Mercado Castellano de Valladolid: del hidrogel a la hidromiel
La primera feria artesana del año extrema las medidas de higiene para sobrevivir en época de coronavirus y supone el primer balón de oxígeno para los pequeños empresarios que exponen sus productos en ella
Quién le iba a decir hace solo unos meses al chocolatero valenciano Pere Comes que despacharía sus productos en Valladolid tras una mascarilla, que en su puesto del Mercado Castellano -que visita por tercera vez- no iba a poder ofrecer degustaciones a los visitantes o que viviría pendiente de las noticias desde que decidió acudir a la feria sin ninguna certidumbre de que iba a poder desarrollar su labor sin mayor problema.
Es la situación que le toca vivir tanto a él como al medio centenar de artesanos que hasta el domingo ocupan un lateral de la Catedral, en la Plaza de Portugalete. Al igual que Comes, hasta llegar aquí todos han tenido que replantearse su negocio ante una pandemia que ha secado su principal fuente de ingresos: las ferias. Algunos, como Cristian Morales de Biloba Joyas, ha tenido que implantar el pago con tarjeta en su expositor y la venta por Internet en una empresa que «fundamentalmente» vivía de recorrer el país de muestra en muestra. Otros, como Diana Popescu, que con su marido comercializa desde Aldeamayor de San Martín la cerveza Patagonia además de hidromiel y enseres para la degustación de sus productos, apretándose los machos para aguantar «prácticamente sin vender» en lo que va de año, ya que estos días en Valladolid son los primeros en los que pueden exponer sus productos en la calle, algo que en años anteriores hacían «todos los fines de semana de marzo a noviembre».
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A todos ellos la pandemia les ha cambiado la vida, igual que a los que ayer se paseaban por un recinto en el que se extreman las medidas de seguridad ya que esa es la única manera que tiene hoy en día cualquier actividad para poder sobrevivir. Entre los asistentes (que tienen que aplicarse hidrogel en la entrada y la salida, no pueden pararse en un puesto si ya hay en él cuatro personas y deben visitar el mercado en sentido único), un punto de resignación pero también de «esperanza», como asegura la israelí Veronica Jaet, que considera que «en estos días es importante que la gente vea que se puede volver a la normalidad». Coincide con ella Mirian de Pablo, que «echaba de menos este tipo de ambiente». «Le da vida a la ciudad una vez que no hay fiestas», asegura una vallisoletana que considera además que la actividad es «muy segura» porque las medidas se respetan «muy bien». Esa circunstancia es la que animó también a Raúl Casquete, que se había hecho con varias morcillas que compra «todos los años». «Si hubiera visto aglomeraciones no habría entrado, pero en estas circunstancias lo considero una actividad sin riesgo que, además, me gusta mucho».