Cuchillo jamonero
blogs.nortecastilla.es
Domingo, 25 de abril 2010, 03:11
No tengo costumbre de contestar a los blogs porque si lo hago es el cuento de nunca acabar. Pero esta vez no me queda más remedio que añadir algo a lo que dije hace un par de semanas sobre los abusos de algunos religiosos sobre los escolares a quienes estaban obligados a cuidar. El caso es que en el blog de esa semana, una persona que firma Tinaja metió el siguiente comentario: «Señor Cantalapiedra. No digo que mienta, digo que usted es un oportunista que se apunta al carro cuando el carro ya está más visto que los chistes de Jaimito. ¿Por qué no denunció en su momento aquellas 'brutales palizas' que al parecer pegaban los curas de su colegio? ¿Por qué ni usted ni ninguno de esos carroñeros que ahora cantan la gallina no hicieron nada por denunciarlo? Por la foto creo que usted ronda los 60 años, de lo que deduzco que salió de aquel 'infierno' hace más de 40. ¿Nunca tuvo la intención de denunciar lo que pasaba dentro? ¿Por qué ninguno de sus amigos 'abusados' lo hizo? ¿Qué pasa, que 40 años no son suficientes para animarse o había que esperar a que otros tiraran la primera piedra?».
No sé (ni me importa) quién está detrás de ese comentario que, aunque no me ofende, puede herir la sensibilidad de algunas personas que durante su paso por colegios de curas vivieron escenas de violencia física o sexual. Rebuscando en mi biblioteca, he encontrado un libro de un antiguo compañero de clase que relata con extraordinaria crudeza su paso como interno por aquel colegio, que también era el mío. En la página 147 narra la paliza de un curita a un chaval llamado Germán. Juzguen ustedes sobre la clase de animales que se han encargado de educarnos: «En el comedor, todos esperaban en silencio ( ) y el padre Andrés ya se había quitado el reloj. Y allí mismo, sin más, sin palabras, Germán recibió una de las más brutales palizas que vi en aquellos años. El padre Andrés le fue llevando, golpe a golpe, por todo el comedor. El cuerpo de Germán iba chocando contra los nuestros, contra las mesas, contra las paredes, contra las puertas Y cuando se quedaba sin aliento, en el suelo, el padre Andrés cogía una jarra de agua y se la echaba por la cabeza. [Cuando llegaron] al lugar donde empezó la paliza, Germán era un guiñapo envuelto en sangre que se retorcía en el suelo».
El autor de ese libro es mi compañero de colegio y de profesión periodística Jesús María Amilibia. El título del mismo, 'Los fantasmas de barro'. Y el que suscribe el presente artículo, uno de los testigos 'privilegiados' de la actuación de aquel animal torturador y firme candidato a cuchillo jamonero. El libro fue publicado en 1974 y tiene escrita la siguiente dedicatoria: «A mi hermano Cantalapiedra, que sabe tanto como yo de lo que aquí se cuenta. Con el amor que inspira el ser amigos y el haber vivido tantas cosas que forzosamente han de ser irrepetibles».
Por favor, señora o señor Tinaja: no me tire de la lengua.
Comentar es una ventaja exclusiva para suscriptores
¿Ya eres suscriptor?
Inicia sesiónNecesitas ser suscriptor para poder votar.