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Elena Sanz, con su marido y sus hijos, en Hong Kong.
Coronavirus en Segovia: «Estamos muy enfadados por la mala gestión que se ha hecho en España»

«Estamos muy enfadados por la mala gestión que se ha hecho en España»

Elena Sanz, ingeniera y madre de familia en Hong Kong, lamenta que las medidas hayan llegado tarde mientras ella advertía a sus seres queridos

l. l.

Segovia

Lunes, 6 de abril 2020, 14:55

«Un bache más en el camino» es como Elena Sanz, de 49 años, califica la pandemia, que en este momento azota con más virulencia a Hong Kong, donde ella vive desde julio del año pasado con sus hijos, de 15 y 8 años. Su marido, en cambio, se encuentra en Shenzhen, en la china continental, desde hace un mes, al cuidado de la empresa de ambos, y sin saber cuándo podrá reunirse con su familia.

La ingeniera ha vivido la experiencia desde muy cerca en China y «con mucha impotencia» al ver que España caminaba, desbocada, hacia el mismo camino: «Era lógico que esto iba a pasar; no hacía falta ser futurólogo, solo había que ver lo que había pasado en otros países... España no iba a ser diferente», lamenta.

Su primer recuerdo sobre el coronavirus lo sitúa en enero, cuando saltó la alarma en China, coincidiendo con el Año Nuevo del país: «Yo me eché las manos a la cabeza, porque esta es una fecha en la que muchísimos chinos viajan de otro países para su tierra natal a celebrarlo... y luego iban a volver», razona Elena, que hasta junio del año pasado vivía en Shanghái desde hacía ocho años.

El primer reflejo de Elena fue proveerse de mascarillas, material que en aquel entonces ya resultaba imposible de conseguir, a pesar de que allí, debido a los altos niveles de polución, hay «mucha cultura de mascarilla»: «Nosotros cuando vivíamos en Shanghái, ya las teníamos».

La decisión de Elena, basada en esta carencia y en la circunstancia de que atrasaron el comienzo de las clases a sus hijos, fue organizar un «viaje relámpago» a España del 30 de enero al 15 de febrero para conseguir el mayor número de mascarillas posibles. Y así lo hizo, no sin cierta dificultad porque en España, en concreto en Segovia, ya eran difíciles de encontrar, pero a través de conocidos y familiares pudo hacer con una buena remesa que traer de nuevo para Hong Kong, a donde volvió «en el peor momento» en un avión casi vacío.

Lo que más le sorprendió a Elena es que, una vez salió del avión en España, se dio cuenta de que su vuelo era el único en el que las personas usaban mascarillas y el resto de personas la miraban a ella y a su familia como si fueran «unos apestados».

Esta conciencia, que subestimaba al virus, es contra la que Elena trató de alertar por activa y por pasiva a su familia, a la que insistía en pedirles que usaran protección y evitaran los desplazamientos, sobre todo en el caso de su madre, de avanzada edad y, por lo tanto, perteneciente al llamado «grupo de riesgo»: «Mis advertencias les parecían una película de terror», comenta.

Ya de vuelta en la isla de Lantau, donde esta segoviana vive con su hija del mismo nombre y su hijo, Jorge, no daba crédito a las noticias que veía desde España: «Cuando veíamos las mascletás en Valencia a finales de febrero no nos lo podíamos creer», relata la ingeniera. «En España se ha hecho peor que en ningún sitio», sentencia. Ahora, aproximadamente un mes después, se han girado las tornas y es ella la que envía provisiones a su familia en España, cuando consigue sortear las trabas que pone el Gobierno para recibirlos: «Todos los paquetes nos los devuelven, hemos conseguido enviar algunas mediante valijas del consulado porque si no, no había forma», expresa.

Pese a que ahora en Hong Kong está aumentando el número de casos, son poco más de 800 y ha habido menos de una decena de fallecidos hasta el momento. Las medidas de limitación al desplazamiento no son tan restrictivas como en España. De hecho, los bares y restaurantes siguen abiertos, aunque cierran antes, a las seis de la tarde, y no se puede entrar a ningún sitio sin mascarilla. Las medidas impuestas se respetan a la perfección porque, en opinión de Elena, «la gente es disciplinada» y las sanciones son muy duras.

En Shenzhen, donde está Guillermo Orihuela, su marido, todas las personas tienen un código QR que escanean en cada lugar al que van a lo largo del día, y se toman la temperatura cada hora. Es el caso de contraer el virus, el ciudadano tiene que comunicarlo y, a través de esta tecnología, el Gobierno sabe dónde ha estado previamente, y con quién ha compartido estos espacios, por lo que las autoridades pueden ordenar la cuarentena de esas personas.

Sus hijos continúan las clases online, que se desarrollan a tiempo real, con los mismos horarios de la escuela presencial, razón por la cual Elena descartó quedarse en España cuando viajó a principios de febrero: «Con la diferencia de horario, habría sido imposible para ellos». La gestión de la escuela es muy satisfactoria para estos padres y, la del Gobierno, también. En los próximos días, la escuela emitirá un cheque con dinero a las familias por las molestias de haber suspendido las clases presenciales, medida que ya llevaron a cabo cuando pasó algo similar debido a la oleada de protestas en el país.

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