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El buen tiempo y las terrazas alivian las restricciones en Valladolid
Mucha gente en la calle y bastante menos en los bares, sobre todo en el interior, antes de que llegue una semana en la que se anuncian lluvias
José Antonio de Santiago Juárez echa un cigarro apartado de las mesas con los logos del PP, en las que los diputados y senadores populares ... recogen firmas para apoyar una nueva legislación contra la 'okupación' de viviendas. «No se podrá fumar en la vía pública o en espacios al aire libre, cuando no se pueda respetar una distancia de seguridad de, al menos, 2 metros». dice la norma que ha entrado en vigor hoy. En plena calle Santiago, el trasiego de gente tiene poco que ver con lo que se entiende por restricciones. Estas afectan, y mucho, a la hostelería y a las reuniones sociales. Menos a otro tipo de actos. El de inauguración de la estatua de Miguel Delibes, en la Plaza Zorrilla, supera con mucho las pretensiones iniciales y acaba por aglutinar a decenas de personas frente a la puerta del Príncipe del Campo Grande. Mascarillas puestas, incluso durante los discursos. Limpieza del atril tras cada intervención. Intentos de mantener una cierta distancia de seguridad que se vuelven vanos cuando llega el momento de descubrir la imagen y se agolpan los fotógrafos profesionales, los aficionados y los que tienen un móvil con poco zoom. En el acto, con mascarilla azul y discurso oficial, Francisco Igea, vicepresidente de la Junta, que departe unos minutos antes con Óscar Puente, su enemigo acérrimo tuitero. Igea, encargado de comunicar tras el Consejo de Gobierno las restricciones que entraban en vigor este sábado, asiste a la imprevista concentración por agregación de curiosos y admiradores con la misma resignación con la que la Policía Local mira de reojo al pasar a un indigente que se fuma un puro, obviamente sin mascarilla, sentado en la fuente de la Plaza Zorrilla. «La participación en agrupaciones de personas para el desarrollo de cualquier actividad o evento de carácter familiar o social, tanto en la vía pública como en espacios públicos y privados, se reducirá a un número máximo de seis personas, salvo que se trate de convivientes», dice la norma. Y en este caso añade el parrafito que consiente la salvedad. «Excepto en el caso de actividades laborales e institucionales o en el de actividades en que se establezcan límites o medidas específicas».
El aluvión de paseantes aliviados por el buen tiempo se traduce, sin embargo, en paisajes menos congestionados en las terrazas y en el interior de los bares. En la Plaza Mayor hay mucho hueco libre en las mesas de fuera, a pesar de que a pasada la una de la tarde el sol acompaña. En Casa Tino colocan las mesas, para cuatro y separadas por mamparas, aún sin apenas clientes, que empiezan a dejarse ver para el tapeo por la zona. Algo más lejos, sin embargo, cerca de la Diputación Provincial, Marisa ni siquiera ha colocado aún las mesas pegadas a la barra, como otras veces, en el San Pablo, porque hoy apenas hay nadie. «El aforo para consumo en el interior de los establecimientos a los que se refiere este apartado no podrá superar en mesa, el 75% del aforo en el caso de salas de hasta 40 comensales y del 50% en el caso de más de 40 comensales», dice la norma. Sin problema por ahora para su cumplimiento. Otra cosa es para los hosteleros. Este bar de desayunos ha pedido al Ayuntamiento que le dejen poner unas mesas más fuera, en la esquina. Hoy, sábado, apenas tiene gente. Una mujer con la que conversa tranquilamente y un cliente que, nada más entrar, no tiene ni que abrir la boca para pedir. «Un Ribera, ¿verdad?», es la pregunta retórica de la dueña del establecimiento.
La escena se repite a lo largo de una ruta por San Martín, Esgueva, calle Librería, Universidad, Plaza de España. Salvador ha desterrado las sillas y ha colocado las mesas más desperdigadas en el interior y pegadas a la barra, aunque la mayor parte de los clientes prefiere quedarse fuera, incluso en el ventanal, abierto, que da al mostrador. Otros no tienen la posibilidad de colocar más mesas en la puerta, así que utilizan la cinta aislante, roja en este caso, para marcar la distancia entre los sitios. Esta mesa no, aquel barril sí, este lugar tampoco… Fátima cruza con equis enormes los puestos inhabilitados en el Guagüita. «El consumo dentro del local no se podrá efectuar en barra o de pie y deberá realizarse sentado en mesa», se lee en la orden del Boletín Oficial de Castilla y León, pero es que además especifica que «deberá garantizarse una distancia mínima entre mesas o agrupaciones de mesas de 1,5 metros, con un máximo de 6 personas».
José Antonio Paunero opta por algo más fácil de quitar y poner, la cinta de plástico roja y blanca que parece señalizar una obra recorre las banquetas junto a la barra y marca las distancias. Algún cliente pide y recoge allí, pero solo para llevarse la consumición a la mesa. «Ya ni tiro la cinta», dice José Antonio con un punto de sorna resignada. Como otros, ha salvado la situación de momento gracias a la terraza, pero espera con temor lo que pueda venir a partir de ahora. En la tele, esta misma mañana, una sonriente mujer del tiempo explicaba que viene una semana de lluvias. Sin mucho frío, pero con agua.
En lontananza aparecen el concurso nacional de pinchos, del 9 al 11 de noviembre. La Seminci, del 24 al 31, y ese tapeo antes o después para comentar la película. El Día de Todos los Santos, precedido por esa noche de Halloween que cada vez gana más adeptos. Celebraciones, reuniones, eventos que tendrán que bregar con unas restricciones que solo obedecen el ritmo que marca el Sars-Cov-2.
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