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Bernarda Díez, sentada ante su mesa camilla donde le gusta escribir. L. N.
La torreña Bernarda Díez cumple 100 años

La torreña Bernarda Díez cumple 100 años

Nacida el 13 de octubre de 1920, su localidad natal le rindió homenaje, aunque ella no pudo acudir para protegerse frente a la covid

Laura Negro

Torrelobatón

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Jueves, 15 de octubre 2020, 10:43

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«Cuanto más se vive, más se ve, más se sabe y más se aprende». Esa es la frase que más repite Bernarda Díez González a sus hijos y nietos. Una frase que siempre le ha acompañado y que ha marcado su forma de ser. Esta vallisoletana, nacida en Torrelobatón, cumplió el pasado 13 de octubre un siglo de vida, y lo hizo con la alegría que la caracteriza, aunque con la pena de no poder estar rodeada de toda su familia, debido a las circunstancias de la pandemia. Fue para ella una jornada muy emotiva en la que las llamadas telefónicas y las visitas sin cruzar el umbral de la puerta suplieron los abrazos en persona que tanto le gusta dar.

El Ayuntamiento de su pueblo natal le rindió ayer un homenaje con la entrega de una placa conmemorativa por su centenario. La recogió su hija Lucía. «Lleva sin salir de casa desde el mes de marzo. Está muy bien de salud, pero queremos protegerla lo máximo que podamos. Le encantaría poder ir al pueblo y ver a sus vecinos, pero nos da miedo que se pueda contagiar», dice su hija.

Bernarda nació el 13 de octubre de 1920 y su vida no ha sido fácil. Con tan sólo 3 años perdió a su madre de forma repentina y al bebé que ésta esperaba. Su hermana Sátur, con tan sólo 7 años, se hizo cargo de ella. Poco después, la que fuera su tía materna, Julia, se convirtió en su segunda madre al casarse con su padre, y al poco, llegarían tres hermanos más, Julia, Nieves y Nino.

En 1947 se casó con el torreño Cipriano Lorenzo y tuvieron cuatro hijos, José, Carmina, Julio y Lucía, que le han dado 8 nietos y 9 biznietos, que son su alegría. El pasado 13 de julio empezó a tachar los días en el calendario hasta su cumpleaños. «A ver si llego a los 100», comentaba hace unos días entre risas.

Una de muchas llamadas que recibió ayer, y quizá la más especial, fue la de su hermana Sátur, que está a punto de cumplir 104 años. Las dos, son las más longevas de Torrelobatón. «Me ha felicitado y me ha dicho que qué tendremos nosotras para vivir tantos años y que si pronto nos tocará ir al otro barrio. Yo la he contestado que ni hablar. Que aquí estamos muy bien cuidadas y que en el otro barrio igual no estamos así de bien», dice riendo esta veterana, a la que le gusta disfrutar al máximo de cada día.

Es una persona muy animosa y activa. También muy discreta. Tiene unas manos prodigiosas y todas las mañanas las dedica a aquello que más le gusta, leer, escribir, y hasta hace poco, hacer encaje de frivolité. «Hace tres meses se cayó y se rompió el húmero del brazo izquierdo. Tras 40 días con el brazo en cabestrillo, retomó la labor, pero se la enredaba el hilo y se enfadaba mucho. Así que ahora solo se dedica a escribir», cuenta su hija pequeña, con la que vive ahora en Valladolid.

Su mesa de camilla se ha convertido en su oficina. Todos los días abre su cuaderno y se pasa las horas muertas escribiendo poesías, canciones e historias que luego reparte entre los miembros de su familia. «Escribo todos los días y me gusta leer un libro del año 1928, de cuando yo era pequeña. Habla de la gripe española, que fue parecida a lo que está pasando ahora con el coronavirus», señala esta sabia torreña.

«Solo veo mascarillas»

Las tardes las dedica a mirar desde su ventana. «Ahora solo veo mascarillas», bromea. Es una adelantada para su época. Hasta hace poco asistía a las aulas de cultura de su pueblo y disfruta haciendo videollamadas con sus nietos y biznietos, e incluso juega con ellos al ordenador. «Cómo habré nacido yo tan pronto, con la de modernidades que hay ahora», dice. Echa de menos el paseo diario, pero sabe que por las circunstancias se debe conformar con pasear por casa. «Yo sigo teniendo el mismo genio de siempre. Que no me pisen, que todavía levanto el pie», dice firme.

Muy emocionada, esta centenaria de salud de hierro y espíritu joven, recibió la llamada de todos sus seres queridos y disfrutó a lo grande con su desayuno favorito, un tazón rebosante de chocolate caliente con churros. «Es lo mejor que hay. El otro día me tomé otro para despedir los 99», dice alegre.

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