El emigrante acogedor de Cigales: «No tengo riqueza, pero ofrezco un techo y mucho amor»
Adalberto, que llegó a España sin papeles desde Colombia en 2019, abre las puertas de su casa a una familia de refugiados en Ucrania
Donde come uno, comen dos. Y así hasta ocho personas en una vivienda unifamiliar en Cigales. Y todo ello con tintes de solidaridad. Ejemplificante. Ayudan ... con lo que tienen y en el caso de Adalberto Romero y su familia lo que aportan, además de un techo, es «mucho amor». «No tengo riqueza, no tengo nada», recalca Romero en el sofá de su casa mientras mira a los ojos a la familia ucraniana que ha acogido recientemente.
Su historia personal son de las que encogen el corazón por cómo llegó hasta Cigales, pero el músculo se agarrota más cuando, sin pensarlo, decide dar lo poco que tiene para dar cobijo a una familia de refugiados de la guerra en Ucrania. Eso es lo que ha hecho recientemente. Ha abierto las puertas de su casa a Helenia, Anna, y a los menores Milena y Arseniy, originarios de Lugansk, en Donbass, para que empiecen desde cero en la localidad vallisoletana. A Adalberto y a su familia se les partió el corazón cuando observaban por la televisión las imágenes del conflicto bélico. Se veían identificados por algo que padecieron hace unos años en Colombia y Venezuela y no se quisieron quedarse con los brazos cruzados. «Vi una imagen de una niña pegando a su padre en Ucrania al separarse y eso mismo me pasó a mí cuando tuve que dejar a mis hijas para irme de Venezuela a Colombia en 2006», rememora este colombiano de nacimiento.
Así que habló con una amiga suya para ver qué solución podían aportar. Y en esa ola de solidaridad, en la que se involucró todo Cigales, aparecieron los nombres de la familia ucraniana. Desde hace cuatro semanas, una familia de cuatro se agrandó hasta los ocho miembros, aunque el castellano no sea el idioma vehicular. «Utilizamos los traductores de los móviles. Pero nos hemos adaptado bien. Unos días les preparo comida colombiana y al día siguiente la hacen ucraniana. Cada día están mejor. Además, los niños ya están escolarizados y dentro de poco, gracias a la colaboración de todos, tendrán un piso en Cigales», añade Adalberto.
«Vi una imagen de una niña pegando a su padre en Ucrania al separarse y eso mismo me pasó a mí»
Adalberto, residente colombiano en Ucrania
Y ahí, sin saber si la estancia será de semanas, meses, años o de por vida, arrancará la nueva etapa de los cuatro ucranianos. Para ellos, como con Adalberto, empezarán de cero por enésima vez. «Somos de Lugansk, en la parte oriental de Ucrania. En 2014 estalló la guerra en nuestro país y nos vimos obligados a mudarnos a Severodonetsk con mi familia, pero mantuvimos el trabajo. En febrero de este año la guerra ya estaba en todo el país, era la segunda vez que nos perseguía la guerra. Nos tocó hacer las maletas hasta Polonia, y desde ahí hasta España. Nos dijeron que Adalberto ya nos estaba esperando y nos recibieron muy bien. Todos nos ayudan en Cigales, ya nos han prometido que nos darán una vivienda por separado», agrega agradecida Anna, la madre de la familia.
Un testimonio en el que se apoya Milena, de 11 años. Acaba de llegar de la escuela con una pancarta, en la que se ha pintado la bandera de su país y en la que reza una frase de acogida. «Estoy muy contenta de que hayamos venido a España. Aquí son todos gente muy amable y es un país muy hermoso. Quiero mucho a España», recalca Milena antes de jugar un poco al baloncesto con su hermano pequeño.
Perder todo
Ese testimonio que relata Anna y Milena a un traductor de móvil lo vivió en primera persona Adalberto y su familia hace más de una década. En 2006 se trasladó, junto a su mujer Yuri Lisbeth Benitez, a Barcelona. «A ella no le dieron la residencia ni permiso de trabajo. Así que me volví con ella a Venezuela, donde nacieron nuestras hijas. Conseguimos salir adelante, pero llegó la división al país. Y nos tiraron todo. Teníamos un pequeño centro comercial con nuestros negocios. Como lo habíamos conseguido gracias a la oposición, a Manuel Rosales, Maduro nos lo tiró con máquinas», relata aún dolido Adalberto.
«Es la segunda vez que nos toca huir de la guerra»
Anna, refugiada ucraniana en Cigales
Se trasladaron hasta Colombia, su país natal, pero ni siquiera pudieron empezar de cero. «Al ser mis hijas venezolanas, no las escolarizaron. Mientras tanto en Venezuela nos expropiaron una de nuestras dos casas al no estar allí y la otra la pude mantener al entrar a vivir unos familiares. En ese tiempo solo trabajábamos para venir a España. Y lo hicimos de forma dura y continuada porque no quería que mis hijas crecieran en ese ambiente», continúa el relato.
Y así fue hasta 2019, cuando llegaron a España, concretamente a Cigales, tras un paso por Barcelona. «Ahora mi mujer todavía es una indocumentada. Menos mal que tengo el permiso de trabajo por ser empleado del hogar al cuidar a personas mayores», agrega.
Y con ese sueldo, y la ayuda de Cáritas y la sociedad de Cigales, se mantienen actualmente ocho bocas. Las de ocho personas que, en más de una ocasión, tuvieron que dejar atrás su vida para empezar de cero. Ahora, Adalberto no quiere volver a hacer las maletas. Se siente vallisoletano. En cambio, Anna y su familia, de momento, solo descuentan días para regresar a la vida de antes.
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