

Alfonso Pahíno
Cantante
«En unas horas pasé de ser el elegido para Eurovisión a ver que iba Remedios Amaya»Secciones
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Alfonso Pahíno
Cantante
«En unas horas pasé de ser el elegido para Eurovisión a ver que iba Remedios Amaya»«¿Quién maneja mi barca?» se preguntaba Remedios Amaya en 1983 en el escenario del entonces Rudi-Sedlmayer-Halle (Munich), hoy Audi Dome. «José María ... Calviño», podría haberle respondido Alfonso Pahíno (Valladolid, 1952) que en cuestión de horas pasó de recibir una llamada en la que desde Prado del Rey le aseguraban que era el elegido por TVE para representar a España en el Festival de Eurovisión con su canción 'La llama del amor', a escuchar en la radio de boca del llorado Pepe Domingo Castaño a la mañana siguiente la noticia de que la escogida era la joven sevillana.
«Estaba en TVE Ricardo Suárez, hermano de Adolfo Suárez, que había sido director general, y yo tenía buena amistad con Chema, el pequeño de los hermanos, con el que trabé amistad en la discoteca Long Play en la noche madrileña y que me mantenía al tanto».
Al tanto de un proceso de selección interno, alejado de votos del público y que en el último momento le dio una larga cambiada a la carrera musical de Pahíno. «Ha habido una movida aquí de la leche porque nos han dicho que teníamos que ir a algo típico español, que llevaríamos a la que quedó segunda, que es más de raíz flamenca y hay que vender España», le dijeron al cantante vallisoletano cuando por fin, días después de la sorpresa, le llamó Ricardo Suárez para disculparse y explicarse.
Con la llegada a Televisión Española de José María Calviño, primer director de la radiotelevisión pública propuesto por el Partido Socialista, la nueva cúpula hizo cambios en el perfil de selección de canciones para el Festival de Eurovisión, apostando por un proceso interno representativo de los nuevos géneros musicales que estaban surgiendo en el país, entre ellos el nuevo flamenco. «Hay que vender España», defendían, en efecto, desde los despachos para justificar el cambio. Y tanto. La dejaron vendida, empatada a cero puntos con Turquía como farolillo rojo del festival, que al año siguiente, un poquito por la decepción, otro poco por el mal perder y la soberbia fue relegado a La 2 de TVE.
Ni a la OTI
Pero ni ese revés ni el sufrido algún tiempo antes, en 1978, al año siguiente de su consagración en el Festival de Benidorm, cuando in extremis se quedó sin representar a España en la OTI con su 'Yo soy gitano' en favor de su amigo el riojano Chema Purón con la canción 'Mi sitio', suponen un recuerdo amargo para Pahíno, que se mueve entre la austeridad castellana y el estoicismo del que busca la felicidad a través de la virtud, el autocontrol y la aceptación del destino. Si años después la culpa de no defender su canción en Eurovisión fue de la impronta Calviño al frente de RTVE, la de quedarse sin OTI fue fruto de las guerras entre discográficas por dar visibilidad a sus artistas.
Y lo de aceptar el destino aunque sea ingrato por parte de Pahíno no es postureo. Aquí, en la Hemeroteca de El Norte, están las pruebas...
Julio de 1973, en la sección '3 minutos' del decano, Julián Lago, dos décadas antes de convertirse en conductor de la televisiva 'La máquina de la verdad', pregunta a un Alfonso Pahíno de veinte años que aspiraba a hacerse un hueco en la industria musical: «¿Te das cuenta de que esto es una lotería que no puede tocar a todos y sois muchos los que lleváis número?». «Perfectamente. Tenía que ser ciego si no viera que hay grandes intérpretes postergados y otros que no son tan grandes, algunos muy malos, que están en la cúspide de la fama», respondía el aspirante. «¿Qué suerte de las dos preferirías que fuera la tuya?», inquiría Lago. «Con sinceridad, la primera». En la siguiente pregunta, Lago le buscaba las cosquillas al pipiolo. «¿Te resignarías a pasarte la vida de boite en boite, sin ser nadie?». «¿Por qué no? Al fin y al cabo es cantar, y eso no me parece ninguna deshonra; pero con ello no quiere decir que dé por perdida la batalla y que no venga dispuesto a luchar».
«Tal cual», le aplaude satisfecho el Pahíno de 72 años al de 20. «Soy un privilegiado porque me he dedicado a mi vocación porque me gusta. Y mi profesión me ha dado libertad de aprender, de expresarme, siendo consciente que es una profesión muy difícil y de muchos altibajos. He sido como un corredor del Tour, he subido y he bajado y he llegado a la meta porque después de más de cincuenta años que llevo en la profesión, sigo ahí, en plenitud de facultades».
«No tengo derecho a quejarme ni a reprocharle a nadie si me han promocionado poco o si tendría que haber tenido más éxito, como a veces me dicen con cariño mis seguidores. Quién lo sabe. A lo mejor yo no hubiera sido tan feliz como soy yo ahora, un privilegiado que sigue en la brecha y que este mes de mayo ya he dado nueve conciertos», afirma satisfecho.
«Muchos de los que empiezan ahora conciben esta carrera como un esprint, en el que lo que importa es llegar enseguida a meta. Vivimos en una sociedad de consumo. Todos quieren llegar al número 1 y forrarse. Yo tuve dos o tres años en la cima tras el Festival de Benidorm (1977) y ese verano fui el artista español con más galas, pero luego hay que seguir».
La mili
Y es que Pahíno se considera alguien con suerte, al que no le faltaron en momentos decisivos golpes de fortuna que premiaron su talento. Como en diciembre de 1973, en el Festival de la paz en el teatro Calderón un certamen de canciones de convocatoria nacional en el que compitió con un tema compuesto por él mismo titulado 'Quiero la paz'. «Que no, que el título no estaba escogido para agradar, ni para tener ventaja es que las canciones tenían que abordar ese tema», defiende.
Además de ganar el premio revelación en ese certamen, Pahíno conoció a dos artistas que iban a jugar un papel decisivo en la forja de su carrera musical, Manuel de la Calva y Ramón Arcusa, que dos décadas después de su irrupción en la música como el Dúo Dinámico habían aparcado el escenario, al que volverían más tarde, para descubrir talentos y producir a nuevos artistas.
«Ese mismo día me instaron a que me trasladase a Madrid para empezar una carrera musical, pero era el mes de diciembre y yo en abril del año siguiente tenía que entrar en el servicio militar, por lo que era imposible». Así lo entendieron los que querían ser sus padrinos musicales, que le emplazaron a posponer la conquista de la capital, desafío que puso en marcha meses después, tras cumplir con la patria en Capitanía de Valladolid [en el Palacio Real, en San Pablo], donde cumplió un servicio de duración reducida por su condición de casado y donde tuvo la suerte de dar con un brigada benevolente que se hacía el despistado con el pelo no excesivamente rapado del artista.
Y de ahí al Festival de Eurovisión de 1977, donde con 'Aléjate' obtuvo la triple corona, Mejor canción, Mejor intérprete y Premio de la crítica, la única vez que esos tres premios han recaído en el mismo concursante. «Aquel escenario inmenso y la orquesta en directo. Recuerdo que en las primeras estrofas no me oía y no sabía cómo estaba sonando», recuerda aún de aquella actuación, premiada con 750.000 pesetas (4.500 euros) y la garantía de muchos bolos, de programas de televisión incluidos, como los que hacía en directo José María Íñigo.
De ahí también a compartir escenario con otros artistas a los que Pahíno siempre ha considerado amigos. «Amistad y respeto, siempre. Mi estado de whatsapp es 'Carencia de envidia' y así lo he sentido». Y eso hizo más fácil que funcionase la gira por Iberoamérica con el espectáculo 'Jesucristo Superstar', que llenó teatros por donde pasó pero que se quedó a la mitad de lo previsto por la detención de su productor estadounidense, que se hizo un poco de lío con del haber y el debe.
En Madrid fijó su residencia durante años, los de triunfo en Benidorm y los posteriores, cuando era un artista de los de gira larga, en coche por casi toda la península, «por las carreteras de entonces y con los coches de entonces», recuerda. Después, motivos profesionales le llevaron a fijar su residencia en Gijón, donde simultaneó su carrera musical con la responsabilidad de la dirección de una sala de fiestas mítica de la ciudad asturiana, Play Boy, hasta que acabó agotado por las interminables jornadas de trabajo.
Después regresó a Valladolid, donde dice que siempre se ha sentido querido y reconocido. «Donde he hecho trizas ese principio según el cual nadie es profeta en su tierra». Y con su regreso a Valladolid fija su residencia en Zaratán, un municipio donde durante sus primeros años de carrera había tenido una presencia de 'artista residente', casi semanal, en la sala Yuma. Pero también cantó en aquellas boites como Isy, en Tudela de Duero; La Oka de Tordesillas y La Oka de Medina de Rioseco; Jessbe, de Laguna de Duero; Los Lobos, de Tudela de Duero; la sala 007, de Rueda. Y en establecimientos de la capital, como Pussy Cat, en el 48 del paseo de Zorrilla, que se anunciaba como el music-hall de Valladolid. Presencias que venían a cumplir aquel augurio de la entrevista de Julián Lago en los años del despegue, eso de 'de boite en boite', pero siendo alguien.
«Alguien con los pies en el suelo. Yo aprendo de mis errores. A mí me dan una lección de humildad todos los días. Termino un concierto donde sea y luego no le niego a nadie hacerse fotos conmigo, atenderles, y eso que esa parte me cansa más que la propia actuación, pero soy feliz porque veo a la gente feliz. Y me vuelvo a casa a tomar la cañita ahí en la en la chocolatería [Chocolat, en Zaratán] y entro con un buenas noches y la gente ni me devuelve el saludo, me vuelve a poner en mi sitio, con los pies en la tierra», responde feliz con lo que hace y con lo que ha sido, aunque reconoce que si pudiera haber cambiado algo de aquel chaval que soñó con vivir de la música se habría tomado en serio aprender inglés. «Me cerró la posibilidad de actuar en Inglaterra, de donde me llegaron ofertas», pero no impidió su triunfo en la hispanohablante Miami, donde le bautizaron como 'voz de fantasía'.
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