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Unos Pingüinos en los que sobran las chupas y molesta la casi siempre imprescindible y ceñida camiseta térmica. El acabose, oigan. La migración motera, banderas ... en ristre, de la que antaño era una bandada polar sobre dos ruedas, desde la antigua hípica militar hasta a la capital vallisoletana, llenó hasta los topes la Acera de Recoletos y el resto del centro en una mañana con el sol en lo alto y una temperatura casi primaveral.
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Ambiente de gala en el lateral del Campo Grande con los decibelios disparados y muchas ganas de jolgorio tras una noche, decían los que la vivieron casi hasta empalmar, de ambiente extraordinario en el nido del Pinar al calor de la hoguera, aunque tomando más distancia sobre el fuego de lo que suele ser habitual. La cita de monturas tuvo, además, un toque verdiblanco, porque a los 'riders' se les unían algunos grupos de la afición del Betis, impresionados por este depliegue de caballos a escape libre. 'Quillo, pero cómo se pone esto ¿no?'.
Desde las diez de la mañana, ambas peñas, pilotos y futboleros visitantes, compartieron las mesas de las principales terrazas de la Plaza Mayor en un desayuno potente que las llenó. Eran ya los doce cuando los moteros arrancaban hacia de Recoletos para ver la llegada del desfile de banderas, una invasión que entraba por tres flancos –Paseo de Zorrilla, Filipinos y Recondo– al lugar de la quedada. A las 12:36 el ariete de la comitiva desembarcaba en la céntrica explanada, que esas horas ya hervía con el ambientazo.
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«Estamos impresionados con la participación y muy contentos, porque este tiempo permite a todos disfrutar de la concentración», subrayaba José Manuel Navas, portavoz de Turismoto, al desmontar de su vehículo. ¿Cifras? Todavía no estaban cerradadas, acotaba el organizador, pero por encima de 30.000 a esa hora de la mañana.
La Acera se convertía en un espacio a medio camino entre una discoteca de mañaneo y un concesionario al aire libre, con todos los modelos imaginables. Una vespa clásica con su sidecar, Harleys de todas las cilidradas y modelos, Royal Enfield, Guccis, BMWs... Lo del baile lo ponían los DJ de bares como el Lunático, un establecimiento que no daba abasto para depachar raciones de torreznos y cañas en las barras que montó en el exterior y donde sonaba a toda pastilla el 'Voy a pasarmelo bien' de los hombres G.
Cerca, Gelu, de la peña motera Los del Ruido ponía su propia banda sonora al encuentro dando gas su moto y sacando por su escape abierto pedorretas variadas y fogonazos que hacían las delicias del personal. «Vamos a todos los premios GP en España y en Portugal», explicaba este joven diestro en sacar rugidos a su motor. Pocos, sin embargo, en comparación con los estruendos generados en el acotado donde se celebró la tradicional exhibición de acrobacias.
Allí, animados por un locuaz 'speaker', los pilotos internacionales expertos en FMX Free Style dejaron con la boca abierta a los presentes. Maikel Melero, José Mincha, Francis Costelo y Narcis Roca desplegaron sus virguerías al manillar. Saltos con volteretas sobre una gran rampa hinchable, caballitos increíbles o frenadas y derrapes al límite llevaron al público a sacar sus móviles para grabar este espectáculo de destreza y riesgo desmedido.
En una carpa, se comenzaban a preparar a esa hora los 3.500 bollos preñados, con bebida incluida, para que los pingüinos repusierar fuerzas, mientras seguían llegando participantes en la tradicional marcha desde el Pinar. Allí localizamos a Jaime Fernández, presidente de la Asociación de Hosteleros, quien confirmaba el importante retorno que esta celebración tiene para el sector en particular y para la ciudad en general por la repercusión de la marca motera a nivel nacional e internacional.
«La restauración está toda llena, no solo vienen los participantes a la concentración, sino que se acercan otros que no son moteros para verla», explicaba el portavoz. Esta gran ocupación de las salas de los principales templos de la gastronomía del centro se suma a la buena Navidad que han vivido bares y restaurantes. Qué más se puede pedir.
La gran afluencia de público fue aprovechada por el partido animalista Pacma para recoger firmas dentro de la Iniciativa Legislativa Popular #NoEsMiCultura, que tiene como objetivo la derogación de la ley de patrimonio cultural de la tauromaquia. «La verdad es que mucha gente se está animando y nos está firmando», comentaba una de las voluntarias.
En otro espacio, y con la colaboración de Tursimoto, un grupo vendía por un euro unas pulseras para recaudar fondos con la finalidad de que se pueda crear una beca de investigación sobre la enfermedad de Behçet, una patología autoinmune sistémica que se incluye dentro de las vasculitis, afecciones en las que se produce una inflamación de los vasos sanguíneos de causa desconocida. Provoca unas lesiones características en la piel y las mucosas. Además, con frecuencia, ocasiona alteraciones en los ojos y en las articulaciones, según explicaban a los que se acercaban a colaborar.
A la cita no faltó el alcalde de Valladolid ni la concejala de Turismo, Blanca Jiménez. Jesús Julio Carnero se mostraba «emocionado» al ver la ciudad «a rebosar». «Estamos invadidos de pingüinos. Yo sé que cada pingüino siente a Valladolid de una manera muy entrañable, pero los pingüinos tienen que saber también que Valladolid siente a cada pingüino como un vecino y vecina más. Llevamos 42 ediciones, pero es tal el matrimonio, la comunión que hay entre los pingüinos y Valladolid, que quedan muchas más», subrayaba.
Recalcaba el máximo responsable municipal otros dos aspectos. Por un lado, el desarrollo con total normalidad de un evento en el que, de momento, no se ha registrado ningún incidente destacable y, por otro, la repercusión de una cita que es «fundamental desde el punto de vista económico para la ciudad porque ayuda a «amortiguar» los efectos de la siempre dura cuesta de enero. A las tres, la bandada de dispersaba de Recoletos. Unos rumbo al pinar y otros a dar cuenta de unos cuartos en los templos del asado.
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