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Una enfermera atiende a un escolar. JOSÉ C. CASTILLO
Sanidad / Educación

Enfermeros escolares que cuidan y educan

Once centros vallisoletanos, la mayoría de Educación Especial, cuentan con sanitarios que atienden las emergencias de los alumnos. Su labor es fundamental también como agentes de salud y educadores en hábitos saludables

Laura Negro

Valladolid

Lunes, 24 de enero 2022, 00:11

Los padres agradecen su presencia y sus cuidados en las aulas. Les hace sentirse más tranquilos sabiendo que sus hijos están bien atendidos mientras aprenden. Para ellos, contar con un equipo de enfermería en el centro educativo de sus pequeños, no es un lujo, es una necesidad. También para los profesores, que se sienten más seguros en el desempeño de sus funciones. Actualmente, en la provincia de Valladolid, hay cinco enfermeros contratados por la Consejería de Educación, que atienden a 11 centros educativos. Se trata, en su mayoría, de centros de educación especial, o con un aula sustitutoria de centro de educación especial. 

Con el objetivo de garantizar la equidad e inclusión educativa a los alumnos con más dificultades sociosanitarias, la Junta de Castilla y León ha regulado mediante orden, el proceso para la contratación de personal sanitario en aquellos centros escolares que lo precisen. Los que lo han solicitado, principalmente son centros con alumnos de corta edad, con diabetes tipo I, que por sí solos no pueden llevar un correcto control de la enfermedad. Para su contratación es necesario un informe médico y que la Gerencia Regional de Salud lo evalúe favorablemente después de analizar cada caso. «Se trata de casos, excepcionales y muy concretos», señalan desde la Junta.

Para los centros de educación especial, los enfermeros son una figura imprescindible en situaciones de emergencia o cuando hay que administrar algún tratamiento. En el Colegio de Educación Especial número 1 de Valladolid son Ana Isabel Poncela y Aurora Fernández las sanitarias que desde hace 11 años velan por la salud de los más de cien alumnos de este centro, todos ellos, con necesidades especiales. Su función principal es normalizar su vida escolar de forma que tengan una atención educativa, sanitaria y cuidados esenciales. «Para mí, mi trabajo consiste en darles apoyo y normalidad», dice Ana Isabel. «Aparte de prestar los cuidados de enfermería que por su patología crónica pueden necesitar, también realizamos una función educativa en materia de hábitos saludables y asesoramos al profesorado y a los distintos especialistas», completa Aurora.

Patologías diversas

La pluripatología de los alumnos de un colegio de educación especial como el Número 1, es muy variada, por eso, estas profesionales, en su día a día atienden crisis epilépticas, vigilan los dispositivos de aquellos niños que tienen gastrostomías y traqueostomías, además de todos los imprevistos habituales de cualquier otro centro escolar, como caídas, contusiones, traumatismos, atragantamientos o alergias. «Hay niños que necesitan cuidados todos los días y hay cuidados a demanda, si ocurre algún accidente o si su salud se resiente, varía cada día el número de niños que atendemos. Además, pandemia ha supuesto un cambio importante en el funcionamiento general del centro, nosotras coordinamos, junto con dirección el equipo covid, elaboramos protocolos, tomamos la temperatura y estamos especialmente vigilantes con la aparición de síntomas que puedan ser compatibles con el covid», explican estas sanitarias. De su trabajo «les gusta todo», especialmente el «desafío que supone el día a día». «Cuando las cosas salen bien, me voy muy satisfecha, pero cuando tienes algún problemilla te tienes que saberte reponer de todo eso», dice Ana Isabel. «Para mí, lo mejor es ver a los niños cada día. A muchos los hemos conocido cuando tenían tres años y ver como se hacen mayores es algo que te engancha. Eso también tiene sus contras, porque la evolución de estos niños es complicada. Estoy muy contenta, porque todos somos una gran familia», subraya Aurora.

Para el equipo docente de este centro de educación especial, contar con un asesoramiento sanitario continuo es muy importante. Su secretaria, Natalia Sanz, asegura que a los profesores «les da muchísima seguridad saber que están ahí». «En todas las aulas tenemos un llamador y si surge cualquier emergencia, acuden inmediatamente. Colaboran en toda la vida del centro y nos asesoran en cuanto a las alergias, dietas y atención de crisis. Ana Isabel y Aurora participan en todas las reuniones del claustro y de la comisión pedagógica y ahora, con la pandemia, nos ayudan con el protocolo. También, antes de que un alumno se incorpore al centro, ellas hacen una entrevista previa para informarse de alergias, alimentación y todo lo que sea necesario para su atención», recalca Sanz.

Pero si para los profesores es importantes, para las familias todavía mucho más. Jesús Fernández lo tiene muy claro. Si ellas no estuvieran, a su hijo Joaquín, de 17 años, «no lo llevaría al colegio». Joaquín sufre una encefalopatía epiléptica severa y padece crisis, casi a diario. «A veces son breves y no precisan de la enfermera, pero en otras ocasiones son muy fuertes y hay que administrarle un Diazepam vía rectal. Eso no lo puede hacer cualquiera. Los profesores no tienen por qué hacer labores de enfermeros. Ya bastante tienen con hacer lo suyo. Saber que Ana Isabel y Aurora están ahí, por si mi hijo las necesita, me da una gran tranquilidad. Además de controlar la medicación, también están atentas a las dietas estrictas que llevan algunos de ellos. En cualquier colegio puede ocurrir un accidente y se puede precisar una enfermera, pero en un colegio como este, es indispensable», expone.

Montse Ortega asiente cuando escucha hablar a Jesús. Su hijo Miguel, de 20 años tiene parálisis cerebral y epilepsia y también es alumno de este centro educativo. «Yo tampoco traería al niño a este colegio, ni a ningún otro, si no hubiera enfermera. Cuando hay salidas o excursiones, una acompaña a los niños y otra se queda en el centro con el resto. Y en esos casos, a veces una enfermera es un poquito escaso, ya que hay mucho trabajo. Hay niños con problemas de conducta y saben cómo actuar cuando les da un brote. Siempre están atentas de aquellos que tienen patologías graves», explica.

Julia Cívicos es la madre de Shaila, de 13 años y con una discapacidad reconocida del 70% y para ella también es una necesidad que el centro educativo de su pequeña, disponga de atención sanitaria. Shaila sufre epilepsia, pero únicamente cuando está dormida, así que, en el colegio, quitando las vacunas y alguna tirita, no ha necesitado nada más. «Antes iba a un colegio ordinario y tenía que explicar a todos los profesores cómo ponerle un Diazepam. A ellos les daba reparo, lo cual es normal, porque no tienen por qué saber manejar estas crisis. También es una tranquilidad que en el colegio les administren la vacuna de la gripe», dice Julia.

En este colegio vallisoletano, todo pasa por el control de las enfermeras, que a través de la plataforma Teams, mantienen permanentemente informadas a las familias, sobre lo que ocurre cada día con los niños, «y si tenemos que llevarles al neurólogo o a cualquier otro especialista, nos dan un informe completo y viceversa, para que ellas sepan cómo deben actuar en cada momento. Mientras estén ellas, estamos muy tranquilos», apuntan estos padres.

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