Fallece en Madagascar Juan Medina, el misionero que dejó Cogeces por África
El paludismo acaba con la vida del sacerdote de 56 años que «quiso trabajar donde la pobreza es más extrema»
«Era una persona muy sencilla, él mismo decía que era del montón, aunque tenía un sentido del humor extraordinario», subraya su amigo íntimo Pablo ... Figueros. El fallecimiento el pasado jueves en Madagascar del misionero vallisoletano Juan Medina a causa del paludismo ha conmocionado a la Diócesis y a los que le conocían y querían. El sacerdote, de 56 años, ejercía en Maintirano, en la zona oeste malgache, en la costa del Canal de Mozambique, donde llevaba casi una década trabajando junto al obispo vallisoletano Gustavo Bombín. Fue un viaje a Zambia y a Zimbaue junto a Figueros el que despertó la pasión de Medina por África y le animó a dar el salto a un continente necesitado de un compromiso que este hombre asumió con todas sus consecuencias. Cuenta Antonio Verdugo, sacerdote y colega de este vecino de la Rondilla, que desde su llegada quedó cautivado. «Él quería trabajar donde hacía más falta, donde la pobreza es más extrema», relata el párroco de Santo Toribio.
Ordenado en 1991, dejó su iglesia en la localidad de Cogeces del Monte y partió a Togo, donde se incorporó al grupo de religiosos españoles que trabajaba en Dapaong, al norte del país. Al regresar a España, entró en contacto con el trinitario Gustavo Bombín, que había sido nombrado prelado de Tsiroanomandidy, en Madagascar. Cuando este se hizo cargo de nueva diócesis de Maintirano, creada por el Papa Francisco en 2017, Juan Medina le acompañó en su nueva tarea pastoral y misionera.
La periodista de El Norte de Castilla, Victoria Martín Niño, muy amiga de Medina, le define como «una persona entrañable, generosa, muy irónico y muy consciente del mundo en el que vivía». «El veía la vida desde esa esquina, que es África», resume. «Estudió para cura, pero tuvo que aprender todos los oficios mundanos para ejercer su misión, que traspasó con mucho lo pastoral; lo mismo construía casas para sus parroquianos, que les ayudaba en las cuestiones médicas; lo que menos esperábamos sus amigos era verle como capataz de una cuadrilla de albañiles para arreglar las viviendas de sus feligreses», desvela la redactora. Este diario le llegó a ofrecer que contara sus experiencias en el periódico, porque sus relatos y anécdotas, narradas con un humor que todos destacan, hacían disfrutar y aprender mucho a su gente. Sin embargo, él declinó la propuesta «por pudor».
Aficionado al fútbol –fue socio del Real Valladolid–, amante de los viajes y de la Historia, Medina nunca pedió el interés por su tierra. «Cuando hablábamos por teléfono siempre nos preguntaba qué tal el campo, si había llovido, cómo iba la cosecha... Le preocupaba cómo le iba a la gente de los pueblos de los que se encargó como sacerdote», recalca Figueros.
El misionero, que desde que inició su andadura en África sufrió varias enfermedades propias de aquel continente, comenzó a sentirse mal hace varias semanas. Fue trasladado en avión desde Maintirano a la capital de Madagascar, Antananarivo, con un paludismo grave que, esta vez, no ha podido superar tras quince días de agonía. Este viernes Gustavo Bombín celebró el funeral en el país al que dedicó parte de su vida. Su cuerpo fue incinerado y sus cenizas han sido enviadas a Valladolid para ser entregadas a sus familiares. La misa de despedida en su ciudad se celebrará el próximo martes, 30 de noviembre, en la Iglesia de Santa Teresa, en el barrio de la Rondilla, a las 17:30 horas. El cardenal arzobispo Ricardo Blázquez, oficiará esta eucaristía. Descanse en paz.
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