No volveremos a Vigo
«No podemos permitir que alguien imponga su interés a base de puñetazos, como si estuviéramos en la selva»
Uno de los problemas de Castilla es que en las llanuras no existe el eco y, por eso, hemos de inventarlo. Una buena opción es callar. Otra, buscar muros para alzar la voz. En este sentido, al próximo cargo socialista que venga a Castilla y León para hablarnos de la España vacía o de ingeniosas campañas contra la despoblación voy a decirle que vale, que me parece bien, pero que lo que tenga que decir, que lo diga en la estación de Sanabria o en la de Medina del Campo. Que seguro que allí sus palabras resuenan más y encuentran el eco que la naturaleza no nos ha querido dar. Lo mismo le pediré al próximo zamorano que eche la culpa de su situación a Valladolid o al próximo sanabrés que se quiera hacer gallego. Este es el cariño que Galicia muestra a Sanabria. Y en cuanto a Valladolid, no somos nosotros quienes hemos decidido penalizar a su provincia y aislarla más de lo que ya está, sino el ministerio. Así que, siguiendo la línea de puntos conceptual, más allá del lógico veto al PSOE leiresanchista, habría que empezar a hablar de un más que merecido veto al Vigo leirecaballerista.
Que el alcalde de Vigo, Abel Caballero, defienda lo mejor para su ciudad entra dentro de lo esperable. Es más, entra dentro de lo exigible. Lo raro, en todo caso, sería que el alcalde de Vigo actuara pensando en lo mejor para Castilla y León. Pero ni siquiera el problema es ese. El problema es que un alcalde debe tener la suficiente inteligencia como para saber que las vías son bidireccionales y que si decide que no quiere que los trenes paren al ir, se encontrará con que tampoco pararán al volver. Dicho de otra manera, que, si considera que Castilla y León es un incordio para que ellos lleguen a Madrid, que no se preocupe, que lo será también para que nosotros vayamos a Vigo.
En este sentido, mi hija me había pedido conocer Galicia este verano. Le dije que sí, por supuesto, pero, visto lo visto, de momento, no vamos a pisar Vigo ni por asomo. Por lógica, tampoco vamos a consumir un solo producto cuya base se encuentre en los dominios de Abel Caballero. Y lo siento por los pobres vigueses, pero deben comprender que han elegido lo que han elegido y que, si 'lo mejor para Vigo' se limita a esto, 'lo mejor para Castilla y León' se limitará a lo mismo. Cuesta tener que recordar que lo mejor para una ciudad es un concepto más amplio, profundo y largoplacista que el paletismo puntual de suprimir una parada de tren para ahorrar unos minutos; que las decisiones tienen consecuencias, que allí viven de lo que viven y que, por supuesto, con nosotros lo tienen crudo. No creo que nada de esto sirva para nada, pero al menos mi hija entenderá el significado de la palabra 'dignidad'. Y el PSOE entenderá de una vez el significado de una crisis institucional y de un terremoto interno, aunque, me temo que, visto lo visto, las instituciones les importan poco. Y el partido, menos.
No podemos permitir que alguien imponga su interés a base de puñetazos, como si estuviéramos en la selva; ni que Goliat gane a David sistemáticamente ni que David calle como si mereciera el castigo solo por ser más pequeño. Aunque, en realidad, esto no va de tamaño sino de votos al PSOE. Tras la debacle de las municipales de hace dos años, Vigo es ya la segunda ciudad más grande de España en la que gobierna el PSOE, tras Barcelona. Lo cual dice mucho del nulo poder territorial al que Sánchez ha llevado al PSOE. Este es el verdadero motivo para suprimir paradas de AVE: en las autonómicas del año pasado, el PSOE hizo el ridículo en Galicia quedándose en un 14% de los votos. Y no pueden permitirse decir que no a uno de los pocos alcaldes socialistas a los que sus vecinos no dieron una patada en el trasero. El resto son circunloquios para no admitir la verdad: en Madrid, importamos menos que Vigo. Y, por supuesto, el PSOE de Castilla y León pinta menos que el PSOE de Galicia. Y mira que ya es decir. Lo de siempre: esto no tienen narices a hacerlo en País Vasco o en Cataluña. Y no querer aceptar que nos desprecian profundamente solo nos llevará a la frustración.
En este sentido, el delegado del Gobierno, Nicanor Sen parece tirar balones fuera y culpar a Renfe, es decir, al ministerio, es decir, a Puente. Algo parecido hemos entendido a Carlos Martínez –a veces cuesta–, al afirmar que «la decisión es un error» y que Renfe –Puente– aún puede revertir la decisión de suprimir las paradas. El PSOE de Zamora se alinea con la tesis de Martínez y Sen y acude a la manifestación en Sanabria contra la decisión del Ministerio. Vamos, que no somos nosotros sino el propio PSOE el que no está de acuerdo con su Gobierno. Puente deja entonces un recadito diciendo que la oposición en Castilla y León –es decir, su obra– está desaparecida. Pero cuando llega la hora de la verdad, es decir, la hora de las Cortes, el PSOE rechaza la PNL que exigía que Sánchez mantuviera los servicios cuya supresión criticaban.
El partido está roto. Y eso no tendrá demasiada influencia en unas hipotéticas elecciones generales. Zamora da un diputado al PSOE en Madrid y se lo seguirá dando; Valladolid dos, y también se los seguirá dando. Por muchos votos que pierdan, la debilidad de Sumar y la ley D'hont no pondrán en riesgo esas cifras. Pero veremos qué pasa en las autonómicas. Parecía difícil hacerlo peor, pero viendo a Carlos Martínez, Tudanca ahora parece Adenauer. Y lo peor es que da igual, el problema no era Tudanca ni es Martínez. Tampoco será lo que venga después. El problema es Ferraz, Sánchez, los que manejan el partido en las sombras, sus ministros, sus escándalos, su corrupción, sus fontaneros, su escasa higiene democrática, su cupo catalán, su castigo a la igualdad de los españoles, su desprecio a la España vacía y su ruptura con el 78.
Y en cuanto a Caín Caballero, pues que siga así, que yo seguiré con mi veto. Caballero no es un alcalde, es una instalación navideña. Representa todo lo que no queremos ser con ese 'revillismo' ridículo y caciquil. Y no solo por bailar raps como un fantoche o por ese deje autoritario y fachoso que se le transparenta; tampoco por la horterada de las luces de Navidad o por querer convertir la ría en Disneyland. Más bien porque desde descubrió que la megalomanía da más rédito que el transporte público y que unos minutos menos de trayecto son motivo suficiente para hundir en la decadencia a las zonas rurales, podrá seguir diciendo que es del PSOE. Pero, desde luego, no podrá decir que es socialista. Que se metan las luces por donde no alumbra el AVE. Y que se ahorren la piedad. No volveremos a Vigo.
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