Bocados divinos

Bollos suizos, pastas caseras, bollos de almendra, galletas de nata, mantecados, magdalenas, amarguillos, cocados, bombones, paciencias, palmeras y rosquillas de hojaldre bañadas en yema o chocolate, son algunos de los productos de repostería que elaboran las religiosas Dominicas del convento de Nuestra Señora de La Piedad de Palencia, sin olvidar las empanadas, las típicas rosquillas de Santa Rosa y, por supuesto, las famosas herraduras de hojaldre, el producto estrella del monasterio.

Auténticos bocados divinos, delicias celestiales y dulces del cielo que saben a gloria y que representan verdaderas joyas gastronómicas. La lista de productos es larga y variada, ya que la gama se ha ido ampliando a medida que las ventas han ido disminuyendo. Ochos gigantes, tanto que toman el nombre de dieciséis, será la próxima incorporación para la que se preparan las religiosas, que en quince días aproximadamente abrirán un puesto en el Mercado Municipal de Abastos, más concretamente en el número 18B, en el que lucirá el cartel 'Repostería Artesana Monástica'.

Se trata de una iniciativa con la que las monjas pretenden subsanar el descenso de ventas que se ha notado desde la campaña de Navidad en el despacho de venta al público anexo al convento, ubicado en la calle Los Pastores, junto a la plaza de San Pablo.

Y es que, aunque la principal dedicación de las hermanas es la oración, la repostería es desde hace 24 años su medio de vida y de subsistencia. «Es el único trabajo que tenemos y el obrador lo tenemos montado con la maquinaria necesaria, y si no vendemos, tenemos que cerrarlo, no queda otro remedio», explica Sor María Luisa, encargada del obrador.

En el puesto del Mercado de Abastos, que será atendido por una dependienta, también se venderán productos elaborados en otros monasterios, como trufas de las Clarisas de Belorado (Burgos) o alconadillas, mostachones y roscos de vino del monasterio de Nuestra Señora de Alconada de Ampudia.

De esta forma, las Dominicas quieren ayudar a otras hermanas a vender sus productos, especialmente a las de los pueblos, para las que dar salida a sus dulces entraña más dificultades. Además, esperan que la céntrica situación del mercado acerque su repostería y facilite la compra a la clientela, a la vez que dé a conocer sus productos a aquellos que, a pesar de los años y la buena fama que les avalan, aún no les conocen, según señala la madre priora, Sor María de Jesús, que entró en el convento hace 15 años.

Natural y artesano

«Todo lo que hacemos es bueno, porque cuando elaboramos algo que no lo es, dejamos de hacerlo», manifiesta Sor María Luisa, para quien el secreto de estos productos son sus ingredientes naturales y la elaboración totalmente artesana, aunque algo tiene que ver también la experiencia y mano de obra de las monjas que trabajan en el obrador.

Aunque la Comunidad Dominica está formada por 19 religiosas, sólo seis se dedican a la repostería, ya que el resto tiene encomendadas otras funciones además de la principal: la vida cristiana y de oración. Las hermanas dedicadas a la repostería trabajan en el obrador cuatro horas, desde las 9.15 hasta las 13.30 horas, intentando mantener en la medida de lo posible el ambiente de silencio y recogimiento que se respira en el convento.

La jornada se mantiene incluso en la época de mayor trabajo, que son los meses de noviembre y diciembre, cuando se acerca la Navidad, gracias a la ayuda de las hermanas más mayores que en casos de necesidad también ayudan a empaquetar. Otras de las medidas puestas en marcha para preservar su vida contemplativa de ese mayor trasiego que representa la elaboración de turrones, mazapanes y polvorones es la supresión de algunos de los dulces que se hacen durante el año, así como la contratación de una ayudante formada en repostería en la Escuela de Hostelería de Palencia.

Tres puestos fijos

El convento ha creado otros dos puestos de trabajo fijos, ya que las hermanas cuentan con la ayuda de Loli en la atención al público y con la de la joven Estanislava en el obrador. A estos se sumará otro puesto de empleo más con la incorporación de Ana, la dependienta que atenderá a los clientes en el nuevo puesto del mercado.

Aunque todas las hermanas reposteras conocen los diferentes trabajos del obrador, cada una tiene una especialidad. Así, mientras una religiosa destaca por lo bien que hace el hojaldre, otra muele la almendra, la refina y la deja en su punto como nadie, y otra siempre es recordada por su destreza para atemperar el chocolate. Además, las hermanas se han adaptado a los nuevos tiempos y cuentan con la ayuda de una máquina para hacer la masa, no así para rezar. «¡Gracias a Dios!», exclaman las hermanas, que no quieren ni imaginar semejante barbaridad.

Sor María Luisa, encargada del obrador y que entró en el convento hace unos 30 años, programa el trabajo de forma que los productos como las magdalenas, las mantecas o los bizcochines no se queden duros. Los dulces que están en perfecto estado para su consumición pero que no pueden venderse al público porque están partidos o se han tostado más de la cuenta son donados a Cáritas.

'Repostería artesana' reza un letrero colocado sobre la puerta de madera del despacho de venta al público anexo al convento, al que se accede llamando a un timbre. Tras la puerta, la tienda, impecable y presidida por un cuadro de una Piedad. A la derecha, un banco, para los que prefieran esperar sentados, y tras el mostrador, Loli y Sor María Luisa. «Pones queso de untar y encima lonchas de jamón york. Después lo enrollas y ya verás que corte más bonito tiene», explica Sor María Luisa a una clienta de las de toda la vida mientras envuelve con delicadeza unas láminas de bizcocho que se enrollan en forma de brazo de gitano, y que unido al olor que sale del obrador deleita la imaginación de los presentes.