Valladolid
Luto en la hostelería por el fallecimiento a los 61 años de Jero, pionero de las tapasEl cocinero, retirado del oficio desde 2022, comenzó en La Mina con Paco Criolla cuando era un adolescente
Tan doloroso como repentino. Jerónimo Rodríguez Martín, conocido en el gremio de la hostelería y en toda la ciudad como Jero, ha fallecido este jueves ... a los 61 años de edad. El que ha sido uno de los referentes de la capital en la elaboración de tapas desde su restaurante en la calle Correos, al que puso su nombre, se ha ido para siempre entre el dolor de su familia y amigos.
Retirado profesionalmente desde hace tres años, Jero, que ha muerto a causa de una fatal e inesperada dolencia cardiaca, es definido por sus colegas como «un maestro», uno de los artífices de que Valladolid esté a la vanguardia de la cocina miniatura. Casado y con un hija, fiscal de carrera, este profesional ha tenido a media ciudad pendiente de su evolución desde que el pasado viernes se conoció su ingreso en el hospital.
«Para Jero, mi padre, su profesión era magia. Siempre decía que un cocinero debía de ser un poco mago, ya que son ellos quienes despiertan la emoción de todos, tanto niños como adultos, y quien se sitúa detrás de los fogones también debe provocar esa ilusión en el paladar del público», destaca su hija, Verónica.
Por las redes sociales se ha mandado un mensaje a última hora de la mañana anunciando la triste noticia. «Jero ha fallecido el día 21 de agosto de 2025 acompañado de su familia. Gran cocinero, mejor marido, hijo ejemplar, hermano entrañable y un padre extraordinario. Gracias por enseñarnos, incluso en la despedida, el verdadero significado de la generosidad. Con el corazón lleno de tristeza, DEP», se lee. Lo subraya Emilio José Bragado, ahora encargado de barra de Don Bacalao y antes de Don Claudio. «Nos conocemos desde los 15 años, siempre ha sido amigo de sus amigos y un gran profesional, le vamos a echar muchísimo de menos», destaca emocionado el hostelero.
Jero hizo sus primeros pinitos todavía adolescente en la hamburguesería Pinky y más tarde en la casa de comidas del Hostal La Mudarra, pero su andadura más profesional comenzó de la mano de Paco Martínez, propietario de La Criolla. Trabajó en este emblemático establecimiento con su jefe, aunque La Mina fue durante décadas su casa. «He estado 35 años con él, para mí es una de las personas más íntegras que he conocido, creo que con la muerte de mi madre es la que más he sentido en mi vida», subrayaba este jueves Paco en conversación telefónica con El Norte. De él destaca su enorme capacidad de trabajo. «Era incansable, una persona espectacular como profesional, como amigo, como padre y esposo», abunda.
Su hija afirma que Paco no tardó mucho en reconocer «el enorme talento, la vocación, el saber hacer y la iniciativa de su pupilo». «Durante los 23 años que estuvo al frente del negocio, Jero consiguió que La Mina se alzara como ganador de la primera edición del Concurso de Pinchos y Banderillas de Valladolid en el año 1999», recuerda. 'Una mina' es el nombre que concedió a su creación, compuesta por una tostada de sericaia, foie, salmón y calabacín.
Del barrio de Delicias, aficionado al fútbol y seguidor del Athletic de Bilbao, Jero quiso dar un paso más. Cerca de la que durante años fue su Mina abrió su propio restaurante en la calle Correos, esta vez acompañado de la familia: su mujer, Belén; sus hermanos Esther, Inma y Tomás; y sus hermanos políticos: Amando y Carlos. «Lo hizo movido por una gran ilusión y su deseo constante de innovar», recalca Verónica. Y triunfó.
La barra del Jero, aborrotada de exquisiteces, se convirtió en un lugar de peregrinación obligada a la hora del vermú, la comida o la cena. Si había hueco, claro. Entre aquellos manjares, se movía Jero con aquella hiperactividad que le caracterizaba. Rapidez, atención y efectividad. Entre las propuestas que creó son míticas su galáctico, el matrix, el misión imposible, el rollito... canapés que se comían con la vista y que se gozaban al paladar.
«Valladolid es hoy lo que es gracias a él», recalca Juanjo, propietario de la taberna El Pozo e íntimo de Jero. El presidente de la Asociación de Hosteleros, Jaime Fernández, le define como «un auténtico pionero». «Es una pérdida muy importante, él fue el que empezó con el concepto de la tapa en la ciudad», subraya.
Siempre innovando en las elaboraciones y cuidando el trato al cliente. Durante veinte años, entre 2002 y 2022, regentó este templo que aún sigue abierto con su nombre y que mantiene la esencia que él le dio. En la primavera de ese último año, tras la dura pandemia, Jero traspasaba el local. Le pesaban ya los años de hostelería -comenzó a los 14 en el oficio- y también unas dolencias en las rodillas, según confesaba en una entrevista. Era hora de descansar, aunque su hermano continuó la saga con el proyecto del restaurante Pico Fino.
Visiblemente emocionado, Tomás, 'Titi' para los amigos, lo define como «el mejor hermano del mundo». «Ahora aprovechaba para viajar, para estar con sus amigos y para disfrutar del pueblo de su mujer, San Miguel del Arroyo... esas cosas normales que cuando estás en hostelería no se pueden hacer», comenta Tomás muy afectado.
Quienes deseen despedirse de Jero pueden hacerlo hoy jueves en el Tanatorio El Salvador a partir de las 17:30 horas y durante la mañana del día 22 hasta las 18:00 horas. El viernes día 22 de agosto de 2025 a las 13:00 horas se realizará una ceremonia homenaje, donde familia y amigos se reunirán «para recordarlo con amor, compartir anécdotas y honrar su memoria».
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