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Si hay un pueblo que conozca en sus propias carnes el valor del agua, es Sangarcía, un municipio que recibe el oro líquido entre nitratos. Así que la máquina desnitrificadora es el gran quebradero de cabeza del pueblo. «El agua es un bien escaso y hay que tratarle como tal. Tenerle en mantillas», subraya su alcalde, Jesús Yubero. Esto plantea un doble reto. Por un lado, garantizar su potabilidad; por otro, reducir el coste de este proceso.
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El Ayuntamiento ha renovado las tuberías que suministran agua potable, unas antiguas conducciones de fibrocemento de los años 60, como en la mayoría de los pueblos de la zona. El año pasado instaló unas placas solares en la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) para reducir el coste de potabilizar el agua. Como la cuestión es vital, adelantó la inversión con fondos municipales, pero ha concurrido en la línea de fondos europeos, una solicitud a la que espera respuesta y que financiaría el 80% del proyecto. «No es que cumpliéramos al cien por cien, sino al 300 por cien». Dos localidades, para potabilizar el agua y con inversión municipal. «Si nos llega, es una inyección considerable».
En su batalla por el agua, el pueblo hizo una fosa de decantación junto a depuradora. Esos lodos, se tratan en una empresa especializada para reducir el mínimo la contaminación ambiental por residuos urbanos. El Ayuntamiento está estudiando la posibilidad de hacerse con otra máquina desnitrificadora para garantizar prácticamente al cien por cien el suministro –deberían averiarse ambas a la vez– y permitiría, al haber dos máquinas, recibir la electricidad en horario diario para ambas y suministrar al pueblo exclusivamente con las placas. En esencia, el Ayuntamiento tiene un depósito en el que mezcla agua desnitrificada con agua sin desnitrificar para conseguir agua potable. Si la energía de la máquina exige, pongamos, 20 horas diarias, al haber dos máquinas se pueden conseguir con 10 horas diarias de cada una, entre amanecer y atardecer. «No solo es el ahorro que nos supone como municipio, sino que es una energía generada en el punto donde se va a consumir».
Sangarcía es uno de tantos pueblos de la Campiña venido a menos. Creció por los arrieros y su comercio con el trigo, cuyo legado aún sirve de decoración urbana. El término municipal, sumando a Etreros y Cobos de Segovia, es amplio, pero la localidad de Sangarcía se sostiene en un modesto territorio. Su economía se ha basado en los servicios, como las dos oficinas bancarias que aún mantiene la localidad o una farmacia que sobrevive desde el siglo XVIII. Estos servicios incluyen talleres de reparación de maquinaria agrícola o albañilería. Mantiene el colegio, que agrupa a varias localidades vecinas, un frontón cubierto, piscina municipal o una pista polideportiva.
Pendientes de Europa Los fondos europeos aliviarían el gasto del Ayuntamiento, que ya ha pagado las placas solares
Servicios para vivir El municipio cuenta con servicios como un colegio, dos bancos y una farmacia
Web www.sangarcia.es
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