Mil trescientas vallisoletanas alargan su vida laboral más allá de los 65 años
Inés Monedero, Paula Tremiño, Enriqueta Alonso y Esperanza Hernández son ejemplos de vallisoletanas que superan con mucho la edad de jubilación, pero que siguen al pie del cañón en sus negocios
1.318. Esas son las mujeres que en la provincia de Valladolid siguen al pie del cañón en sus trabajos una vez que han sobrepasado ... los 65 años. Son datos del mes de febrero de 2021, frente a la cifra de varones que se sitúa en 1.737. Son mujeres que por diferentes motivos, no pueden o no desean jubilarse al llegar a la edad legal.
La comerciante Inés Monedero, la joyera Paula Tremiño, la farmacéutica Enriqueta Alonso o la estanquera Esperanza Hernández son una pequeña muestra del universo femenino vallisoletano, que tras toda una vida entregada al trabajo, y en sus casos concretos a un negocio que han mantenido en lo más alto durante décadas, quieren seguir entregadas a su pasión. Todas rondan los 80 años, que se dice pronto, pero hay que trabajarlos. Y a lo largo de su vida personal y laboral han tenido que aprender a renunciar, han hecho malabares para conciliar, han tenido que romper muchos techos de cristal por el simple hecho de ser mujeres. Pero todas ellas, coinciden en que su edad de oro, es la actual y afirman que por nada del mundo renunciarían a su trabajo, porque es su vida.
Estas cuatro vallisoletanas son el claro ejemplo de que con perseverancia, trabajo y pasión se pueden romper estereotipos y barreras. «Si soy feliz así, ¿por qué voy a dejarlo?», comenta Paula tras el mostrador de su joyería con un siglo de historia. A Enriqueta la pandemia no le ha estropeado su mejor recuerdo laboral, que es «el que vive ahora», con unos clientes a los que después de tantos años conoce por su nombre y apellido. Inés Monedero lo tiene claro, seguirá en activo, «mientras el cuerpo y la mente aguanten», y Esperanza hace honor a su nombre y desea mantenerse activa muchos años más, porque disfruta vendiendo tabaco y periódicos y además, da un buen servicio a su pueblo, Alaejos.
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Inés Monedero es una mujer incansable y de espíritu alegre. Es, con diferencia de varios años, la veterana del grupo. Hace tiempo que dejó atrás los 80, pero se niega a decir su fecha de nacimiento. Su coquetería se lo impide. Cuenta que hace cinco años, cuando solicitó la jubilación activa, lo hizo con cierto temor a que no se la concedieran. «Casi se rieron de mi. Me dijeron que con mi edad y la cantidad de años que llevaba cotizados, la tenía bien merecida», dice entre carcajadas al otro lado del teléfono. Ella es una de las comerciantes con más solera de Valladolid.
Especialista en moda
El padre de Inés, Casimiro Monedero inauguró en 1939 la primera de sus tiendas, especializadas en moda íntima. «En la familia la mayoría nos hemos jubilado muy tarde. Mi padre ya era muy mayor. Lo mismo mi hermano Rafael, que amplió el negocio familiar con muchas más tiendas, y mi hermana pequeña, Pilar, que es farmacéutica, se jubiló el año pasado con 79 años. Aunque yo soy la que más aguanto», bromea.
Estudió Comercio en San Sebastián y a los 17 años entró a trabajar como cajera en el negocio familiar. Pronto le hicieron encargada de la tienda del Paseo Zorrilla, «de eso hace más de sesenta años».
Discreción con el cliente
Lo que mantiene activa a Irene Monedero es el contacto con el cliente. Disfruta mucho con ello, aunque este año, por la pandemia, reconoce que ha estado más alejada de su amada tienda. «Mi padre me dio un consejo cuando empecé. Me dijo que la cosas que los clientes me contaran en la tienda, se quedaban en la tienda. Que era como un confesionario. Yo siempre lo he cumplido y eso me ha hecho ganar muchas amistades. Mis dependientas siempre han sido mujeres y la relación con ellas, ha sido y es excelente», relata. «Este año que he estado más en casa, me ha hecho pensar que tal vez podía haber salido más y disfrutado más de los míos. Pero he sido y soy muy feliz trabajando. No tengo ninguna meta. Mis hijos y mi marido me animan a que continúe. Por eso, mientras mi mente esté clara y el cuerpo me aguante, seguiré al pie del cañón», concluye.
Inés, Paula, Enriqueta y Esperanza son cuatro mujeres vallisoletanas incombustibles, que en sus extensas carreras profesionales no necesitaban demostrar nada a nadie, y sin embargo, lo han hecho. Son luchadoras, apasionadas, entregadas y generosas, porque todas ellas viven pensando en seguir haciendo felices a sus clientes. Feliz trabajo a todas.
Testimonios
Enriqueta Alonso
La boticaria que presume de contar con una plantilla femenina
«Estudia farmacia que es una profesión muy femenina». Ese es el consejo que Enriqueta Alonso Casabella, 'Queti', recibió de su padre en el momento de elegir carrera. Ella iba para Ciencias Exactas, pero por satisfacer a su progenitor, accedió y nunca se arrepintió.
Esperanza Hernández
Al pie de un mostrador durante 53 años
Esperanza Hernández es hija de caminero y cuenta que nació en la carretera. Fue la penúltima de nueve hermanos. Desde muy pequeña aprendió el valor del esfuerzo y el sacrificio. Con su padre enfermo, trabajó en el campo cogiendo lentejas y garbanzos, se encargaba de las tareas de la casa y atendía a sus hermanos, mientras su madre trabajaba para mantener a la prole.
Paula Tremiño
Una estudiante a la que no dejaron ser intendente de comercio
Paula Tremiño Alonso no quiere ni oír hablar de jubilación. Muy presumida, no desvela su edad. «Eso no se pregunta», regaña entre risas, aunque por lo bajines reconoce que ha cumplido «más de 80. ¿Su secreto? Mantenerse siempre activa y ser una adelantada a su tiempo. «Me siento como si tuviera 40», dice esta joyera infatigable.
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