El hostelero que dice adiós a la barra, pero no al barrio
El Huracán de Pajarillos jubila a su dueño, Julián Carbajo, que convirtió un local en sede de diferentes asociaciones y colectivos
En el barrio de Pajarillos hay un bar que muchos sienten como su segunda casa. Es el Huracán, y detrás de la barra, desde hace ... tres décadas, ha estado Julián Carbajo Martín, un hombre que ha hecho de su local mucho más que un negocio. Lo convirtió en un punto de encuentro, en una sede para peñas, moteros, árbitros, amigos y vecinos. Este hostelero se jubila en los próximos días, poniendo fin a una etapa que ha marcado la vida del barrio.
Nació en Ponferrada en 1959, pero desde niño vive en Valladolid. Sus padres, Tertuliano y Teresa, abrieron en los años 60 el bar Linares, en la calle Villabáñez. Julián se crió tras la barra y desde muy joven se acostumbró a servir chatos de vino y cañas. «Con 16 años entré a trabajar en el restaurante Rancho Grande. Me gustaba más dar servicios en bodas que la hostelería en sí. Pero cuando se jubiló mi padre en 1992, me hice cargo del negocio durante 3 años, tras los cuales, cerramos el Linares y abrimos el Huracán. Desde entonces han pasado 30 años», cuenta.
Un bar de acogida
Aunque Julián siempre dice que la hostelería «nunca me gustó del todo», lo cierto es que terminó enamorándose del oficio. Lo mejor, asegura, ha sido la gente. «Por lo general, todo el mundo es muy amable. Aquí he visto crecer generaciones, padres, hijos, y ahora hasta nietos», comenta orgulloso. «Entre mi padre y yo, llevamos 60 años poniendo cafés en el barrio. Algún cliente nos ha comentado que somos la familia de hosteleros más antigua de pajarillos», añade.
El Huracán es famoso por su tortilla, sus bravas y las patatas con pimientos —que empezó a hacer su padre—, pero también es conocido por ser sede y refugio de distintos colectivos y asociaciones. Durante años fue casa del Motoclub Los de Siempre, también de las peñas Huracán y Los Ciruelos, y desde hace dos décadas sigue siendo sede de la asociación de árbitros de peñas de fútbol Antonio Cuadrillero y de los clubes de dardos Huracán y Tifones, que organizan pachangas virtuales de dardos con aficionados de otras ciudades. «Siempre me ha gustado que el bar sirviera para más cosas que para tomar un vino», dice Julián.
Y si algo caracteriza al Huracán es su compromiso con el barrio y las fiestas de Valladolid. Julián nunca se conformó con abrir la terraza y servir cañas. Organizaba conciertos, sardinadas y distintos espectáculos… siempre de la mano de la Coordinadora de Peñas de la ciudad. Cada feria, los vecinos sabían que habría algo especial en la puerta del Huracán. «Como en el barrio no suele haber actividades, la gente lo agradece mucho. Es bonito aportar», cuenta. En estas fiestas, sin ir más lejos, ha actuado el cantante peñaflorino Kurkillo, que ha puesto una nota de flamenco en este bar de Pajarillos, y también a Zolopotroko Teatro. «Lo hacemos para todos, para mayores, para niños, para que el barrio tenga vida. Me gusta difundir cultura», dice con una sonrisa.
El adiós tras 33 años
El próximo 30 de septiembre, Julián se jubila. Ese día bajará la persiana por última vez como dueño del Huracán. No lo hace con tristeza, sino con gratitud. «Lo que más voy a echar de menos es a la clientela. He hecho muchos amigos. Lo bueno es que seguiré viéndolos, pero ya desde fuera de la barra», reconoce.
El local no se quedará vacío. Un matrimonio joven lo ha cogido para seguir con el nombre y el espíritu del Huracán. «Eso me tranquiliza. Lo que más temía era cerrarlo para siempre, porque luego cuesta mucho volver a arrancar. Así, la gente seguirá viniendo», celebra.
Mientras tanto, Julián y su mujer Encarna, el otro 50% del Huracán, se preparan para disfrutar de la jubilación haciendo viajes, pasando tiempo en el pueblo y, quedando con los amigos. «Estoy muy agradecido por estos 30 años en el Huracán. Por toda la gente que ha venido, que he conocido, y por los que sigan viniendo. El bar siempre fue de ellos», concluye.
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