Miguel Ángel Rodríguez: el autor de la realidad
el perfil ·
El comunicador vallisoletano se prepara para escribir otro capítulo de la política española, la elección de Isabel Díaz Ayuso para la Comunidad de Madridlía z. lorenzo
Domingo, 2 de mayo 2021, 08:06
Miguel Ángel Rodríguez, el hombre que hoy dirige la campaña política de Isabel Díaz Ayuso, siempre quiso ser escritor. Muchos dicen que nunca ... ha tenido éxito como novelista, pero eso es porque no miran a su alrededor. Sí ha triunfado. Su tinta ha sido la televisión, los periódicos y las radios. Ha tomado personajes que ya existían y los ha cincelado para que fueran lo que el público quería. Como Augusto Pérez en 'Niebla', Miguel Ángel Rodríguez se ha negado a ser ficción y ha vivido a través de su historia. De la que él ha escrito. Porque solo así se comprende cómo un niño delgado, tímido y creativo ha llegado a ser uno de los gurús políticos más importantes del país. Siempre tuvo que ir por delante porque estudió con niños un año mayores, algo que debió forjar su carácter.
Desde luego, sus compañeros en El Norte de Castilla le recuerdan como un vendaval, un hombre incansable que dio sus primeros pasos en la redacción cuando apenas tenía 17 años. Empezó la carrera de Filología, pero no la acabó, algo que dio alas a sus detractores, que en aquellos años le llamaban el Bachiller. Escribió sus primeros renglones a través de una pequeña revolución en el lugar más inesperado: los pueblos. En RadioCadena Española y en las páginas de El Norte de Castilla decidió quitar el micrófono a los alcaldes y poner el foco sobre los vecinos de los pueblos, sobre sus vidas.
Aunque el punto de inflexión en su carrera hay que buscarlo entre el 17 y el 21 de enero de 1987, cuando señaló en sus crónicas el estado «bochornoso» en el que Ángel Chamorro se había presentado en el Pleno municipal. Era una nueva forma de hacer periodismo político. Habitual hoy, revolucionario entonces. De él se decía que era un periodista incisivo, que ponía en apuros a los políticos y que destacaba por su fino olfato. Es entonces cuando sucede su transformación, cuando abandona el cuerpo Miguel Ángel Rodríguez, y nace M.A.R, las iniciales con las que firmaba el apunte local del periódico 'De ayer a hoy'. Muy pronto se dejó su característica barba para esconder un problema cutáneo en la piel, lo que revela la importancia que el futuro dominador de la comunicación le daba ya a la imagen.
La transformación se hizo realidad en 1987, cuando Aznar ganó las elecciones a la Junta de Castilla y León. Fue el propio MAR el que pidió cubrir la campaña del futuro presidente, ya que el periódico le había encomendado seguir a Juan José Laborda, el candidato del PSOE al que todo el mundo señalaba como más que probable ganador de los comicios regionales. Pero él ansiaba seguir a Aznar. Quería narrar cómo se daba el batacazo en las elecciones. Así que empezó a contar la campaña desde dentro, al estilo de los reporteros americanos. Su verborrea implacable le atraía enemigos, pero también llamó la atención de Aznar, que tras ganar las elecciones le nombró portavoz de la Junta de Castilla y León. Y eso que a punto estuvo de desaparecer el MAR que hoy se conoce. En 1989 tuvo que dimitir como portavoz por una información en la que sus palabras ponían en duda los ingresos del procurador Rafael de las Heras Mateo. Fue en aquella época cuando se le señaló también como el autor de una lista negra de periodistas sin que nunca se aclarara quién la había escrito ni quién la había filtrado a la prensa. Su vuelta al periodismo fue fugaz, tenía un nuevo objetivo: conquistar la Moncloa. Fue él quien le quitó la gomina a Aznar, el que quiso revolucionar la manera de comunicar y de hacer campaña, el que, en 1996, creó a un presidente del gobierno, José María Aznar. Ahora sí, MAR escribía la realidad. Desde ahí dio el salto a la comunicación privada y al Real Valladolid. Fue vicepresidente del equipo durante la controvertida presidencia de Nacho Lewin, pero la aventura terminó con la dimisión del bloque directivo.
En la novela escrita por MAR hay una cofradía –la de las Siete Palabras, a la que él pertenece–, muchos amigos -que le definen como brillante, generoso y trabajador-, el mismo número de enemigos –los que le llamaban Bachiller pasaron luego a denominarle Rasputín–, pasión por la cocina –su especialidad son las barbacoas–, un frenesí por el debate que en ocasiones se le escapa de las manos –fue condenado en 2011 por injurias al doctor Luis Montes– y mucha acción.Tras forjar la realidad desde 1987 hasta 1996, ahora regresa con un nuevo capítulo. Y solo él sabe el final de la historia.
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