesar del olvido institucional, sigue latiendo con fuerza el alma obrera que lo forjó.
«Hay espacios mal aprovechados y el Ayuntamiento nos tiene un poquito olvidados»
Félix Mesiego
Vecino y exvicepresidente de la asociación de vecinos
Félix Mesiego, exvicepresidente de la asociación de vecinos y que ha vivido 62 años entre sus calles, lo resume con sabiduría. «Aquí hubo un momento que éramos 600 vecinos, con una media de cuatro hijos por familia. Te puedes imaginar lo que era esto… lleno de vida, de colegios, de niños por todos lados» recuerda con cierta nostalgia.
Hoy, muchos de aquellos niños «han volado», y por ende el barrio ha envejecido. Pero lejos de rendirse, San Pedro Regalado se reinventa. La llegada de nuevas familias, especialmente en la zona de Los Viveros, la más moderna de este barrio y que cuenta con amplias comunidades de vecinos, ha devuelto una chispa de juventud a las aceras de toda la vida. «Ahora ya no hay tantas casas vacías. Se empieza a ver movimiento, más animación. Y eso se nota», cuenta Félix con una mezcla de esperanza y orgullo.
Además de destacar los cambios que ha experimentado el barrio, este veterano vecino tiene bien anotados en su cabeza qué aspectos deben mejorar en la zona donde el ayuntamiento debe entrar en juego. «Desde que estuve en la asociación he notado que faltan aparcamientos, hay espacios mal aprovechados y el Ayuntamiento nos tiene un poquito olvidados». Indignado, señala las calles que rodean al Bar El Cafelito, donde va todas las mañanas para reunirse con su cuadrilla, y apostilla que «las aceras están llenas de hierbas, hay muchos árboles sin podar y resulta incómodo pasear por algunas zonas».
«Yo descanso solo diez días al año, el resto lo dedico a mi tienda y a mis clientes, que son mi familia»
José María Martín
Alimentación José Mari
Y si algo caracteriza a este barrio es su fuerza. José María o José Mari, como todos le llaman, lo tiene claro. Lleva toda la vida en el barrio, desde que tenía siete años. Trabaja en alimentación José Mari, heredado de su padre, una clásica frutería que se ha reinventado y que alimenta la zona desde sus orígenes. Para él, San Pedro es un modelo de barrio. Rechaza con firmeza las etiquetas del pasado y defiende con orgullo lo suyo. «Aquí se vive de maravilla. Esto es como un pueblo, nos conocemos todos, hasta el alma» asegura mientras se ríe.
Eso sí, también él ve cómo ha cambiado la clientela con el paso de los años. El comercio local resiste como buenamente puede, pero los gigantes como Mercadona y Carrefour, dos supermercados muy cercanos al barrio, han transformado los hábitos. «Antes la gente mayor venía todos los días a comprar, ahora hay que adaptarse a otra forma de hacer las cosas» explica.
«Yo abro hasta el 24 y 25 de diciembre casi todo el día porque la gente de aquí me conoce y si necesitan algo de última hora yo les hago el favor, eso en ningún gran supermercado lo verás» comenta orgulloso por su fuerza de voluntad para levantar su pequeño negocio que cada vez se ve más asfixiado por las grandes compañías.
«Es un barrio revitalizado. Tiene bares agradables, buen ambiente, y la fama que tenía antes ya no es cierta»
Chus Barriento y Azucena Espinilla
Vecinas del barrio
Chus Barrientos y Azucena Espinilla, vecinas activas del barrio, ponen el foco en el presente. Ellas destacan el ambiente acogedor y la nueva vida que aportan las parejas jóvenes. «Es un barrio revitalizado. Tiene bares agradables, buen ambiente, y la fama que tenía antes ya no es cierta», comenta Chus que vive en Barrio España, justo en frente de San Pedro, y se conoce la zona de sobra.
Y su buena amiga Azucena va mucho más allá. «Aquí vienes dos días y ya te acogen como si fueras de la familia. A mí me encantaría tener una casa aquí. ¡Y mira que son caras!» bromea mientras se dirigen el bar La Bodeguilla, otro clásico del barrio donde decenas de vecinos se ven a diario.
No obstante, antes de marcharse, ambas vecinas recuerdan las antiguas fiestas populares que aquí se celebraban cada 13 de mayo por San Pedro, donde se respiraba esa hermandad entre vecinos de este pequeño universo urbano que se comporta como un pueblo. «Antes se decoraban las calles, se daban premios, había sardinadas y paelladas... ahora, la gente joven ya no tiene tiempo, aún se celebran pero han perdido su esencia», afirman entre risas y café.
San Pedro Regalado pide paso, pero también pide respeto. Ha demostrado que sabe renacer, pero necesita que lo cuiden, que lo escuchen, que lo incluyan en los planes de ciudad. Sus vecinos no piden lujos, piden lo justo: limpieza, poda, mantenimiento, oportunidades para su comercio local...
Porque quien conoce San Pedro, se queda. No por casualidad, sino porque, como dicen sus vecinos, «aquí se vive como en ningún otro sitio de Valladolid».
La próxima semana
Visitamos el Barrio del Hospital, caracterizado por una convivencia intergeneracional que se encuentra entre el ambiente universitario y el extenso barrio de La Rondilla
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