Un matadero de vanguardia
Alabado por su modernidad y por el estilo racionalista de su construcción, se inauguró el 10 de julio de 1935 y estuvo en funcionamiento hasta 1993
Enrique Berzal
Jueves, 16 de julio 2015, 17:01
Era una necesidad a gritos. 58 años después de la inauguración del Matadero municipal en el paseo del Prado de la Magdalena, los ediles se echaban las manos a la cabeza al comprobar aquel cúmulo de deficiencias. El edificio, inaugurado en febrero de 1877 y finalizado diez meses después, no podía ser menos adecuado. Era 1925 cuando el Consistorio, con el alcalde a la cabeza, reconocía la necesidad urgente de reformar el Matadero en profundidad o construir uno nuevo.
Los ediles se decantaron por esto último y a principios de diciembre abrieron un concurso de proyectos. Lo ganó el ingeniero industrial Alberto Colomina y Botí. En 1926 se anunció, por tanto, la construcción de un nuevo edificio destinado a Matadero, emplazado en lugar diferente al existente y acorde a las necesidades del gremio.
Pero no era tan fácil. El cambio de usos y procedimientos obligó a reformar el proyecto originario, por lo que hasta 1931 no se retomó la obra. Un año después, ya con Antonio García Quintana al frente de la alcaldía, se acordó pedir un préstamo a tal efecto al Instituto Nacional de Previsión. En total, 3,5 millones de pesetas que también incluían actuar en la deficiente red de alcantarillado de los barrios.
Con todo, aún habrían de transcurrir tres años para ver materializado el proyecto. La ejecución de las obras, que finalmente ascendieron a 2,3 millones de pesetas, corrió a cargo de Timoteo Rojas, representado por su socio Manuel Pradera.
Aquel verano de 1935 sería el definitivo. El Norte de Castilla le dedicó un amplio reportaje el 10 de julio, día de la inauguración oficial, una página ilustrada con fotografías de Cacho en la que destacaba la novedad arquitectónica y funcional del edificio, «a tono con las exigencias modernas», y lo contraponía con aquella antigualla del Prado de la Magdalena: «En aquél se disponía de unos servicios totalmente reñidos con la higiene, lo mismo para el sacrificio de las reses que para su limpieza; pero lo más lamentable era, sin duda, la abundancia de ratas que, como en todo edificio viejo y descuidado, abundaban en el antiguo Matadero.
También era lamentable el deficiente servicio de agua, que tiene que ser abundante en edificios destinados al sacrificio de reses y los primitivos medios de que se disponía para poner en condiciones de venta las vísceras de aquéllas».
El decano de la prensa alababa el lugar escogido para su emplazamiento, «en unos terrenos de labor, que pertenecían a particulares, enclavados entre los barrios de La Rubia y la Esperanza, próximos al fielato de la carretera de Puente Duero», lo que le situaba cerca de las estaciones ferroviarias del Norte y Ariza, y de otras vías de comunicación; en definitiva, «en sitio higiénico y no distanciado de la población».
Construido conforme la corriente arquitectónica de tintes racionalistas, El Norte de Castilla lo asimilaba a un «poblado moderno, de elegantes líneas y sobria decoración», con sus diversos pabellones y su torreón.
Las autoridades que aquel 10 de julio de 1935 asistieron a su inauguración recorrieron todas sus dependencias acompañados del director, Aurelio Chaves Hernández: el pabellón de entrada con sus oficinas; el destinado al sacrificio de reses, en el que destacaban las vías aéreas para trasladarlas a las naves de oreo y, en caso necesario, a las cámaras frigoríficas; la nave de mondonguería; el crematorio, que disponía de un horno con sistema Corik, «el más moderno y perfeccionado»; las grandes naves para depósito de ganados y otras dependencias como las cocheras, las destinadas a la matanza de aves y conejos, el botiquín de urgencia y los servicios higiénicos para el público.
Los ilustres visitantes, encabezados por el alcalde Ángel Chamorro y el gobernador, Alonso Velarde Blanco, asistieron al sacrificio de la primera res antes de ser agasajados con un lunch amenizado con un concierto de la Unión Musical Vallisoletana, dirigida por el maestro Heras. La recepción definitiva del edificio se verificó el 19 de febrero de 1936.
El paso del tiempo, sin embargo, terminaría con esa imagen originaria de modernidad y vanguardia. De hecho, 40 años después, insignes arquitectos y urbanistas ya llamaban la atención sobre el descuidado aspecto de una infraestructura precisada de urgente atención.
La última gran remodelación tendría lugar entre 1983 y 1986: fueron necesarios 134 millones de pesetas para incorporar mejoras como la puntilla eléctrica y el colgado en cadena. Sin embargo, a la altura de los años 90, el Matadero constituía un foco de problemas para el Ayuntamiento: precisaba de una inversión millonaria para adaptarse a las normas comunitarias, las instalaciones eran deficientes, estaba ubicado en terrenos calificados como dotacionales en el Plan General de Ordenación Urbana y arrojaba unas pérdidas anuales de 150 millones de pesetas.
De ahí que en marzo de 1992, con más de un año de antelación, el Consistorio anunciara su cierre. Este se verificó el 1 de diciembre de 1993; en ese momento, el Matadero acogía a 72 trabajadores, 58 de ellos fijos, que fueron recolocados. En la actualidad, las instalaciones albergan el Centro Integrado de Equipamientos de la Zona Sur, anunciado por el Ayuntamiento en 1997 pero no materializado hasta más de una década después.
Dicho Centro comprende la piscina cubierta Benito Sanz de la Rica, construida en 1999, el Centro para Personas Mayores, creado en 2003, el Laboratorio de las Artes (LAVA), de 2010, y la Sala de Teatro Concha Velasco.
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