«Se lió a puñetazo limpio y casi me mata por conseguir un móvil viejo»
Con la cara desfigurada y un coágulo en el cerebro, el hombre que sufrió una brutal paliza a las puertas del Clínico exige Justicia y que el agresor «lo pague»
La muerte dio el pasado martes una tregua a Florencio, vallisoletano de 49 años, esposo y fontanero de profesión. No era su hora, pese a ... que ese día quedará marcado de por vida en el calendario de su biografía. «Me podía haber matado», suelta a bocajarro, con la cara cosida (literalmente) a golpes. Está sentado en una luminosa habitación de la quinta planta del Hospital Clínico. Pensativo. Tranquilo y reposado. Los movimientos bruscos están prohibidos por orden médica a costa de un coágulo en el cerebro que aún no se ha disuelto y que mantiene activo el riesgo de poder empeorar. Son las secuelas de un derrame cerebral que le mandó a la UVI nada más entrar en las urgencias hospitalarias con la cara y el cuerpo completamente ensangrentados. «Aún no sé ni cómo pude llegar, me dio la paliza a escasos metros del hospital, de la rampa de acceso, pero en esos momentos la vi imposible. Di la vuelta y llegué a Urgencias. Y allí, nada más verme, se movilizó todo el mundo», añade.
Florencio G. G. pone nombre y siglas a la última víctima de un agresor que en los últimos cuatro meses tuvo en jaque a la Policía Nacional. Y puso cara, sin «lugar a dudas», a un joven que le destrozó el rostro y el alma en una brutal paliza que a punto estuvo de costarle la vida. «Me pusieron varias fotografías y le reconocí enseguida, me quedé con su cara perfectamente», comenta mientras visualiza en su mente el aspecto del agresor. Su testimonio fue determinante. Horas después, la Policía Nacional corroboraba sus sospechas y detenía a un joven de 21 años como presunto autor de este delito, pero también de otros cinco anteriores en los que utilizó la fuerza para lograr teléfonos móviles y dinero en efectivo. «Conmigo se lió a puñetazo limpio hasta que se cansó, y casi me mata por conseguir un móvil que encima era viejo», añade aún conmocionado.
El suyo, el sufrido por este vallisoletano de 49 años, era el último robo violento que cometía el presunto agresor, un joven que engrosaba su ficha policial con doce antecedentes por delitos diversos. Se cruzó en su camino de forma casual, cuando Florencio G. G. regresaba de acompañar a una amiga de la familia a casa, cerca del Hospital Clínico. Ni siquiera le escuchó llegar. Recibió un fuerte golpe por la espalda y cayó al suelo. «Y en el momento en que te dan por detrás ya no puedes responder, estás indefenso». Desde ese momento solo vio un puño que golpeaba una y otra vez contra su rostro, «contra el ojo izquierdo, contra la cabeza, contra el labio..., no sabía qué pasaba, no sabía cómo reaccionar, por qué hacía eso». Cuando terminó de golpearle, el joven se dirigió a él gritando y le exigió la cartera, el reloj o el móvil. Florencio G. G. llevaba entonces encima su terminal, un teléfono «normalito», adquirido hace tres o cuatro años, que el ladrón se llevó tras dejarlo noqueado. «Solo pensé que el Clínico estaba ahí al lado, que tenía que intentar llegar». Al filo de las cuatro de la madrugada accedía a Urgencias para recibir ayuda. «Afortunadamente no me golpeó en la barriga, porque estoy recién operado de una hernia y aún no han cicatrizado los puntos», apostillaba ahora, con el cuerpo dolorido por los numerosos golpes recibidos.
Tanto Florencio como su familia siguen sin entender por qué el agresor le dio la brutal paliza antes de saber si quiera si podría robarle algo. Por qué agredía de forma tan violenta para lograr después un botín mínimo. «Es inexplicable que alguien actúe así, es un peligro público y solo queremos que pague por ello», incide postrado en la cama hospitalaria, donde le espera una recuperación que aún se antoja larga.
En la Justicia confía para amortiguar los daños físicos de un rostro completamente hinchado, amoratado, con varios puntos de sutura en el ojo, la ceja, el labio, la cabeza y la nuca; varias heridas en las piernas y un coágulo en el cerebro que, de momento, le impedirá hacer vida normal. Al margen de las secuelas psicológicas que augura largas tras la brutal paliza que sufrió mientras caminaba por la calle. «Que haya Justicia, que esto no puede quedar así», incide aún conmocionado.
El Juzgado de Instrucción 3 de Valladolid, de guardia esta semana, decretó el viernes el ingreso en prisión del presunto agresor, que podría estar además implicado en otros cinco delitos de robo con violencia e intimidación ocurridos en las calles de Valladolid desde el pasado mes de abril. Florencio G. G. ya ha contratado un abogado para intentar que el autor de sus heridas «pague por ello». Las cicatrices le acompañarán de por vida, «pero al menos nadie más volverá a sufrir esto».
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