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Cuando Rocío Arroyo Sanz (Madrid, 1973), biocientífica molecular especializada en la prevención contra el cáncer, decidió emprender hace dos décadas, puso sus ojos en Valladolid ... para fundar la empresa que le ha llevado a cosechar grandes éxitos profesionales, Amadix. Su labor como investigadora en la prevención del cáncer mediante el estudio de la genética le ha valido el reconocimiento de la Unión Europea en 2023 a las Mujeres Innovadoras en el ámbito de la investigacion, que distingue los inventos pioneros, en su caso, un test de detección temprana del cáncer con una muestra de sangre. Su nombre apareció también en 2022 en la Lista Forbes que reconoce a las mujeres capaces de cambiar el mundo por su talento y liderazgo.
Una decisión ya lejana y una influencia que le han valido la invitación del Ayuntamiento de Valladolid para la lectura del manifiesto institucional del 8M, que se producirá en un acto en el Consistorio que tendrá lugar en la mañana de la jornada previa, este viernes. «Me hace mucha ilusión ponernos a reflexionar sobre el papel de la mujer en la historia, pero sobre todo en el ámbito de la biotecnología y la ciencia que es mi campo», confiesa, como adelanto de un discurso que será a su vez un homenaje a mujeres pioneras en su campo, que con «determinación y perseverancia» han conseguido avances importantes pese a que lo han tenido «complicado».
Al hablar de sus referentes, el primer nombre que se le viene a la mente es el de Margarita Salas, «una investigadora de bioquímica y biología molecular de nuestro tiempo» que, detalla Arroyo, tiene entre sus hitos científicos ser la descubridora de «una polimerasa que se utiliza mucho aún en el estudio del ADN», pese a que no lo tuvo fácil. «Ella misma reconocía que no la consideraban capacitada para lo que hacía». Echando la vista aún más atrás señala a «la física Maria Curie», pionera en el ámbito de la radioactividad, que «tuvo que estudiar a escondidas».
Arroyo agradece que sus antepasadas hayan «allanado el camino», ya que calcula que «en el ámbito de la salud y de la biotecnología» las mujeres representan un porcentaje «cercano al 60%». Aunque lamenta que no se traduzca aún en una presencia en los puestos dirección: «En la parte emprendedora solo un 25% de las compañías están lideradas por mujeres». En panorama en el ámbito de la investigación no difiere: «En torno a la mitad de publicaciones científicas las firman investigadoras pero solo un 20% figuran como autoras principales, que es quien el estudio», señala, apoyándose en los datos de un informe del CSIC.
Por eso explica orgullosa que en Amadix, su empresa, intentan «facilitar una estructura para que las mujeres», que asumen más carga de cuidados y responsabilidades domésticas «tengan acceso a puestos de responsabilidad». Una apuesta que pasa por favorecer la conciliación mediante «horarios flexibles y parte de teletrabajo». «Aquí somos unas 35% personas y el 80% son mujeres. Todas las directoras son mujeres«, presume, a la vez que concede que aún queda camino que recorrer para alcanzar la paridad en el Consejo de Administración.
Habiendo roto el techo de cristal sus retos pasan por continuar cambiando las cosas, «alargar pronosticos e intentar que vivamos más años». Con la medicina de precisión ya en una fase más avanzada sus proyectos más inmediatos pasan por «llegar a los hospitales con productos para tratar el cáncer de pulmón y de páncreas», en una apuesta decidida por la internacionalización: «En los próximos meses vamos a abrir en Estados Unidos, queremos llevar la detección temprana a otros países del mundo».
Fueron los «vínculos con investigadores y hospitales» los que llevaron a esta madrileña a considerar la ciudad del Pisuerga como un «buen lugar desde el punto de vista científico» para comenzar un proyecto pionero que perseguía introducir la medicina de precisión en los hospitales cuando la detección temprana era «muy complicada». Sus estudios e investigación universitaria de la farmacología y su paso por una multinacional en la que abordó el cáncer hederitario, le descubrieron su pasión por la biología molecular y su utilidad para la prevención oncológica. Una labor compleja que resume de manera sencilla: «Trabajamos para detectar señales biológicas de la enfermedad para intentar adelantarnos y predecir el riesgo». Algo que le aporta una gran «satisfacción» cuando la investigación se traduce en un médico que le dice «que ha evitado una lesión cancerosa que ya no va a reproducirse».
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