Una víctima de la operación 'Adelita' en Segovia rompe su silencio: «La señora me dijo que si no abortaba no me buscaba trabajo»
Keyla, nombre ficticio de esta hondureña, es una de las víctimas de la trata de personas y de explotación laboral que desarticuló la Guardia Civil de Segovia a finales de junio
Keyla, el nombre que esta hondureña de 23 años elige para mantener su anonimato, gira el rostro para tapar sus lágrimas cuando recuerda el día ... de octubre del año pasado que abortó por imperativo. «Yo no quería, pero la señora me obligó y me dijo que si no lo hacía no me iba a buscar trabajo».
Así, acabó refutando su consentimiento ante el ginecólogo, que llevó a cabo el procedimiento, con la mujer a la que cuidaba vigilante ante cualquier titubeo. «Ella me llevó al médico, a la clínica y anduvo siempre conmigo. Ellos me preguntaron si estaba segura; pero como la mujer estaba siempre allí, me tocaba decir que sí».
Es una de las más de 400 víctimas estafadas por la trama criminal de la operación 'Adelita'. «Si se ven como yo, no aborten nunca. No importa lo mal que estén de dinero». Su experiencia, por la vulnerabilidad de verse en un país lejano, sin familia y con problemas económicos, es aleccionadora. «Me dio pesar, me sentí fatal», revela esta mujer de buenas maneras para verbalizar una situación traumática que no esconde su compungido rostro.
«Si se ven como yo, no aborten nunca. No importa lo mal que estén de dinero»
keyla, víctima de la red criminal
Tras un embarazo ordinario de cuatro meses, perdió a un hijo, al que no pudo ni imaginar su nombre. «Si pudiera volver atrás, me habría quedado en Honduras y lo habría tenido».
Esta veinteañera viajó desde su país en agosto del año pasado. «Vine para mejorar». Entonces estaba embarazada por un descuido y solamente el padre, un amigo con el que apenas tenía contacto, conocía la noticia. Llegó con mil euros en el bolsillo y estuvo entre tres y cuatro meses buscando trabajado mientras se costeaba el alojamiento en Madrid compartiendo una habitación por 150 euros al mes. No aguardaba ningún familiar en España, solo compatriotas lejanos.
Entró entonces en su vida 'La señora', Elena, una mujer de unos 70 años de Los Ángeles de San Rafael, a la que empezó a atender el pasado otoño. «La verdad es que a la señora le tenía mucho miedo, me trataba muy mal». Keyla relata una tarde en la que Elena, la presunta cabecilla de la trama, le estaba enseñando a cocinar un plato con lomo. «Me estaba enseñando, pero a gritos. Me salí de la cocina llorando, a uno no le gusta recibir insultos».
No hizo falta que mediara la violencia física para la intimidación. «Yo no quería estar con ella. Cuando me empezaba a gritar, lo que hacía era irme». Su función era limpiar la casa y hacer la colada. A cambio no recibía remuneración, solamente alojamiento.
«Me sentía muy mal, desesperada... Verme yo sola, con mi familia allá, uno se pone se triste»
keyla, víctima de la red criminal
El trauma de una madre que no quería abortar se une a su condición de católica, no solo personal sino familiar. Por eso sus parientes, casi un año después, no saben que durante cuatro meses hubo un feto en el vientre de Keyla. Ella misma se sorprende de que las pesquisas policiales hayan dado con su caso porque su discreción al respecto fue absoluta. Por eso pide que las mujeres vulnerables eviten caer en esta situación. «Me sentía muy mal, desesperada… Verme yo sola aquí, con mi familia allá, uno se pone triste. Y lo del niño hizo que todo fuera peor».
«Yo lo que quería era trabajar», subraya. Tras el aborto, aguantó dos meses más con Elena y se fue en diciembre a Manzanilla (Madrid) para cuidar a una pareja de ancianos. «Dejé deuda en mi país y tenía que pagarla». Calcula que todo el proceso para llegar a España le costó unos 3.000 euros que aún debe devolver; la mitad se lo dejó su cuñado, el resto se lo debe a un particular.
Pese a la experiencia, sigue deseando ser madre. Y suelta una carcajada sincera cuando le preguntan por el nombre que pondría a su bebé: «¡Tendría que pensarlo!» Keyla mira al futuro con esperanza.
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