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Max Verdié entra en Faroles Rock y se toma un pincho de tortilla mientras charla animadamente con el camarero. La barra donde se apoya está salpicada por nombres de artistas, sobre todo grupos de música, bastantes de ellos vallisoletanos. Encuentra el suyo entre ellos y nos lo muestra. Su talento no se ha encaminado a las canciones, sino al mentalismo y la hipnosis. Conoció Faroles Rock cuando estaba ubicado en el barrio de las Delicias, donde permaneció casi 29 años. En 2024 se mudaron a un local más céntrico, junto al teatro Calderón. Max Verdié confiesa que aquí pasa «un montón de horas» y asegura que tiene «la mejor comida y el mejor ambiente de Valladolid». Su plato favorito de la carta, que también está disponible con versión vegana (el dueño la adaptó cuando su hija decidió ser vegana) y que cuenta con alternativas para celiacos, son las fajitas de pollo y cerdo. También recomienda las hamburguesas, cuya carne se puede escoger entre una amplia variedad, incluidas las más exóticas como cocodrilo, búfalo, bisonte, canguro, cebra y alce. «Creo que las he probado casi todas y mi favorita es la de cebra», confiesa. El bar las compra a una distribuidora que las trae de su país de origen. La de cebra proviene de África, al igual que la de cocodrilo, una de las más demandadas por la clientela.
Max Verdié conoció Faroles Rock cuando regresaba a casa de su asociación de ocio alternativo en el barrio de Las Delicias. Era finales de agosto y se le ocurrió entrar e informarse para formar parte de la peña del bar para las fiestas de Valladolid. Le propusieron una actuación y descontar el precio de la peña. «Me lo pasé tan bien que decidí repetir y llevo ya tres años como peñista con ellos», cuenta. Ahora, en su nuevo emplazamiento junto al teatro Calderón, muchos clientes, incluidos los artistas, acuden a su cocina a deshora, ya que permanece abierta de forma ininterrumpida viernes y sábados de 9 de la mañana a 1 de la madrugada y de domingo a jueves de 9 de la mañana a once de la noche.
Este mentalista e hipnotizador vallisoletano vivió una temporada en León y confiesa que añora mucho su tapeo. Por ello, uno de sus rincones gastronómicos imprescindibles de Valladolid es La Tapa del Barrio Húmedo, que «tiene ese estilo de tapas leonesas y una morcilla de sabor muy intenso». Su ruta del centro de la ciudad también pasa por La Cárcava, por su tosta de secreto ibérico y su banderilla, Los Zagales, por su tigretostón, y la pizzería La Competencia, donde «con cada consumición te ponen un trozo de pizza artesanal gratis».
En los barrios destaca Carmelo y Bodega Paco, en Delicias, y el restaurante mexicano La Rosas de Guadalupe en Parquesol. «De todos los mexicanos que he probado en mi vida, desde luego es el mejor, asegura. Max Verdié vive a caballo entre la ciudad y Portillo. En este municipio, muy cerca de su casa, destaca el restaurante El Alboroque. «Es muy llamativo porque está dentro de una antigua iglesia. No os vayáis sin probar la cecina», aconseja.
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Cuando era pequeño, Max Verdié presenció la actuación navideña de un mago. Casualidades de la vida, se trataba precisamente del padre de su actual socio. En ese preciso momento le entró el gusanillo. «Me gustó tanto que pedí el juego de magia Borrás. Y llegó a tiempo, no para Papá Noel pero sí para los Reyes Magos». A los 18 años ya comenzaba a labrarse su carrera profesional. «Siendo socio del Círculo de Ilusionismo Vallisoletano, mi maestro Paco me reveló la existencia de un área de la magia que yo no conocía: el mentalismo. Empecé a toquetear un poco y me di cuenta de que me gustaba como espectador pero aún más como artista». Después descubrió la hipnosis y realizó un curso con Jeff Toussaint. «Me costaba muy poco esfuerzo ponerlo en marcha, el acto escénico de la hipnosis me resultaba muy cómodo. Así que empecé a incluirlo dentro de mi espectáculo hasta que fue creciendo y desarrollé un espectáculo completo de hipnosis».
Reconoce que cuando empezó a dedicarse al mentalismo sintió miedo al pensar que tendría que dejar los espectáculos para niños, ya que la mayor parte de mentalistas no se dedican a ello. Hasta que un compañero le explicó que ambas cosas podían ser compatibles. «No podría elegir, cada espectáculo conlleva su satisfacción. Actuar ante adultos te permite llevar el arte en su forma dramática más allá y la hipnosis te posibilita alcanzar lugares de la imaginación donde la magia del mentalismo no llega... pero es que con los niños me lo paso muy bien, es muy divertido. Eso sí, son un público muy exigente», asegura.
El domingo 25 de mayo conoceremos el plan favorito de la humorista vallisoletana Patri de la Fuente.
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