Ver 10 fotos
Medio siglo de recuerdos para los químicos de 1975
La 33ª promoción de Ciencias Químicas de la UVa celebra su reencuentro más emotivo
Medio siglo después de graduarse, los antiguos alumnos de la 33ª promoción de Ciencias Químicas de la Universidad de Valladolid han vuelto a encontrarse. Algunos no se veían desde hacía medio siglo; otros habían coincidido en el 25º aniversario. Esta vez, el motivo era redondo, 50 años desde que terminaron su carrera, allá por 1975.
El programa, cuidadosamente preparado por un grupo de antiguos alumnos, comenzó el jueves con un encuentro informal en la escalinata del Monasterio de San Benito. Allí, entre saludos, abrazos y alguna lágrima, se hicieron las primeras presentaciones. «¿Tú quién eres? —preguntaban unos a otros—, ¡anda!¡Si estás junto a mí en la orla!».
Después, compartieron una cena de hermandad durante la cual intercambiaron anécdotas, bromas y recuerdos. «Ha sido una alegría ver a tanta gente después de tanto tiempo», contaba emocionado Javier Rodríguez Barrasa, uno de los impulsores del reencuentro. «Trae muchos recuerdos, muchas emociones. Para nosotros es algo entrañable. A nuestra edad, reencontrarte con gente con la que compartiste tu juventud te anima mucho», añadía.
El último curso de esta promoción de Ciencias Químicas de la UVa, la 33ª, estuvo marcado por el cierre de la Universidad el 8 de febrero de 1975, como consecuencia de los disturbios estudiantiles. «No pudimos ir a clase durante el resto de curso, ni siquiera pudimos examinarnos en junio. Tuvimos que hacerlo en septiembre, y claro, eso nos fastidió el viaje de fin de carrera y todo», cuenta Rodríguez Barrasa. Los entonces alumnos se organizaron para poder concluir sus estudios mediante la denominada 'Universidad Paralela', a través de reuniones en casas particulares, librerías, parroquias, asociaciones de vecinos y cafeterías. Aquellos años, explica este químico ya jubilado, «había asambleas, manifestaciones y cierta agitación política, pero nosotros nos centramos en lo académico». Aun así, aquella clausura forzosa marcó su promoción. «Nos tuvimos que buscar la vida. Coger apuntes del año anterior, hacer fotocopias, ayudarnos entre nosotros y también pedir ayuda a algún profesor. Fue un ejemplo de compañerismo», prosigue.
«Una etapa irrepetible»
El viernes 10, el grupo de antiguos alumnos volvió a reunirse a las diez de la mañana en la Plaza de Santa Cruz. Allí, en la capilla del Palacio de Santa Cruz, celebraron una misa en memoria de los compañeros y profesores fallecidos. Después, visitaron la antigua Facultad de Ciencias que encontraron totalmente cambiada. Muchos comentaban que «ya no queda nada de lo que había entonces».
Más tarde, el acto se trasladó al nuevo edificio de la Facultad en el campus Miguel Delibes, donde fueron recibidos por el decano, Manuel Bardají. «Han cambiado muchas cosas», comentaba Mauro Martín, llegado desde Avilés. «Está siendo un reencuentro precioso y está mereciendo mucho la pena el viaje. Me ha encantado ver a mis compañeros, a muchos de los cuales no veía desde hacía 25 años», añadía. Del medio centenar de antiguos alumnos que se reunieron, eran muchos los que venían de otras provincias como Santander, Madrid, León, Álava.
Muchos de los asistentes siguieron caminos laborales muy distintos a los que marcaba la tabla periódica. Algunos, como María Teresa Borge, dedicaron su vida a la docencia. «Fui ayudante de prácticas en la Facultad y luego profesora de Física y Química en un instituto», recordaba. «Lo pasábamos genial entonces. No teníamos dolores como ahora. Éramos jóvenes, disfrutábamos y estudiábamos cuando tocaba».
Otros, como el propio Javier Rodríguez, se movieron hacia el sector tecnológico. «Pasé de la alimentación a la electrónica. Estuve en el Parque Tecnológico, diseñando displays para ascensores. Muchos los fabricábamos aquí mismo, hasta que llegaron los chinos y cambió todo». Eduardo Blasco, por su parte, tomó un rumbo muy distinto. «Yo empecé trabajando en una fábrica de vaqueros, pero cuando cerró me hice funcionario y trabajé en la Agencia Tributaria. Nada que ver con la química, pero la vida te lleva por caminos insospechados», remataba.
El encuentro de estos químicos ya jubilados terminó por la tarde, con un paseo en el barco Leyenda del Pisuerga, donde continuaron las conversaciones y anécdotas entre promesas de volver a reencontrarse pronto.