Covaresa se despide de su único quiosco después de tres décadas
Carlos y Fernando Galán echan el cierre de Silmarill tras 27 años en el barrio «porque la tienda da pérdidas»
«Las ventas han ido cayendo y las facturas subiendo». Después de 27 años detrás del mostrador del quiosco 'Silmarill', los hermanos Fernando y Carlos ... Galán se ven en la obligación de echar el cierre «porque la tienda da pérdidas». Aunque ambos reconocen que «el remate han sido las tasas de la basura y la compra del Verifactu (un sistema de verificación de facturas impulsado por la Agencia Tributaria para prevenir el fraude fiscal)», en las que han tenido que desembolsar «430 y mil y pico euros», respectivamente.
De esta forma, el barrio de Covaresa se despide de uno de los últimos negocios locales de la zona –quedan otros tres– y del único quiosco que abrió sus puertas en «un barrio tan pequeño como este, en el que tenemos una relación personal con los clientes porque es como un pueblito», menciona Carlos. «Es un poco triste porque es una cosa por la que has luchado toda tu vida y tienes que cerrar porque no da dinero». No hay relevo generacional porque la situación «es imposible», y nadie puede hacerse cargo «porque da pérdidas»,por lo que la mejor decisión que han encontrado es «vender el local».
«El remate han sido las tasas de la basura y la compra de la máquina Verifactu»
El envejecimiento de los vecinos explican, ha hecho que este establecimiento pierda gran parte de su clientela «porque los niños que venían a comprar gominolas, ahora son mayores y por la edad no pueden comerlas», explican los hermanos Galán que comenzaron vendiendo «cuatro gomas de borrar, cuatro lapiceros y un par de chucherías», y terminaron abasteciendo de libros escolares a los vecinos de Covaresa. Aunque destacan que «cada vez se compra menos físicamente», porque antes recurrían a ellos y ahora «los compran a través de Amazon».
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La historia de Silmarill nace del inconformismo de Carlos. Sus estudios nada tienen que ver con el negocio que ha regentado. Es ingeniero técnico forestal y decidió dar un giro a su vida porque «una mañana, trabajando en el monte, me di cuenta de que quería otra cosa», narra el mayor de los Galán. Con el dinero que tenían ahorrado compraron el local. Lo levantaron ellos mismos con la ayuda de sus familiares porque las obras que les ofrecían «nos parecieron muy caras». Tiempo después, se dieron cuenta de que la tienda no generaba los ingresos suficientes y Carlos tuvo que volver al monte «para pagar la hipoteca de la tienda», menciona.
En sus casi tres décadas de servicio, uno de los momentos más duros fue la pandemia, «pusimos el mostrador en la puerta y limpiábamos las monedas con lejía», apuntan. El más bonito «han sido los 27 años y el trato con los clientes», que el sábado decidieron juntarse para hacerles una despedida sorpresa y mostrar su cariño por los hermanos Galán antes del cierre oficial, que fue en la mañana de ayer domingo.
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