'Los moñecos'', así es como mi amigo y compañero colaborador de Deportes en El Norte de Castilla, Sergio Perela, me trata de picar cuando llegan las fechas previas a las Semana Santa. «Ya estáis con los moñecos de madera liaos…» me interpela para ver si respondo. Pero sé que lo dice de broma, ya que en su sangre todavía queda un rescoldo de pasión cofrade de su etapa colegial en Maristas, con cuya cofradía llegó a salir en procesión me cuenta, y que observa nuestra afición con curiosidad y respeto.
A veces eso no es lo habitual, especialmente en redes sociales. Hay un nutrido grupo de ciudadanos que esto de la Semana Santa les cae regular, por no decir mal. No terminan de comprender como cada primavera mucha gente anónima sin gran soporte institucional se echa a la calle a celebrar su fe, su pasión o su tradición. Y ante esa impotencia e incomprensión, en algunos casos tratan de ridiculizarlo y atacarlo con una superioridad moral que da que pensar.
Que si son supersticiones, que si adoramos a trozos de madera. Luego está lo de la ocupación del espacio público con actos a favor de una determinada fe en un estado aconfesional, ojo que no laico. Lo más sobado es lo de la financiación de la Iglesia…. Sin saber que las cofradías no reciben un duro del presupuesto eclesial, más allá del uso que hacen de los espacios religiosos. Es más, en muchos casos son las cofradías formadas por fieles y ciudadanos las que ayudan a mantener esos templos.
Lo mejor es no entrar al trapo y pedir respeto a nuestros ritos y actos. Un respeto que es la base de la convivencia y la democracia. Aquí no se obliga a nadie a participar, ni a asistir. Y si luego hay gente que se emociona o llora ante determinados episodios cofrades, como son una saeta, una marcha de música o simplemente una suspensión por la lluvia con la consecuente frustración, son motivo de emociones que nadie les obliga a tener, ni siquiera entender.
Curioso, que muchos de esos que ahora hablan de 'muñecos de madera', dentro de un mes cambiarán el discurso para trasmitirnos que si la magia de los títeres, la fantasía infantil que resurge en la primavera segoviana o del ambiente que transforma los rincones de nuestra ciudad. Sí, hablo de Titirimundi. Y no lo planteo como una confrontación. Se puede ser muy de Semana Santa y muy de títeres. En ambos casos sirven para disfrutar de Segovia y sus gentes y también para que el gremio hostelero que tanto empleo y riqueza nos proporciona prospere.
Lo que nunca debe faltar es el respeto a los demás y dejar hacer a cada uno según sus gustos, siempre que no afecte a terceros. Vive y deja vivir…. y si no que se coman una torrija…. a la salud de los 'moñecos'.