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A. G. E.
Miércoles, 9 de noviembre 2016, 19:26
José Vicente de los Mozos fue rotundo en su discurso como honoris causa. Impartir enseñanzas en inglés es vital. Que los estudiantes dominen ese idioma, también. Lo dijo desde el punto de vista de su materia, la Ingeniería, aunque en realidad es algo que casa con las recomendaciones que hizo la Conferencia de Rectores de Universidades Españolas en octubre de 2014.
La Universidad de Valladolid se ha puesto a ello. El objetivo es claro. Que los futuros profesores de la UVA cuenten con la acreditación necesaria como para impartir docencia en inglés. Es el modo de atraer a alumnos extranjeros al tiempo que se mejoran las competencias de los estudiantes propios. Unos ochocientos acuden ya cada año con becas Erasmus. Muchos más podrían hacerlo si el idioma no fuera una barrera para ellos. Así, a medio plazo se pretende que los estudiantes que se gradúen en la UVA salgan de aquí con un B1 ó B2 en un idioma, generalmente inglés. Y que los profesores nuevos que se incorporen a la plantilla docente dispongan ya de una certificación similar.
El relevo necesario
Es relevante que este proceso comience ahora. El profesorado de la UVA, como el de otras universidades públicas españolas, se encuentra muy envejecido en según qué departamentos y facultades. Tarde o temprano, y por mucho que los recortes presupuestarios y de personal se quieran mantener desde el Gobierno central, habrá que relevar a esos docentes e investigadores que se jubilarán. El reto es que los que entren a partir de ese momento para cubrir sus bajas estén capacitados para enseñar en inglés.
«Hay ya treinta universidades españolas que están trabajando en la política lingüística, algunas por impulso de las comunidades autónomas», explica José Ramón González, que hace unos meses añadió a su Vicerrectorado de Internacionalización ese segundo epígrafe, precisamente, «y Política Lingüística».
La Comisión de la CRUE que analiza estos temas desde hace años propuso estos niveles B1 y B2 tras consultar a sus asociados. Son los que determinan que alguien es «independiente» en un idioma. El grado anterior es demasiado básico.El C1 es el máximo, el que califica a alguien como «competente» u «operativo» en una lengua extranjera.
«En el caso de que las universidades españolas exijan un nivel de lengua extranjera de salida para las titulaciones de grado, este debería ser el nivel B1 o superior. Hay que tener en cuenta que el nivel con el que se espera que los estudiantes finalicen el Bachillerato y accedan a la universidad es precisamente el B1», argumenta la Conferencia de Rectores.
Un nivel que debería acrecentarse en determinadas circunstancias. Así, consideran que si el estudiante va a participar en un programa de internacionalización, como una beca en el extranjero, «sería recomendable que acreditase un nivel B2 o superior, con el fin de que pueda incorporarse al proceso de aprendizaje en un país extranjero con el debido aprovechamiento». Y más aún si se trata de un programa de doctorado. En ese caso «para aquellas tesis doctorales escritas en inglés u otra lengua extranjera habitual para la comunicación científica que aspiren a la Mención Internacional, el doctorando debería acreditar, como mínimo, un nivel C1», es decir, de competencia máxima en el idioma elegido.
La UVA cuenta con una ventaja relevante, y es que tiene su propio Centro de Idiomas. Está trabajando, además, para conseguir ser certificador oficial de inglés, con lo que tanto estudiantes como profesores tendrían la posibilidad de conseguir el título requerido dentro de la propia UVA. Eso es importante porque, como señala José Ramón González, cuando se implemente esta política de idiomas «los estudiantes que comiencen un grado dispondrán de cuatro años hasta que terminen el grado para poder obtener ese certificado».
Acreditación en la UVA
«Estamos en el proceso para que el Centro de Idiomas de la UVA sea considerado centro acreditado por la CRUE para certificar las competencias en inglés. Podría estar hecho en enero o febrero de 2017 y sus certificaciones tendrían validez oficial, serían reconocidas en España y en Europa», señala González. De momento será para inglés. El resto deben conseguirse una a una. Hay que tener en cuenta que el Centro de Idiomas imparte también alemán, francés, italiano, portugués, ruso, árabe, hindi, japonés y chino.
La segunda parte es la del profesorado. ¿Cómo se motiva o incentiva al profesorado para que dé ese paso? «Puede haber descuento de horas, como en algunas universidades. Financiando cursos, o estancias en el extranjero... Aunque no podemos obligar. Dependemos de la voluntad del profesorado. Y a profesores que entraron en su momento con un determinado nivel de idiomas no les puedes pedir ahora más», reconoce el vicerrector.
Sin embargo, sí se les puede exigir a quienes acceden por primera vez a la Universidad de Valladolid como docentes. «En nueva contratación, una de las ideas es que a partir de determinado momento se valore el conocimiento del inglés a la hora de contratar profesores asociados, por ejemplo», señala González.
Y en este giro radical a la política lingüística de la UVA no se quiere dejar fuera al Personal de Administración y Servicios. Porque son ellos los que, en primera instancia, tratan con los alumnos extranjeros que se matriculan en la Universidad de Valladolid. «Queremos potenciar que el PAS se maneje en inglés, que en cada centro haya una o dos personas que se manejen lo suficientemente bien como para atender a los estudiantes extranjeros».
Cada vez se firman más convenios con universidades foráneas y con empresas que admiten a españeles en prácticas. Una de las consultas que más se repite en esas negociaciones es si hay docencia en inglés, por un lado, y si los alumnos que viajan fuera tienen el suficiente nivel de idioma. Decir que no a alguna de las dos cuestiones cierra muchas puertas a una UVA que se ha marcado como objetivo la internacionalización. Es la única vía por la que se pueden ganar alumnos y prestigio internacional en un país como España en el que ya hay más de ochenta universidades entre públicas y privadas y la demografía y la crisis parecen empeñadas en reducir el número de personas que cursa estudios superiores.
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