La plaza Teófanes Egido se alza junto al Archivo de Valladolid como lugar de «convivencia y libertad de conciencia»
La inauguración del espacio se convierte en un sentido homenaje al que fuera cronista de la ciudad, el carmelita descalzo e historiador de la UVa que falleció en julio de 2024
El callejero de Valladolid estrena plaza, la de Teófanes Egido. El carmelita e historiador de la Universidad de Valladolid que fue cronista de la ciudad ... da nombre desde este domingo fresco de julio a una placita, pequeña en tamaño, casi un lugar de paso, pero monumental por los edificios que la rodean y con un simbolismo que enlaza con la personalidad de Egido. Presidida por el Archivo Municipal de Valladolid, en la antigua iglesia de San Agustín, la placita de Teófanes Egido está rodeada de conventos, junto al Museo de Arte Contemporáneo del Patio Herreriano, San Benito y la comunidad carmelita en la que vivió el homenajeado y enclavada además en lo que fue la judería de Valladolid.
La inauguración de la plaza ha coincidido casi con el cabo de año de su muerte. Egido falleció el 17 de julio de 2024, en el Hospital Clínico de Valladolid, a los 88 años. «Si se fijan en todo este espacio que nos circunda, lo que hay es tolerancia y libertad de conciencia. Tolerancia y libertad de conciencia de las cuales hizo Teófanes Egido causa en su devenir diario», precisó Jesús Julio Carnero, alcalde de Valladolid, durante un acto que homenajeó a un «fraile ilustrado y comprometido con las luces», pero también a un religioso humilde, «dedicado al ministerio sacerdotal» y que echó de menos no haber sido misionero, según relató el provincial de los Carmelitas españoles, Francisco Sánchez Oreja.
La plaza Teófanes Egido estuvo a rebosar en su estreno. De autoridades, de familiares y compañeros de comunidad, de religiosos y de muchas personas que apreciaban al padre carmelita y al estudioso especialista en Historia Moderna, que lo mismo confesaba o decía misa de once los domingos con una homilía «corta y profunda», que se adentraba en el pasado abordando desde el rigor del investigador formado multitud de temas en la horquilla que va del siglo XVI al XVIII: de la Reforma o la Inquisición, a la prensa dieciochesca, la demografía o la oposición a los Borbones. Esa labor fue reconocida con el Premio Castilla y León de Ciencia Sociales y Humanidades 2020.
Fue «un hombre bueno, humilde y generoso», pero también «un espíritu crítico e independiente», destacaron del homenajeado
El retrato más humano del padre carmelita lo dibujó este domingo Sergio Justo Zurro, un chaval que convivió con el homenajeado y el resto de los frailes que integran la comunidad de religiosos de San Benito, en la que trabaja su madre. «Se hizo niño conmigo», relató Sergio sobre Egido, al recordar cómo el religioso se adaptaba a los juegos y las tareas infantiles. Sergio explicó que Teófanes Egido se encuentra, como persona creyente en la vida eterna, en un lugar mejor, pero eso no resta añoranza a su ausencia. «Nos da mucha pena que no podamos mirarle a los ojos, agarrar sus manos o conversar con él», valoró el niño en una intervención en la que aplicó las enseñanzas de un maestro al que no quiso despojar de la confianza que le tenía al referirse a él como «Teo». Así concluyó unas palabras breves, profundas y sentidas. Como las homilías del carmelita.
El provincial de la orden religiosa repasó la trayectoria de Egido. Recordó sus orígenes salmantinos, en una familia «pobre» de la que aprendió el sentido del trabajo. «Valladolid fue para él su segunda casi primera casa», resumió el padre Francisco, que ubicó el lugar preferido del carmelita: el entorno de la calle de Platerías. «Fue un hombre bueno, humilde, generoso y cercano», destacó Sánchez Oreja, para completar la definición subrayando «su espíritu crítico e independiente».
Del hábito a la corbata
El arzobispo de Valladolid y presidente de la Conferencia Episcopal, Luis Argüello, compartió cómo Egido encontró su lugar en el Carmelo Descalzo y en la Universidad de Valladolid, alternando al «fraile con hábito» y al «profesor con corbata». Argüello agradeció el renombrado de la plaza y confió en que «sea lugar de encuentro en el hoy del tiempo, pero también de encuentro histórico, en lo que significan estos edificios o restos de otros edificios y que nos ayude a todos a seguir apreciando la belleza de convivir juntos». Y hacerlo desde la perspectiva que ofrece el perfil de Egido, «desde su condición de orante que sube al Monte Carmelo» y también desde «su propia existencia de ciudadano, amante de la libertad y de la razón, como quicios para poder organizar esa convivencia».
El lugar idóneo
Jesús Julio Carnero cerró un acto en el que reiteró el peso de la tolerancia en la trayectoria vital de Teófanes Egido. El alcalde confesó que les llevó un tiempo buscar el lugar idóneo para sumar al callejero pucelano una placa con el nombre del cronista. El edil dio por bien empleado la tarea y se mostró convencido de que el padre carmelita, de haber aceptado en vida dar nombre a una calle o plaza -algo complicado por la humildad con la que se desenvolvía-, «hubiera considerado este sitio».
Teófanes Egido, el padre José, Teo, según quien le recuerde, da nombre desde este momento a la plazuela de San Agustín. El emplazamiento que custodia los documentos que arman la historia de Valladolid queda en el callejero bajo la tutela del que fuera cronista de la ciudad. Quedó inaugurada la plaza en una mañana con sonidos de domingo: tañidos de campanas que tocaban a misa en el centro de la ciudad y el crotoreo de las cigüeñas que anidan sobre los muros de San Agustín, vigías de plazuela que ha estrenado nombre.
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