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El salón del piso de Girón en el que vivían hacinadas las víctimas. El Norte
Valladolid

Desmantelan un piso de citas en el que las mujeres trabajaban las 24 horas

El proxeneta pagaba 800 euros al mes a sus cinco empleadas, a las que vigilaba con cámaras y que dormían hacinadas en una vivienda de Girón

J. Sanz

Valladolid

Miércoles, 2 de marzo 2022, 20:38

El piso de citas, ubicado en el barrio de Girón, funcionó durante los últimos ocho años y reportó una media de 4.000 euros mensuales al proxeneta que controlaba y que prácticamente esclavizaba a las decenas de mujeres y transexuales que durante todo este tiempo ofrecieron allí sus servicios sexuales en unas condiciones de evidente explotación laboral. La casa de contactos fue desmantelada el jueves de la semana pasada en una operación policial que se saldó con la detención del dueño del lucrativo negocio, un hombre de 53 años al que el juez dejó posteriormente en libertad con cargos en calidad de investigado por distintos delitos relativos a la prostitución y contra los derechos de los trabajadores.

La denominada 'operación Café' comenzó unos días antes gracias a la denuncia de una de las mujeres que trabajaban en el piso, quien relató a los agentes las condiciones inhumanas en las que vivían tanto ella como sus compañeras. En el momento de la intervención, a cargo de los agentes de la Policía Nacional, eran cinco las mujeres y transexuales que estaban en el piso, en el que el proxeneta las obligaba a dormir hacinadas en colchones y camastros en el salón de la vivienda –las habitaciones estaban reservadas para él mismo y para los clientes– y a trabajar durante las 24 horas del día, a demanda de los clientes, sin tener descansos.

Detalle de las cámaras de vigilancia del piso de citas ocultas en un reloj y en una carcasa de ambientador. El Norte

Lo llamativo de la situación de las víctimas era que el responsable del negocio no ejercía contra ellas una violencia física, aunque sí se aseguraba su «sumisión y control». Para ello buscaba a sus trabajadoras entre mujeres y transexuales con una «situación de vulnerabilidad y necesidad, en su mayoría extranjeras en situación irregular en el país y con cargas familiares en sus lugares de origen».

Las víctimas solo podían salir a realizar sus compras en el barrio y eran controladas en tiempo real por el explotador

Las víctimas, en este sentido, tenían que residir en la vivienda del sospechoso, un piso en el barrio Girón, en el que el mismo vivía, a cambio de trabajar sin descanso a demanda de los clientes y de entregarle la mitad de las ganancias por los servicios sexuales que prestaban a cualquier hora del día y de la noche en las habitaciones destinadas a ello. El negocio generaba una media de ocho mil euros mensuales, de los que cuatro mil iban a parar directamente al bolsillo del proxeneta y el resto, ochocientos euros, se los quedaban las víctimas –un salario mensual por trabajar 24 horas los siete días de la semana–.

Las víctimas apenas tenían tiempo para salir del domicilio, en el que debían permanecer siempre en el salón y solo tenían permitido acudir a los comercios cercanos del propio barrio para realizar sus compras de comida u otros efectos personales. Pero nada más. Dentro de la vivienda eran controladas a través de distintas cámaras de vigilancia camufladas en relojes y carcasas de ambientadores y a las que tenía acceso en tiempo real el proxeneta a través de su móvil. Sus servicios eran ofrecidos a través de distintas web de contactos.

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