Ver fotos
Un Aguado valiente corta una oreja de ley
El triunfo podría haber sido mucho más sonado de no haber fallado con la espada mientras que Morante tuvo que escuchar pitos en dos de sus tres actuaciones
Por dónde empezamos? Por las expectativas. Porque Sevilla tuvo que ser, sí, pero en Valladolid. Después de lo de Ronda…La ilusión por presenciar el ... partido de vuelta. El Betis y el Sevilla. La Hermandad del Baratillo y la de las Penas. El que está y el que llega. La veteranía y la novedad. Morante de la Puebla y Pablo Aguado en su propia liga.
Un mano a mano que se coló una noche en la que se pedía «paciencia» tras la salida de los carteles de la feria de Nuestra Señora de San Lorenzo de Roca Rey y que levantó la expectación deseada. Al menos, inicialmente. Eso es historia, un pretérito que ayer fue difícil de conjugar.
¿Cómo continuamos? Con la realidad. Con una corrida de remiendos en la que los anunciados toros de Juan Pedro Domecq se convirtieron en dos del hierro citado, otros dos de Jandilla y dos más de Domingo Hernández. ¡Vaya usted a saber!
La lentitud del toreo de Aguado volvió a dejar los mejores momentos
Una tarde en la que la plaza no pasó de los tres cuartos de entrada, y eso que algunos lo defendían como el cartel de la feria, y en la que el viento, también ayer, sí, condicionó la lidia. ¡Qué nos quedará por ver!
Un festejo en el que Pablo Aguado se mostró valiente, torero y en el que la lentitud de sus pases, tanto con la capa como con la muleta, volvieron a levantar los olés más sentidos. Había ganas.
Lo de Morante fue de mal en peor, aquello no remontaba, ni con viento ni sin él, y había quien se la tenía jurada desde antes de empezar: «Este es el toro que te gusta a tí, Morante, ¡qué vergüenza! Más que vergüenza, si se me permite, decepción.
Lo concreto. El primero de los toros de Juan Pedro fue pitado desde el inicio, carecía tanto de fuerza como de presencia pero la lidia siguió su curso. Morante dejó muletazos sueltos por ambas manos que el público estaba deseando aplaudir, pero hasta ahí.El primer mitin llegó con la espada. Suerte contraria, natural, al derechas y al revés, para entrar a matar hasta en siete ocasiones y finiquitar al astado con un certero descabello. Pitos para toro y torero.
Morante de la Puebla firmó una tarde decepcionante
En su segundo, el tercero de la tarde, los primeros capotazos al de Jandilla fueron como una especie de luz al final del túnel, parecía que había ciertas ganas, sana competencia pero rápido se encargó de que pusiéramos los pies en el suelo. Morante no compite con nadie. El toro no iba sobrado de fuerzas y de presencia, insignificante, pero el torero fue por la vía rápida y cazó al toro con una media estocada. Silencio.
En el quinto, un colorado de Domingo Hernández y el de más peso de toda la corrida con 542 kilogramos, Morante demostró sus intenciones desde el primer minuto, tanto es así que salió directamente con la espada de matar eso sin tener en cuenta que con el capote ni consiguió pararlo. No expuso ni un alamar. Fue tal la situación que no se entendió ni la brega, quién estaba al mando. Un despropósito. Los gritos de «¡fuera, fuera! sonaron rotundos en la plaza, la pitada fue sonora y sonada.
Lo de Pablo Aguado fue otra cosa. Su torería quedó demostrada desde el momento que salió al ruedo el segundo de Juan Pedro, con más recorrido pero igual de justo en la presentación. Otra vez hay que volver a insistir en lo que tantas veces se ha dicho, en cómo torea el joven sevillano de despacio tanto por la derecha como por la izquierda en el caso de la muleta y la buena esencia que desprende, igualmente con el capote.
En este primer toro el acero le privó de haber cortado una oreja y aunque recogió la ovación del público quizás no hubiera estado de más que diera la vuelta al ruedo. Su buena faena, de bellos remates se quedó en nada a cuenta de esa espada. Los olés de dos minutos antes quedaron en el olvido a la hora de rendir cuenta. ¿Es justo?
Al cuarto de la tarde, otro toro de Jandilla, no le cogió el aire con el capote pero en el turno de muleta llegaron derechazos prodigiosos, templados, con un toro encastado en el que el torero estuvo por encima. Tuvo que escuchar el aviso porque tardó en entrar a matar. La estocada fue trasera pero suficiente. Una oreja de ley.
Destacó Iván García con sus dos pares de banderillas que recogió la ovación del respetable.
En el último de la tarde, otro de Domingo Hernández, mejor presentado que el anterior pero de carácter mirón, Aguado estuvo muy valiente, se la jugó aguantando al mansurrón. Tuvo la puerta grande en sus manos, también un susto al intentar llevar al caballo galleando pro chicuelinas pero se vino arriba y tras brindar el toro a Jiménez Fortes, de su muleta solo volvió a salir belleza. La espada, una vez más, su cruz, hasta cinco pinchazos y una media tendida que no dieron para más. Esa espada, que es mi pena mi penar, tendrá que recuperarla este invierno para volver a examinarse, seguro que con nota la temporada que viene.
Por último, mención especial para la fantástica banda a los que tan pronto reclaman tocar como callar, ayer, los propios toreros. ¡Unos incomprendidos!
¿Tienes una suscripción? Inicia sesión