«Trabajo más horas y cobro menos, pero te compensa el disfrutar de la familia»
Emprender en el pueblo ·
Joaqui Rodríguez decidió emprender para poder conciliar la vida familiar y laboral y encontró un nicho rentable: vender productos naturales sin alérgenos en los mercadillos de la provinciarafael de rojas
Segovia
Domingo, 26 de noviembre 2017, 11:27
Joaqui Rodríguez (33 años) paso varios meses de 2015 dándole vueltas a la idea de abrir en su pueblo, Martín Muñoz de las Posadas, un obrador de productos sin gluten ni alérgenos. Redactó un buen plan de negocio sobre un nicho que estaba segura de que le iba a «sacar adelante». Y, sin embargo, una vez que lo tenía todo, se dio cuenta de que el proyecto no era viable. Los números no salían y la inversión, los trámites y los precios de venta al público no iban a funcionar. «La clientela no iba a comprar una palmera de 3 ó 4 euros por muy artesanal y sana que fuera», dice. La memoria que redactó le hizo darse cuenta de que el negocio no iba a funcionar y le ahorró «mucho dinero y muchos disgustos», expone.
Tras tomarse un breve tiempo para digerir la decepción, la emprendedora decidió pivotar sobre su idea. Le habían detectado alergias a su hija y pensó que la base del proyecto, los productos sin gluten ni alérgenos, estaba bien. «No cambié la idea al cien por cien, pero sí pasé de pensar en un obrador a vender a terceros en un puesto y a planear una futura página web», explica.
Joaqui –diminutivo de Joaquina– se tomó la venta ambulante como un proyecto de emprendimiento que tardaría un año en poner en marcha. Arrancó con muy poca inversión –«una mesa plegable y un toldo de camping», enumera–, completó un nuevo plan de empresa, buscó proveedores, recabó el apoyo de su familia y se lanzó a los mercadillos de cuatro localidades cercanas. Seis meses después, cuenta con ingresos regulares y ha podido renovar la báscula y comprarse una estructura de tres metros para el puesto. «Y una furgoneta de segunda mano, pero pagada con mi trabajo», dice.
Para su empresa, que ha bautizado como Joaky, se sirvió de su doble experiencia como administrativa («me gustan los números») y como panadera y carnicera en Carrefour, de cara al público. «Siempre me había gustado la idea de montar mi negocio. Cuando mi hija de 3 años empezó en el cole, vi que tenía que volver a trabajar y que no iba a poder compatibilizarlo. Así que decidí poner mi negocio. Aquí yo soy yo la jefa», explica.
Su hija tuvo también mucho que ver en el enfoque de la empresa. «Ella tiene muchas alergias y siempre tienes que ir a buscar productos a Valladolid. Así que vi que había una necesidad en mi pueblo y en un radio de 20 kilómetros. O lo pedían por internet o tenían que desplazarse», relata.
Los productos principales que ofrece son embutidos naturales, sin aditivos, yogures para alérgicos al huevo y a la leche, bollería para celiacos o personas alérgicas... «Lo que más vendo es el lomo, porque es natural y es buenísimo. En dulce, los brownies de chocolate y los bizcochos de limón, además de unas magdalenas con el corazón de Nutella sin gluten ni leche. El brownie tiene pepitas de chocolate y nueces y no notas la diferencia, aunque no tenga gluten. Yo siempre hago pruebas, lo pongo en casa y, si no se dan cuenta, es que está bueno –asegura–. Los alérgicos se lo rifan. Hoy mismo (por el jueves) cuando llegué ya tenía una caja vendida, porque me los reservan por Whatsapp».
La base del negocio de Joaqui es que los productos tengan un sabor que puedan disfrutar todos los clientes, celiacos o no, y que los precios sean más asequibles que en una tienda especializada. Para conseguirlo, la clave fue una intensa búsqueda de los proveedores adecuados. Joaqui asegura que ha tenido mucha suerte con los suyos, especialmente con la empresa segoviana de embutidos Valserra, de Valseca, con quien ha forjado una relación personal en la que se apoyan y asesoran continuamente.
No todo fue rodado desde el principio: su primer proveedor le abandonó a las dos semanas por un problema de confianza y le costó ganarse a los primeros clientes. «Te ven una chica joven y desconfían. La gente se queda mirando, porque mi propuesta destaca, pero les cuesta dar el paso. Lo que menos esperas en un mercadillo es alguien que lleve productos sin alérgenos. Eso se ve en las tiendas de la capital, pero no a la puerta de tu casa. Una vez que lo prueban, te van mandando a más gente, pero a simple vista es igual que el chorizo del vecino y tienes que explicar la diferencia», expone.
La idea inicial era completar el puesto con una página web, pero lo que le pedía la clientela eran más bien los encargos a domicilio, que también ha empezado a realizar. «Lo que hemos comprobado es que tanto jóvenes como mayores tienen las mismas inquietudes y, si yo no puedo ir al mercado, mando a mi madre o a mi tía para que me compre el producto. Por ejemplo, una señora de 68 años que no puede tomar gluten lo vio y a la semana siguiente se llevó cosas para su sobrina, que también es celiaca», dice.
Joaqui habla a veces de su negocio en plural, aunque sea ella sola la que lo gestiona. «En casa somos una piña, y aunque la empresa la llevo yo, no podría trabajar sin que mi madre me llevara los hijos al cole, mi marido me ayudara a cargar, mi hermana me asesorara con el producto o mi hermano me ayudara con las cuentas –dice–. Todo eso ha ido surgiendo, pero me han animado desde el principio, me decían: ‘da el paso, que nosotros estamos aquí salga como salga».
Joaqui ahora se levanta todos los días antes de las 9 de la mañana para preparar a las niñas y organiza las compras de la semana o carga el producto y se dirige a uno de los cuatro mercadillos en los que opera. En Santa María la Real de Nieva está los martes, en Santiuste de San Juan Bautista, los miércoles, en Martín Muñoz de las Posadas, los sábados, y en Medina del Campo (Valladolid), los domingos.
«Me encanta hablar. Viene una mujer y te pide asesoramiento para una cena con canapés, para ver qué queso le recomiendas. Estoy encantada de poder intercambiar recetas, de asesorar y de hablar con la gente mayor, que te cuenta sus batallas. Acabas el día cansada, pero al final se me pasa rápido. Es mi negocio y trabajo para mí, nadie me dice cómo hacer las cosas. Cuando tengo reparto, llevo a mis hijos en la furgo. Ahora, trabajo más horas y cobro menos, pero te compensa el disfrutar de la familia. Lo estoy consiguiendo con mucho trabajo y mucho sacrificio, pero para mí ahora está completo todo. Mi meta seria poder vivir mi familia y yo de mi trabajo, todos ellos. Que mi marido, que es camionero, se quedara en casa y pudiéramos vivir de esto. Voy poquito a poco, pero quiero llegar lo más lejos que se pueda», asegura.