El Encuentro entre Jesús Resucitado y La Soledad pone fin a la Semana Santa cuellarana
El público llenó la Plaza Mayor y recibió con aplausos a los portadores de los tronos de las tallas tras el saludo de ambas imágenes
Entre el repique de las campanas de la iglesia del Salvador y los sones de la Banda de Cornetas y Tambores de la Cofradía de Nuestro Padre Jesús Nazareno, hacía su salida del templo ayer la imagen de Cristo Resucitado, un acto con el que se iniciaba la última de las procesiones de la Semana Santa cuellarana, la del Encuentro.
Ocho cofrades portaban la talla, que, tras descender la escalinata del templo, se posó sobre las andas en las que el pasado viernes se portaba la imagen de Nuestro Padre Jesús Nazareno, y en las que Cristo Resucitado realizó el trayecto hasta la plaza Mayor, portado por los braceros de la cofradía nazarena y acompañado de sus cofrades y manolas, que en esta ocasión portaban mantilla clara y una flor blanca entre sus manos.
Media hora después de la salida del Resucitado, las miradas se volvían a la iglesia de San Francisco, de donde partía la imagen de Nuestra Señora de La Soledad, portada en andas por varios de sus cofrades, cubiertos con capuchón blanco, y acompañada de sus penitentes, manolas (con mantilla clara) y su banda, que interpretó La Salve antes de iniciar la procesión, justo en la salida de la talla del Centro.
Pasadas las 12:40 horas ambas imágenes accedían a la Plaza Mayor de la localidad, donde numeroso público esperaba ya para disfrutar del Encuentro, acto central de la jornada. Los penitentes de ambas agrupaciones se fueron situando en distintos puntos del lugar, mientras las dos bandas de cornetas y tambores se instalaban juntas para unir sus sonidos.
Poco a poco Cristo Resucitado y la Soledad fueron avanzando hasta llegar al centro de la plaza, donde los portadores realizaron la tradicional inclinación de ambas tallas a modo de reverencia, consiguiendo así que las imágenes realizaran un saludo mutuo, que fue recibido por el numeroso público asistente con aplausos.
.Con unas palabras del sacerdote, las campañas de la iglesia comenzaron a voltear, y la imagen de la Virgen se despojó de su mantilla de luto, dando paso al manto de Gloria, acto que se desarrolló también entre aplausos de los asistentes, que llenaron la plaza y sus aledaños y pudieron disfrutar cómo, mientras las campanas continuaban repicando, los portados de ambos tronos continuaban con el movimiento de las imágenes, girándolas hasta situarlas una junto a la otra.
De nuevo regresaron los sonidos de las bandas de cornetas y tambores de la Soledad y el Nazareno, quienes interpretaron varias piezas al unísono, mientras los nazarenos dirigían la talla de Jesús Resucitado hacia la iglesia de San Miguel. Cada una de las piezas fue muy aplaudida por los asistentes, que también hicieron lo propio con los braceros del Nazareno o los de la Soledad, que mantuvieron en movimiento la imagen hasta que la imagen de Cristo Resucitado descendió de las andas de mayor tamaño, para ser introducido a mano por varios cofrades, mientras las bandas interpretaban la Marcha Real.
La talla de Cristo resucitado fue colocada junto al altar mayor, en el interior del templo, desde donde presidió la Eucaristía, mientras los portadores de Nuestra Señora de la Soledad llevaron de nuevo la imagen hasta San Francisco, descendiendo por la calle San Pedro en un trayecto en el que la imagen estuvo acompañada por numerosos fieles.
