Valladolid
Muere a los 101 años la hermana Joaquina, misionera de La Rondilla en AngolaLa archidiócesis de Malanje, en el país africano, dedica cuatro jornadas de misas y homenajes a la religiosa vallisoletana fallecida el pasado fin de semana
«Lo tenía muy claro. Siempre nos dijo que quería que la enterraran en Angola. Y su voluntad se va a cumplir», asegura Artemio Arango, ... sobrino de Maura Gutiérrez Pelaz, la hermana Joaquina, religiosa vallisoletana, nacida en 1923, que ha fallecido este fin de semana en el país en el que desempeñaba su labor misionera desde 1961. La archidiócesis de Malanje (compuesta por 22 parroquias y más de 650.000 fieles bautizados) ha anunciado cuatro jornadas de rezos y oración en recuerdo de «la abuela Joaquina», quien durante más de 60 años ejerció en Angola su labor evangelizadora, con servicios hospitalarios y de atención a las niñas de un internado femenino. «Ella quería que sus restos reposaran en Kalandula, donde hay una escuela con su nombre, pero finalmente, nos han explicado que por razones prácticas, su entierro será en Malanje, la principal ciudad de la diócesis», indica Arango.
De este modo, la comunidad católica en Angola despide a su misionera más veterana. La hermana Joaquina tenía 101 años y estaba a punto de cumplir (el 22 de agosto) los 102.
Su nombre real era Maura. Así lo eligieron sus padres, Melitón Gutiérrez (un pastor aficionado al teatro) y Marcelina Pelaz. La pareja tenía raíces en Peñaflor de Hornija, pero al poco de casarse, eligieron mudarse a la capital para trazar su futuro. Su primer paso fue con un parador muy cerquita del Puente Mayor. Muy pronto, se mudaron a una zona de huertas entre las actuales calles Góngora y Cardenal Torquemada. Allí nació Maura, la sexta de once hijos, quien muy pronto manifestó su interés por la vida religiosa.
En una entrevista con El Norte, contó que miraba con «mucha curiosidad» a las hermanas del colegio Compañía de María, que fue a catequesis en San Pedro y que, a través de esa parroquia, con trece años, participó en unas jornadas espirituales de las que volvió con la intención de entregarse a una vida religiosa. «La verdad es que mi madre no se lo tomó muy bien», recordaba la hermana Joaquina, quien, al ser menor de edad, tuvo que esperar hasta que sus padres accedieron a cumplir los deseos de la joven Maura.
Mientras tanto, y gracias a un primo dominico, entró en contacto por carta con unas misioneras en Perú. Eran las hermanas Misioneras Dominicas del Rosario, una comunidad fundada en 1918 por monseñor Ramón Zubieta y por la madre Ascensión Nicol, que está considerada como la primera mujer no nativa que se adentró en la selva peruana. Esa mezcla de espiritualidad y aventura, de acción y religión, alimentó aún más la vocación de la hermana Joaquina, que el 27 de septiembre de 1939 ingresó en la comunidad. En 1947, después de una larga temporada en Huesca, hizo los votos perpetuos.
Trasuna etapa en Portugal (en el seminario diocesano de Viseu, como catequista en Porto), en enero de 1961 emprendió un viaje en barco (la travesía duró veinte días) que le llevó a Angola, el que sería su país de misión y destino durante el resto de su vida. Allí fue acogida por las hermanas de San José de Cluny, en Luanda. Cuatro años después, fue enviada a Cela-Waku-Kungo, el primer asentamiento de las Dominicas del Rosario en Angola. Los movimientos de independencia y la inestabilidad política que vivía el país obligaron a las religiosas a abandonar su labor y regresar a Portugal durante cinco años (entre 1975 y 1980). A su regreso a África, se instaló en Kalandula, donde prestó especial atención a las niñas y mujeres, con su educación en un internado femenino, su formación en talleres de agricultura o corte y confección, y su salud en ambulatorios. «Su nombre siempre estará ligado a nuestra historia personal y congregacional, escrita con la letra de la vida, firmada con lágrimas», leyeron sus compañeras de comunidad en noviembre de 2023, durante la celebración de sus cien años. Ese mismo día, la hermana Joaquina lanzaba un mensaje: «A los jóvenes les diría que vivan bien, que se casen por la Iglesia, que sean buenos y traten bien a sus padres».
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