El obispo de Segovia consuela a los familiares de las víctimas: «No han caído en la nada»
César Franco preside este domingo en la Catedral las exequias por los fallecidos del coronavirus en Segovia, una de las provincias más afectadas durante la pandemia
La Conferencia Episcopal Española pidió a las diócesis que los días 25 y 26 de julio oficiaran funerales por los difuntos de la covid-19. La diócesis de Segovia eligió este domingo, fiesta de los santos Joaquín y Ana, abuelos de Jesucristo, con el fin de recordar a los mayores fallecidos durante la pandemia. La misa, que tendrá lugar en la Catedral a las 12:30 horas, estará presidida por el obispo de Segovia, César Franco.
En su carta pastoral de la última semana recuerda el dolor de tantas y tantas familias causado por la pérdida de seres queridos: «Muchos familiares y amigos han sido arrancados de nuestro lado de manera trágica, llenando nuestro ser de desconsuelo. Nuestro pueblo se ha vestido de luto y de dolor y, ante tanto sufrimiento, hemos enmudecido. Pero la muerte no es la última palabra sobre el hombre. Nuestros difuntos no han caído en la nada, ni han desaparecido para siempre, aunque ya no gocemos de su presencia física. Dios no deja que le arrebaten lo suyo. Y, en medio del dolor, la palabra de Cristo y su resurrección nos abren el horizonte de la vida que no tiene fin. La rebeldía que el hombre siente ante la muerte es el anhelo profundo de inmortalidad que Dios ha puesto en él en la creación. En cuanto terrenos, volvemos a la tierra; en cuanto espirituales —dice san Pablo— llevamos en nuestra carne la semilla de la resurrección», señala.
Franco dice que la exequias de este domingo son «la palabra de consuelo que Dios nos dirige a quienes quedamos aquí esperando el encuentro final». Para el prelado segoviano, es momento para dar gracias a Dios por quienes han partido y aunque el paso del tiempo y de las generaciones borren su memoria, ellos están vivos siempre en Dios».
El obispo concluye recordando una frase de Gabriel Marcel, «amar a una persona es decirle: tú no morirás jamás». «Esta certera intuición de la razón y del corazón humano ha sido verificada y confirmada por Cristo, quien, en su resurrección, ha destruido el poder de la muerte. Lloremos, hermanos, sí, por nuestros seres queridos, pero que esas lágrimas rieguen nuestra carne como aguas bautismales y nos purifiquen de cualquier tentación».
