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María Becerra, durante un momento de su concierto en la Plaza Mayor. Iván Tomé

Valladolid

María Becerra deja afónica a la Plaza Mayor en un concierto fugaz y con parón

La cantante argentina saca todo un arsenal de canciones en una actuación de apenas 75 minutos... y con un corte de casi diez para atender a una persona del público indispuesta

Víctor Vela

Valladolid

Viernes, 12 de septiembre 2025, 00:43

La noche es un manojo de nervios y expectación, de jóvenes impacientes que llevan horas de espera en primera fila y padres que miran ansiosos ... el reloj, a ver si empieza lo que no tardará en acabar. Porque, aunque todavía no lo sepan, la cosa será cortita. Apenas 75 minutos. El concierto de María Becerra no llega a los 54 de C. Tangana en 2018, pero aquí es que ha habido un corte indeseado de casi diez. Pero ya llegaremos a eso.

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De momento, digamos que en estos instantes previos, la Plaza Mayor es un runrún de incertidumbres, de gargantas listas para quedarse afónicas, de móviles preparados para no dejarse nada sin grabar. Ahí arriba colocan bártulos y aquí abajo, miles de personas (muy poco adoquín sin pies) observan atentas cualquier movimiento para ponerse de pronto a rugir. Salen los músicos y un murmullo se expande entre la concurrencia, como se desparraman las mallas de naranjas al dejarlas en el suelo. Los focos lanzan los primeros relámpagos y un clamor estratosférico inunda la Plaza Mayor. Los cañones disparan toneladas de electricidad y Valladolid, apagada y en penumbra hasta ese momento, se convierte de pronto en una supernova, con cientos de luces cegadoras como si esto fuera un quirófano, un pasillo del Druni, Vigo en Navidad.

Emerge la silueta de la cantante y el público se convierte en un altavoz de gritos, de aullidos, de piropos escandalosos que salen desfogados como un torito en el encierro, como adolescente en su primera noche de farra, como Óscar Puente con hambre de Twitter.

Todo es ruido, luz y curiosidad cuando María Becerra saluda a la concurrencia y comienza a cantar 'Corazón vacío', el tema con el que estrena su concierto. El griterío es tan inmenso, hay tanto fragor entre la chavalería, que a veces cuesta escuchar las canciones. De entenderlas, mejor ni hablamos. Porque entre el entorno atronador, la velocidad de las melodías y las rimas atropelladas (vacío, frío, mío, mentido) cuesta descifrar el sentido de tanta estrofa, si es que no te las has estudiado con anterioridad.

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La 'nena de Argentina' dejó para el final las canciones más celebradas de la noche, como 'Los del espacio' y 'Automático'

María Becerra sale surfeando por encima de los gritos y clamores, subida a esa ola de cantantes empoderadas (Lola Índigo, Aitana, Ana Mena) que bajan escaleras, combinan pop urbano y reguetón, merengue electrónico y coreografías imposibles de repetir. Uno intenta replicar en casa lo que bailan ahí arriba y termina enredado como en una partida de Twister.

«Es muy hermoso venir desde tan lejos y que te hagan sentir como en casa, que te estén esperando desde temprano», dice María Becerra, mientras invita a todos a sumarse a un fiestón que, sin embargo, tiene que interrumpir durante casi diez minutos. Han sonado 'Wow wow', 'Ojalá', 'Agora' y 'Así es la vida' (con sus ritmos bachateros) cuando, justo al empezar 'Adiós' (como si el título ya fuera una premonición), la cantante pide a sus músicos que se callen un segundo, que detengan la actuación. «Me parece que ahí hay alguien que se encuentra descompuesto o descompuesta», dice mientras señala al centro de la Plaza Mayor. «Creo que ahí necesitan asistencia». Y como tarda en llegar, la cantante añade: «¡Qué pedo! Esto es un evento multitudinario, no puede ser que no haya nadie para atenderla». Y entonces, después de anunciar que repartirán agua en las primeras filas, añade que continuará la actuación cuando la situación se haya resuelto.

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Así que la artista se vuelve entre bambalinas y, casi diez minutos después, regresa a ritmo de cumbia. Valladolid ya está entonces recuperada y se pone de nuevo a cantar, a bailar, a perrear... y a volverse loca cuando suena 'Miénteme', con cada golpe de cadera acentuado por los cañones de humo y las salvas de confeti.

Después de ese ratito «con las botellas pa'l cielo y los culos pa'l suelo», la Plaza Mayor se pone mimosona. «Este es uno de mis bloques favoritos, ya que soy una romántica de la vida», dice la artista, quien desvela que muchas de las canciones que suenan a continuación, como 'Tatu' o 'Dime cómo hago', están dedicadas a su pareja.

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Las revoluciones se recuperan con 'Ramen para dos', una de tantas canciones llenas de apócopes y aféresis, pa' darle 'flow' o lo que sea a la interpretación. «No quiero hacer música desechable, quiero que perdure en el tiempo, no que sea viral y se olvide a los dos meses», ha asegurado en alguna entrevista María Becerra. Así que habrá que dejar para la hemeroteca el título de alguna de esas canciones para comprobar si dentro de unos años es verdad que se recuerdan.

De momento, aunque el triunfo del futuro sea incierto, la conquista del presente es arrolladora. María Becerra es un torbellino que comenzó hace una década subiendo 'covers' y tutoriales de baile a Youtube y que ahora llena estadios y plazas mayores como esta de Valladolid. Podríamos decir, porque no le hacemos ascos a ningún juego de palabras (por malo que sea), que siendo hija de un cardiólogo, no es extraño que conquiste tantos corazones. Esta última frase (y no solo esta) es deprimente, pero qué le vamos a hacer. Aquí hemos venido a jugar.

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Y el juego continúa con canciones como 'Infinitos como el mar' (mientras sube a gatas las escaleras), como 'Entre nosotros' (con géiseres de pirotecnia desde el frontal del escenario), como 'Cuando hacemos el amor' (y María se arrodilla y tumba en el suelo), como 'Sexo es la moda' (y ella con gafas de sol) o como 'Cuando te vi', una de las más jaleadas de la noche y, como en casi todas las que son colaboraciones, con las voces del compañero pregrabadas. Todas suenan mientras los focos llenan el escenario con sus charcos de luz (muchos tonos cálidos: rojos y anaranjados) y María Becerra chapotea en ellos como la niña que estrena katiuskas el primer día de lluvia, antes de enfilar un final celebradísimo, con 'Los del espacio', '¿Qué más pues?' y 'Automático'.

Y cuando María Becerra se va (muy pronto), cuando la música termina (sin llegar a la hora y media), las luces se apagan, los gritos vuelven a las gargantas afónicas y las adolescentes recogen sus cartulinas, entonces la ciudad se lleva la fiesta a otros territorios (Las Moreras, discotecas, after hours, por ahí) o la resaca a otros dormitorios. El eco de las esdrújulas de 'Automático' (el fanático, el neumático) se pierden en esta ciudad que se despide de uno de los conciertazos (en intensidad), conciertillos (en duración) de estas ferias, para comprobar que por muy perfecta que sea la noche, el amanecer siempre llega antes de lo deseado para apagarlo todo.

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