Día mundial de la Salud Mental
«He aprendido a cuidarme sin sentir culpa y a ser yo misma. Mi enfermedad mental no me define»La vallisoletana Ainhoa Archiles convierte su proceso de recuperación en un ejemplo de fuerza y esperanza durante el Día Mundial de la Salud Mental
Hoy, Valladolid se viste de esperanza con motivo del Día Mundial de la Salud Mental. Durante los últimos días, instituciones y colectivos han impulsado actividades ... para visibilizar la importancia del bienestar emocional y derribar estigmas. Así, en el Teatro Zorrilla, la Diputación celebró este miércoles la jornada 'Reflexiones y Vivencias de la Salud Mental' por el 50º aniversario del Centro Asistencial Doctor Villacián. Su presidente, Conrado Íscar, destacó que el centro «representa el alma del compromiso social de la Diputación con las personas y sus familias».
Por su parte, el Ayuntamiento y la Asociación El Puente Salud Mental lanzaron la campaña 'Eleva tu bienestar', con una simbólica suelta de globos en la Plaza Mayor, cada uno portando un mensaje de apoyo. «Queremos que se hable de salud mental en positivo y sin miedo al juicio», señaló su presidenta, Raquel Barbero. Mientras que en el Hospital Clínico Universitario la conmemoración giró en torno a sus hospitales de día, y sus espacios terapéuticos como 'El jardín de las maravillas' o el huerto comunitario, donde los pacientes cultivan no solo plantas, sino también autoestima, vínculos y esperanza.
Pero es que detrás de estas acciones y campañas, hay muchos rostros, nombres y experiencias que merecen ser escuchadas. Son historias personales que muestran lo que significa luchar y superar un problema de salud mental. Es el caso de Ainhoa Archiles, una vallisoletana de 35 años, madre de dos hijos de 14 y 7 años, que ha recorrido un camino de recuperación que no ha estado exento de dificultades, recaídas y aprendizajes y cuyo testimonio es un ejemplo de fuerza, valentía y, sobre todo, esperanza. «Antes de empezar con la terapia, mi vida iba en modo piloto automático. Cuidaba de mis hijos, trabajaba como dependienta, ayudaba a mi familia, hacía mi día a día…, pero algo no estaba bien y yo no me daba cuenta, aunque los demás sí», recuerda Ainhoa. Hace tres años acudió al médico y le ingresaron de forma inmediata. Aquello marcó un antes y un después en su vida. «Cuando me dieron el diagnóstico, fue un jarro de agua fría. Te preguntas cómo vas a seguir tu vida ahora, cómo será el después…», dice muy emocionada.
Ese «después» llegó gracias al Centro de Rehabilitación Psicosocial (CRPS) de la Fundación Hospitalarias Valladolid, que depende del Área de Salud Mental de SACYL en Valladolid. Un centro al que Ainhoa se refiere como «su lugar seguro». Allí recibió un acompañamiento integral con terapia psicológica, talleres de cocina, deporte, habilidades de autocuidado y apoyo en su rol como madre. «Darme cuenta de que no estaba sola en este camino me cambió la vida. Entendí que lo que me pasaba a mí le pasa a más gente, y que no era un bicho raro. En terapia he aprendido a conocer mis debilidades, pero también mis fortalezas, y eso me ha permitido avanzar», explica mientras su psicóloga, Rebeca López, enfatiza la importancia de este acompañamiento. «Se trata de un servicio público y el modelo de recuperación que seguimos es bio-psicosocial. Trabajamos codo con codo con la persona para que recupere su vida, su autoestima y autonomía. No hablamos de diagnósticos, hablamos de personas», dice esta experta en salud mental.
El camino de Ainhoa no ha sido fácil ni lineal. Ha habido recaídas, momentos de oscuridad y frustración, pero también muchos aprendizajes. «Al principio veía cada recaída como un fracaso, ahora entiendo que son enseñanzas. Siempre hay un motivo para seguir, y aunque el camino sea duro, merece la pena», prosigue esta mujer valiente. Para ella, la maternidad ha sido su motor. «Mis hijos me han dado la fuerza para seguir adelante. Ellos necesitan una madre que esté sana y feliz. Eso me ayudó a aceptar mi enfermedad y a trabajar en mi recuperación», subraya y también reflexiona sobre el estigma social. «Todavía existe miedo e incomprensión, pero afortunadamente la sociedad está cambiando. Tenemos que empezar a ver a las personas primero, no el diagnóstico. La empatía es clave», comenta.
A medida que avanzaba en la terapia, Ainhoa también fue entendiendo los distintos roles que conforman su vida. «Durante mucho tiempo solo me vi como madre y paciente. Poco a poco he aprendido a reencontrarme con la hija, la amiga y la mujer que también soy. Y cada uno de esos roles merece su espacio y su cuidado», reflexiona. Esa reconstrucción de su identidad, paso a paso, ha sido una de las claves de su proceso. «He aprendido a poner límites, a decir que no, a cuidarme sin sentir culpa y a ser yo misma. Porque mi enfermedad mental no me define. Mucha gente trata de incapacitarnos, pero no somos incapaces. Tampoco somos malos, ni agresivos. Ante todo, somos personas», relata.
Contarlo también cura
Para esta joven madre vallisoletana, sentarse a contar su historia también forma parte de su proceso de sanación. Le ha costado dar el paso, pero hacerlo es una forma de sanar. «Poder hablar de lo que me ha pasado me ayuda a entender lo que he vivido y a ver todo lo que he avanzado», confiesa. Su psicóloga lo confirma. «Narrar el propio proceso tiene un valor terapéutico enorme. Ayuda a resignificar lo vivido y, además, a crear esperanza en quienes escuchan. Ainhoa sabe que al contar su historia está ayudando a otros», subraya y por eso, lanza un mensaje para aquellos que estén atravesando un momento muy similar al que ella pasó hace tres años. «Que pidan ayuda, porque no pueden hacerlo solos. Aunque caigan, siempre habrá alguien a su lado. Si leyendo mi testimonio alguien se siente menos solo, habrá merecido la pena. Porque yo también he estado ahí, sin fuerzas, sin saber cómo salir. Pero se puede. Siempre se puede», recalca.
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