Fiestas de Valladolid
El viaje en una Espace sin aire acondicionado que inspiró desde Málaga la Feria de DíaSiete vallisoletanos viajaron en 1999 a la ciudad andaluza para importar el germen de la fiesta gastronómica de calle que, tras 25 años de éxitos, se ha trasladado a otras provincias de Castilla y León y a Cantabria
Un festín gastronómico para conseguir dar vida, hacer ciudad y confraternizar a los vallisoletanos. La Feria de Día ha sido el auténtico revulsivo para impulsar ... las fiestas de la capital que pasaron de San Mateo a la Virgen de San Lorenzo de un año para el siguiente, de 1999 a 2000, con una estadística de la Agencia Estatal de Meteorología donde el buen tiempo se adueñaba en el histórico de los primeros días de septiembre mientras que prácticamente siempre era adverso en la tercera semana.
Y así, intentando asegurar el sol y alejar las lluvias, las tradicionales ferias tenían que cambiar de siglo consiguiendo que verdaderamente fueran unas celebraciones donde los ciudadanos las viviesen y sintiesen en las calles. Aquí se construye la Feria de Día con alma de Valladolid pero espíritu de Málaga. Todo empezó con pincho y bebida a 250 pesetas y ahora estamos en lo mismo por 3,50 euros.
Ésta es la historia de los conocidos como 'Los siete de Málaga'. La historia enraizó gracias a la iniciativa y al entusiasmo de Alberto Gutiérrez Alberca, entonces concejal de Cultura y Fiestas y actualmente edil de Movilidad; además del técnico municipal Carlos Heredero, y una representación de cinco hosteleros de la ciudad: Fernando Pérez, presidente de la Asociación Provincial de Empresarios de Hostelería (Apeh) de Valladolid, junto con Óscar Zapico, Javier Sinovas, Ramón Molpeceres y Alfonso García. Todos camino de la Costa del Sol en dos coches, un Renault Espace, sin aire acondicionado, recuerdan, en pleno mes de agosto, para conocer la feria de la capital malagueña que honra a la Asunción de la Virgen en torno al 15 de agosto.
Valladolid y Málaga dos ciudades hermanadas por una feria gastronómica pero cada una con su estilo, su carácter, su raigambre… Sus peculiaridades, sus viandas y caldos típicos. El sol sureño significó vitamina e ideas para el sol pinariego y en menos de un mes se consiguió montar el germen de la Feria de Día con unas 40 casetas o negocios dispuestos en las calles y con mucha ilusión del sector alrededor de un proyecto que ha acabado siendo el alma mater de la Feria de Día de Valladolid.
Un proyecto alcanzado con el «esfuerzo, entusiasmo y carisma» de muchos hosteleros, la tenacidad del anterior presidente de la patronal del sector, el fallecido Fernando Pérez, y gracias también «al apoyo sin fisuras» del anterior alcalde, Francisco Javier León de la Riva como también se recoge en el libro 'Pinchos de Oro de Valladolid' editado por la asociación hostelera.
Málaga en fiestas realmente tiene algo así como feria de día y feria de noche. La feria de día se desarrolla en el centro histórico de la ciudad, con la calle Larios como epicentro, y se caracteriza por casetas en patios, colegios… En un ambiente familiar y hasta la hora del inicio de las corridas de toros. Por la noche la fiesta se traslada al recinto ferial para en un ambiente más de casetas, muchas privadas, continúa la fiesta. En Valladolid el concepto que se ideó fue la instalación de casetas adscritas a los bares y restaurantes, en los comienzos se abrió la mano incluso a los bares de copas, para crear un ambiente festivo tanto de día como de noche por el centro. «Allí contratan al hostelero por diferentes colectivos y asociaciones y aquí es el empresario quien gestiona su caseta. Es muy diferente, pero nos sirvió para idear y crear», explican.
Recuperar la fiesta en el centro
Alberto Gutiérrez y Alfonso García, concejal y empresario hostelero, respectivamente, explican en este sentido que «el centro de la ciudad estaba muerto en fiestas a excepción de las horas de los conciertos en la Plaza Mayor, la Feria de Muestras, los fuegos artificiales en Las Moreras». Es más, en aquellos años hasta muchos bares o restaurantes llegaban a cerrar por vacaciones en la semana de San Mateo «porque el ambiente gastronómico más festivo estaba en la Feria de Folclore y Gastronomía». Y con «pericia, viajes y muchas reuniones» idearon la Feria de Día «para llevar la fiesta a la calle también en el centro». «Todo fue muy rápido en la primera edición, pero se consiguió muy dignamente, incluso con muchos hosteleros que no lo veían», explica Alfonso García. «¡Y vaya que funcionó!» exclama ahora al recordar, por ejemplo, que él mismo llamó al empresario dueño de Blape para el alquiler casi de inmediato, en tiempo récord de petición, para poder contar con medio centenar de casetas de obra que hicieran las veces de bares. «Así empezó todo, con gente muy implicada, con muchas ganas y con gran apoyo de la ciudadanía», subraya.
«Se dio vida a las ferias de Valladolid y el buen hacer, aún con sus cosas, la buena prensa y el masivo apoyo de los ciudadanos significa en la actualidad que la Feria de Día sea una proyección nacional de la gastronomía y sus fiestas», declara el concejal junto a Alfonso García, anterior dueño de Don Bacalao, quien ya se adelantó en conseguir ambiente en el centro con una gran sardinada popular que montó en la plaza de las Brígidas un año antes. «Y el cambio de fechas ya consiguió hacerlo todo», coinciden al destacar «el gran papel y acierto de Javier León de la Riva al decidir el cambio alrededor de la verdadera fiesta de la ciudad, el 8 de septiembre, el verdadero día de la Patrona de Valladolid».
«La organización siempre es compleja, pero en aquellos años más, por ser la novedad. La logística y la implicación de muchos sectores auxiliares incluido el personal municipal fue y es muy importante para un correcto desarrollo» se explaya Alberto Gutiérrez al incidir en el tema sanitario ligado a la gastronomía y la higiene de las casetas «que en muchos casos fue y es la asignatura pendiente por mejorar». «Al principio se descontroló un poco pero conseguimos enderezarlo», reconoció en total colaboración con la asociación de hosteleros «y su alma mater Fernando Pérez». «Pero hay que seguir cuidándolo, no puede valer cualquier cosa», dice.
Con esta «experiencia magnífica» de 'Los 7 magníficos' la capital vallisoletana supo rehacer sus fiestas haciéndolas «singulares» y que en la actualidad son foco en el exterior por su gastronomía pero también por su ambiente. En esta cuestión también se intervino desde el principio, «se quiso cuidar todo», señalan Alberto y Alfonso, «planteando bandas y charangas que se trasladasen con su música sobre todas las zonas con unos horarios definidos porque había muchísima gente que les seguían». En la actualidad se está cambiando al modelo de pequeños grupos con música estática, es decir, en un escenario, «aunque es verdad que la asignatura pendiente ahora es ajustar los decibelios porque en algunas zonas la conversación entre amigos se lleva peor por el alto volumen de los pequeños conciertos aunque es verdad que dan mucho ambiente».
Bebida refrescante e identitaria: Lorencito
Otra de las señas de identidad de la Feria de Día de Valladolid, desde sus comienzos, es la bebida conocida como Lorencito convirtiéndose en un elemento tan original como arraigado aún nacido con aires sureños. Porque la idea también vino a la capital desde Málaga, la ciudad donde se forjó el espíritu de esta cita gastronómica pero con diferencias. Con muchas diferencias. Así lo constata Alfonso García, reconocido hostelero quien dio una vuelta al rebujito convirtiéndolo en Lorencito. La bebida andaluza es una mezcla de vino fino o manzanilla, refresco de lima-limón y hielo mientras que la elaboración vallisoletana está hecha a base de vino verdejo y también lima-limón. Una bebida refrescante que tuvo muchos seguidores al comienzo, como recuerda Alfonso, pero que sigue estando presente en las barras de la Feria de Día. De aquellas, por otro lado, surgió el Pucelita, un cóctel a base de licor de mora, tequila, una bebida gaseosa y hielo inicialmente consumido, aunque no terminó de convencer.
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