Valladolid
El cariñoso homenaje que los alumnos del colegio Maristas brindan a un profesor antes de su jubilaciónUn enorme pasillo de estudiantes de todas las etapas recibió a Fernando Campo Pascual tras su última clase: «Nunca me imaginé algo así», asevera
El pasado 22 de septiembre fue para Fernando Campo Pascual, tan emotivo como inolvidable. Era su último día como profesor del colegio Maristas CCV y ... cuando finalizó su última clase —de Matemáticas— y sonó el timbre final, todos los alumnos del colegio —desde los más pequeños hasta los de Bachillerato—, junto con sus profesores, y también antiguos alumnos, le rindieron un merecido homenaje ante su inminente jubilación.
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Al salir de su aula, se encontró con decenas de alumnos alineados a ambos lados del pasillo, aplaudiendo con fuerza, sonriendo, chocando sus manos y levantando carteles con frases que él solía repetir en clase. Entre ellas, la más célebre: «Fuera de Matrix hace frío», una sentencia que recordaba a los chicos la importancia de valorar lo cercano y que realmente importa. Así, entre vítores, sonrisas y alguna lágrima, Fernando caminaba despacio, sonriendo mientras trataba de asimilar lo que estaba ocurriendo. «Fue un momento que me emocionó muchísimo», confiesa. «Me imaginaba que algo me tenían preparado, pero nunca pensé en algo así. Sentí un cariño enorme, una gratitud que no se puede explicar con palabras», añade.
De arquitecto a profesor
La trayectoria de Fernando Campo en Maristas CCV comenzó hace 21 años y está plagada de grandes recuerdos y enseñanzas. «Fernando es un compañero que se hizo querer rápidamente al llegar al colegio», recuerda su director, Javier Arroyo. «Él es un maestro de vocación tardía. Era arquitecto, venía de diseñar casas, pero encontró su camino en la enseñanza. Desde el primer momento se notó su sencillez y cercanía hacia los alumnos. Era exigente, pero siempre atento a los que necesitaban un poco más de apoyo y de explicaciones extra. Tenía una sensibilidad especial para acompañar a los que más lo requerían», añade Arroyo.
Nacido en Sabero (León), Campo llegó a Valladolid para estudiar Arquitectura. «Yo siempre había tenido vocación docente porque ayudaba a mis compañeros a dibujar, primero en el colegio mayor y luego en la universidad», recuerda. Tras realizar un doctorado y conocer la posibilidad de dedicarse a la enseñanza, se animó a cursar el CAP. Poco después recibió la llamada del Maristas CCV, donde ha trabajado como profesor, durante más de dos décadas.
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En este centro educativo ha impartido materias como Matemáticas, Dibujo Técnico, Tecnología e Informática, tanto en ESO como en Bachillerato. Especialmente significativa ha sido su labor con alumnos con dificultades de aprendizaje. «El colegio me dio la oportunidad de trabajar con niños especiales. Esa experiencia me marcó profundamente. Uno de los orgullos más grandes que tengo es haber podido escucharles, atenderles y ver cómo progresaban», dice este maestro.
Por las clases de Fernando han pasado generaciones enteras. Algunos padres que hoy llevan a sus hijos al colegio fueron alumnos suyos. Muchos de ellos han querido hacerle llegar su agradecimiento a través de correos electrónicos y mensajes. «Yo no tengo redes sociales y no me enteraba de todo lo que circulaba, pero sí me han escrito padres y antiguos alumnos, incluso de hace más de 15 años. Algunos mensajes me han hecho llorar. Es muy bonito ver que has sembrado algo y que se ha recogido», cuenta con emoción. «Te das cuenta de que en una edad difícil como es la adolescencia, algo habrás hecho bien cuando, pasado el tiempo, ellos te lo agradecen con un abrazo o un saludo», comenta.
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Fernando afronta su jubilación con ilusión, aunque no le resultará fácil dejar atrás los madrugones, los exámenes o las charlas en el patio, ahora le toca disfrutar de otras cosas. «Me encanta dibujar y leer. Seguiré visitando edificios y, sobre todo, pasaré tiempo con mi familia y mis amigos», comenta. «El homenaje que me han hecho en el colegio me ha servido para entender de verdad todo el cariño que se había puesto en mí y en mi trabajo y para darme cuenta de que todo ha valido la pena», concluye.
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