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Luz Sánchez-Mellado y Rosa Palo
Las periodistas Luz Sánchez-Mellado, de El País, y Rosa Palo, columnista de Vocento, charlan bajo el título «Opino de que...'
«… Opino de que, opino de que… Primero comento, y luego, como es lógico, ya me informo del tema en cuestión». Esta canción y esta letra del grupo Ojete de calor, fue el punto de partida de una charla en la que han participado las columnistas Luz Sánchez-Mellado, de El País y Rosa Palo, del grupo Vocento. Dos mujeres, dos micros y un auditorio lleno de futuros periodistas, que debatieron de forma distendida y con muchos chascarrillos, sobre el arte periodístico del columnismo «en un momento en el que todo el mundo tiene una opinión y un altavoz para decirla». Todo, en el V Encuentro Internacional de Periodismo Miguel Delibes de El Norte de Castilla, la Fundación Miguel Delibes y con la colaboración de Fundación La Caixa. Fue precisamente el título 'Opino de que…' y el guiño a esta irreverente banda musical, la que dejaba claro desde el principio que el tono iba a ser fresco, irónico y sin ninguna solemnidad.
A ese público joven y estudiantil fue a quienes las periodistas dirigieron el primer mensaje: «Cuando acaba la facultad empieza todo», les dijo Luz. «En este oficio nunca se deja de aprender ni de estudiar». Ambas se preguntaron si el denominado «texto plano», un tema recurrente durante las diferentes intervenciones del Encuentro de Periodismo, era lo que precisamente ellas escribían. Las dos llegaron a la conclusión de que «quizá lo nuestro también sea texto plano, pero con la obligación de pellizcar al lector, de moverle».
Palo y Sánhez-Mellado coincidieron en que el columnismo, hoy en día, sigue teniendo vigencia. «Además de la firma, contamos con el marchamo de un medio», dijo Luz. «Cuando tú escribes tus columnas y yo escribo las mías, tú eres tu verdad y yo soy la mía. En un mundo en el que todo el mundo tiene preguntas, alguien encuentra pistas en las opiniones de los columnistas». A lo que Rosa añadió que «cuando podemos, arrojamos luz. Y cuando no podemos, al menos lo reconocemos. Ahí los lectores se sienten identificados».
No faltó la reflexión sobre el peso de género en el oficio. «Todavía son muchísimos más hombres que mujeres los que opinan en los medios de este país», reconoció Luz. «Soy mujer, tengo 59 años, pero soy muchas más cosas más además de mujer. No creo en una mirada femenina de la realidad. Somos mucho más que periodistas mujeres». A lo que Rosa matizó que «efectivamente lo somos, pero no siempre lo hemos podido demostrar. Nuestro ámbito social estaba delimitado a la casa, a lo cotidiano. Romper con eso ha costado pico y pala». Y Luz añadió que «han hecho falta muchos '8M' y muchas fotos oficiales en las que todos eran hombres, para que las cosas empezaran a cambiar. Aunque solo sea por ese machaque y por el empuje de las nuevas generaciones».
El proceso de escribir una columna
El oficio de escribir columnas ocupó buena parte de su charla. La columnista de Vocento confesó que los días en los que no tiene tema «me dan ganas de morirme. Repaso los periódicos con ansia viva para tirar del hilo. A veces me salva una conversación en el autobús, una llamada de teléfono o una anécdota sin importancia. Lo importante es ir de lo particular a lo general». La redactora de El País fue más allá. Para ella, la elección del tema «debe revolverte las tripas. Tiene que indignarte, emocionarte, moverte algo. Si no, ¿de qué vas a escribir? Y para eso, por supuesto, necesitas libertad total».
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También trataron sobre la técnica de escritura. «No hay un manual de cómo se escribe una columna», dijo Luz. «Si eso pudiera enseñarse, todos seríamos columnistas. Yo necesito empezar con un título. Y como es un texto plano, al menos intento que suene bien al leerlo en voz alta», añadió. Rosa también coincidió en lo de las manías al escribir. «Yo hasta el último instante estoy revisando. Las comas, los puntos… La columna te permite jugar mucho con el lenguaje». Ambas se refirieron al papel como corsé y al mismo tiempo como guía. «Mis columnas ocupan 340 palabras», explicó Luz. «Cuando no cabe todo lo que quiero decir, tienes que estrujarte las meninges para poner una palabra más corta. Eso, a veces, te obliga a escribir mejor», prosiguió.
Reivindicaron el humor y la ironía como herramienta. «A mí me gusta hablar desde la frivolidad. La ligereza puede ser un piropo. No significa futilidad. Muchas veces significa hacer digerible un material indigesto y puede atraer a públicos que, de otro modo, no entrarían en ciertos charcos», dijo Luz, quien también que reconoció no haber escrito nuca una columna sobre el procés catalán. «Ese charco no me interesaba. Pero hay otros charcos en los que me encanta meterme», dijo. Rosa, por su parte, dijo que «uno escribe como es. Yo me muevo muy mal en el conflicto y eso se nota en mis columnas. Me movería fatal en el 'twitterío'».
Y de ahí pasaron a hablar de redes sociales. «Twitter, en sus primeras versiones, fue mi gimnasio verbal», recordó Luz. «Con 140 caracteres aprendías a condensar casi todo». También trataron de los nuevos formatos. «La opinión también puede ser un vídeo mirando a cámara o un pódcast. Los influencers crean opinión. No hay formatos más sagrados que otros. Lo importante es la firma, hacerse una marca», apuntó Sánchez-Mellado, mientras que Palo apostilló que «lo que hay que lograr es que el lector te busque. Que sepa que detrás de esa columna hay una voz concreta».
Otros temas que trataron fueron el centralismo madrileño y el columnismo de provincias. Ahí, Luz dijo que en Madrid tenían una fuente inagotable de temas «gracias a Ayuso y sus Ayusadas» y reconoció que «desde Madrid tenemos una visión muy miope de la realidad. En provincias hay columnistas brillantes. Muchas veces lo interesante está fuera de la capital», a lo que Rosa, columnista en los periódicos de provincias del grupo Vocento, dijo «en los periódicos de provincia interesa lo que pasa en tu barrio, en tu metro cuadrado. Esa cercanía es única».
Para cerrar la charla, Luz señaló que «las mejores columnas son las que te salen solas, como un puñetazo. Son las más fáciles de escribir, pero también las que peor envejecen». Mientras que Rosa remató reflexionando sobre cómo las columnas son un reflejo de su vida. «Al releer las mías, veo cómo ha ido creciendo mi hijo, cómo ha cambiado mi estilo. Evolucionamos delante de los ojos de los lectores», concluyó.