

Vida de barrio
La Farola lucha por salvar su comercio local: «Cada tienda que cierra es una herida al barrio»En sus inicios estaba compuesto por casas molineras habitadas principalmente por trabajadores del ferrocarril y del antiguo matadero municipal
Situado en la zona sur de Valladolid próximo al paseo de Zorrilla, los orígenes del barrio de La Farola se remontan a finales del siglo XIX. Por aquellos tiempos la zona estaba compuesta por casas molineras, las cuales fueron habitadas principalmente por trabajadores del ferrocarril y del antiguo matadero municipal. De hecho, estas casas fueron construidas por muchos de estos obreros ante la demanda de suelo y vivienda, pues se produjo la llegada de miles de inmigrantes que venían a trabajar tanto en él como en otras industrias subsidiarias.
Con el paso del tiempo, especialmente durante las décadas de 1960 y 1970, el barrio experimentó una transformación urbanística, pues pasó de construcciones unifamiliares a bloques de viviendas, muchos de ellos vinculados a promociones militares. Este cambio produjo una mezcla de estilos arquitectónicos en el barrio que le da hoy una imagen diversa y peculiar, visible incluso desde el tren al entrar en la ciudad.

En cuanto a su evolución, actualmente cuenta con una excelente comunicación con el resto de Valladolid, ya que además de estar carca del paseo Zorrilla, cuenta con numerosas líneas de bus que se mueven por practicamente toda la ciudad. Además, en 2023 se amplió la zona 'ORA' (aparcamiento regulado), donde se creó la Zona 11, que da prioridad a los residentes y facilita el uso de zonas disuasorias para aparcar.
La Farola es un barrio que, a simple vista, parece un lugar común y corriente. Calles tranquilas, comercios clásicos y una comunidad pequeña pero sólida. Sin embargo, al adentrarnos en sus rincones y escuchar a sus vecinos, descubrimos una realidad compleja, llena de orgullo por lo que son y preocupaciones por lo que están perdiendo.
«Hay muchos bares y espacios para reunirse con amigos y familiares»
Rómulo Pereira
Vecino de La Farola

Rómulo Pereira, un vecino que lleva cinco años viviendo en esta zona de Valladolid, destaca por encima de todo la comodidad que ofrece La Farola. «Tienes todos los servicios que puedas necesitar, restaurantes, pequeñas tiendas y buenas líneas de bus», asegura con convicción. Para él, el barrio es un lugar donde «se puede hacer vida» -asiente con sonrisa- y argumenta que aquí, «hay muchos bares y espacios para reunirse con amigos y familiares». Rómulo menciona sus rincones favoritos, el restaurante de la sala Lava -justo viene ahí de comer- y el Jockey, pues son para él puntos de encuentro que aún mantienen viva la esencia de barrio.
Sin embargo, su mirada se limita a lo cotidiano, al presente inmediato, y quizás no percibe la evolución y los cambios profundos que otros vecinos más veteranos sí han vivido.
Rubén Armesto, por ejemplo, representa a una generación que lleva casi medio siglo trabajando y viviendo en La Farola con su cuchillería. Su experiencia revela un barrio en transformación, donde el comercio tradicional pequeño ha perdido fuerza frente a las grandes cadenas y nuevas formas de consumo. «El comercio local está cada vez un poco a la baja, yo cuando veo que cierra una tienda con cierta historia siento que es una herida para el barrio», reconoce con tristeza.
«El comercio local está cada vez un poco a la baja»
Rubén Armesto
Cuchillería Antonio

Sin embargo, su tienda, especializada en artículos como espadas de Toledo o navajas de Albacete, sigue en pie gracias a la calidad y dedicación tanto suya como de su padre Antonio. Para este veterano comerciante, el barrio es ya su familia. «Después de tantos años, te conoces a todo el mundo, hay un buen ambiente, ya sabes muchas veces lo que te van a pedir según entras por la tienda» afirma con una agradable sonrisa. No obstante, también deja entrever que la vitalidad del barrio podría estar en peligro si no se apuesta por mantener viva la esencia del pequeño comercio, ese que hace que los barrios se mantengan activos a pesar del inexorable paso del tiempo.
Tras un caluroso paseo, nos acercamos hasta el bar que anteriormente Rómulo ha recomendado a todo aquel que quiera vistar La Farola. Nicolás Castrodeza lleva 38 años en el barrio, es quizás quien mejor resume el sentir de muchos vecinos de La Farola. Él ha visto cómo la zona cambió de ritmo, pues pasó de ser un lugar bullicioso y lleno de vida nocturna, donde las «cuadrillas» llenaban las calles, a una zona casi silenciosa al caer la noche.
«Antes había más ambiente, ahora es distinto, la gente joven prefiere hacer otros planes fuera del barrio»
Nicolás Castrodeza
Bar Jockey

«Antes había más ambiente, ahora es distinto, más selectivo, y la gente joven prefiere hacer otros planes fuera del barrio», explica. Para darno una idea del cambio de mentalidad de los vecinos, Nicolás compara su ritmo de trabajo actual con el de hace dos décadas. «Nosotros hace 20 años no terminábamos el servicio hasta las dos de la mañana, ahora como mucho nos quedamos hasta las once y da gracias» apostilla.
Y esto es un cambio que no es solo cuestión de gustos, sino también una consecuencia de decisiones urbanísticas que han afectado directamente al barrio.
Uno de los mayores problemas señalados por este veterano hostelero es la eliminación del paso de nivel, una vía fundamental que conectaba La Farola con el resto de la ciudad de manera directa. Desde que fue cortada, el barrio quedó «encajonado», dependiendo de rutas alternativas más largas y menos accesibles. Esta situación ha contribuido a la pérdida de actividad y vitalidad, que dificulta que personas de otras zonas se acerquen hasta el barrio, lo que se resume en un ambiente mucho más discreto y parado.
A pesar de estos desafíos, La Farola conserva su identidad, basada en la convivencia cercana, la solidaridad vecinal y el amor por un lugar que muchos consideran su hogar desde hace décadas. Sus calles, aunque menos animadas que en el pasado, aún reflejan el carácter de una comunidad que no quiere desaparecer ni ser olvidada.
Este barrio reclama atención, inversiones y políticas que fomenten su desarrollo sin perder lo que lo hace único: su gente, sus comercios familiares y sus espacios de encuentro. La Farola es un ejemplo de cómo un barrio puede resistir los embates del tiempo y la modernidad, pero también un llamado a no dejar que se desvanezca su historia y su esencia.
Y la próxima semana...
Recorreremos el pequeño barrio de San Miguel.
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