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Las perseidas iluminan un camino de Mojados en la noche del martes al miércoles
Las lágrimas de San Lorenzo, en el lienzo más brillante

Las lágrimas de San Lorenzo, en el lienzo más brillante

Las perseidas alcanzaron hoy al amanecer su punto álgido, aunque las nubes dificultaron su observación en el cielo vallisoletano

Marta Marinero

Jueves, 13 de agosto 2015, 12:25

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Cuando el papa San Sixto II se dirigía a ser decapitado por una orden de persecución romana contra los cristianos, San Lorenzo iba junto a él y lloraba. Sus lágrimas, tristezas de santo, vuelven cada año al cielo en forma de estrellas fugaces; casi instantáneas bellezas cósmicas que iluminaron la noche de ayer el firmamento vallisoletano, y de medio mundo, y donde la luna se replegó a un segundo plano para que el santo fuera el protagonista único del escenario celeste. Las nubes, en cambio, no quisieron perdérselo, y evitaron el espectáculo a todos los demás.

Swift-Turtle es el padre de esas lágrimas. Un cometa que supera los 26 kilómetros de diámetro, más del doble del asteroide que acabó con los dinosaurios, y el objeto astronómico más grande que cruza su trayectoria con el camino de la Tierra. Las partículas de este cuerpo de hielo, gas y polvo se desprenden en su atracción hacia el Sol y, cuando el planeta azul atraviesa esa nube de restos, las huellas del cometa, del tamaño de granos de arena, rasgan la atmósfera a 212.000 kilómetros por hora, se calientan hasta los 5.000 grados y provocan el destello que se conoce como estrella fugaz, lágrima de San Lorenzo, o perseida.

Todo arde si se aplica la chispa adecuada, y anoche el cielo ardió, igual que lleva haciendo desde finales de julio y hasta mediados de este mes. Ayer fue la noche en la que las lágrimas iban a ser más brillantes; lástima que las nubes no permitieron del todo la vista. O apenas nada. Pero museos y asociaciones astronómicas no quisieron desaprovechar la oportunidad de acercar, a experimentados y recién llegados, el mundo que está ahí arriba.

Charlas y proyecciones en el Museo de la Ciencia

El planetario del Museo de la Ciencia fue uno de ellos. Durante el martes y miércoles organizaron proyecciones en directo y grabaciones de las estrellas en la cúpula de sus instalaciones, acompañadas de explicaciones sobre lo que se está viendo y se pudo ver anoche, día álgido de los destellos. Carlos Coello, astrónomo del Museo de la Ciencia, afirma que este tipo de eventos celestes despiertan la curiosidad de los vallisoletanos y afecta a las preguntas que le realizan una vez terminadas sus explicaciones.

El astrónomo del Museo resalta la sencillez de observación del evento astronómico, que no requiere más que una zona oscura, tumbarse con comodidad y disfrutar. No hace falta siquiera saber a dónde mirar, pues el cielo al completo es, año tras año, un lienzo compuesto por pinceladas. Una noche estrellada.

Coello incluso recomienda que no se emplee ningún tipo de telescopio, ya que cuando se desintegran los fragmentos de polvo en el cielo crean una estela que, con telescopios y similares, no se captaría de la misma forma al reducirse el campo de visión. «Afecta a una gran parte del cielo, y en distintas zonas de éste; es mejor verlo a simple vista», explica. En caso de que se quiera emplear algún tipico regalo de Navidad/cumpleaños, Coello recomienda empezar con los prismáticos y, si se sigue demostrando interés, pasar a los telescopios.

Cielo y Tiedra

El centro astronómico de Tiedra es otro de los observatorios que han querido aprovechar el regalo del cielo para organizar talleres. En su caso, ocupan del 11 al 15 de agosto en lo que han denominado Semana Perseida. «Como también son observables los días previos y posteriores al miércoles, hemos decidido organizar actos durante toda la semana», explica Jon Teus, astrólogo del centro.

Para la noche de ayer estaban planeadas charlas explicativas de las lágrimas y sus causas en ¿Por qué llueven las estrellas?, que se acompañaron de una cena degustación de productos de la tierra jamón, queso y vino, una observación en las instalaciones, proyecciones en el planetario y la observación propiamente dicha del cielo de Tiedra en bancos inclinados hacia la inmensidad.

Teus tampoco recomienda más elementos que estar atento y mirar hacia arriba. Y ya si se quiere ser muy preciso, hacia el Norte. «No hace falta ni siquiera obsesionarse con la altura», afirma Teus. Con que no haya contaminación lumínica es más que suficiente. Coello coincide con Teus en las pautas de observación: lo más alejado de las zonas de luz, sin árboles próximos, en una zona plana, algo elevada y abrigado, «que en esta época del año comienzan a bajar las temperaturas».

Quizás por ese comienzo de frío la Sociedad Astronómica Syrma apuesta por una actividad en movimiento. Una Ruta de las perseidas organizada por el club de senderismo de Arroyo y donde participará esta sociedad vinculada al Grupo Universitario de Astronomía de la Universidad de Valladolid. Hoy se reunirán en La Flecha y realizarán una caminata hacia el páramo de la localidad y mañana, en Santovenia.

Sin decepcionar

Óscar Macho, secretario de Syrma, explica que no organizan nada específico del grupo porque, como el cielo no iba a estar despejado, se pierde la espectacularidad. «Si en las mejores condiciones se pueden ver cien estrellas a la hora, hoy se habrían podido ver cincuenta». Y eso, en caso de que fuera posible contemplar la totalidad del cielo a la vez; como el ser humano no dispone de una visión completa de la cúpula celeste, Macho calcula que se podría ver una estrella fugaz cada cinco minutos. Ese es el motivo por el que prefieren «echar un vistazo y si se ve, mejor. No queremos crear expectativas que decepcionen».

La oscuridad cubierta

La luna nueva fue un regalo caído del cielo. En una fase lunar en la que la luz proyectada por el sol sobre el satélite es la menor posible, era el momento idóneo para contemplar este techo infinito en oscuridad. La luna no imposibilitaría ver el brillo de las estrellas más débiles. Pero las nubes lo hicieron.

Aún así, las lágrimas no son la única belleza que nos ofrece el cosmos. Este verano, planetas y otras lluvias de estrellas, aunque menos potentes, esperan para ser observados.

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