«No echo de menos a la gente y estoy a gusto, no necesito una parroquia»
Tras dos décadas como sacerdote en Córdoba, Andrés García se sumó a los jerónimos de Segovia y lleva 25 años en El Parral
Antes de ser fray Andrés, uno de los últimos supervivientes jerónimos de El Parral, Andrés García Torralvo era un cordobés de Pozoblanco, un sacerdote secular ... que llevaba 20 años dando misma en la provincia. «Siempre sentía ese deseo de darme enteramente a la oración, a la contemplación. Estaba feliz, yo trabajaba bien, los pueblos en los que estaba me querían, pero me quedaba con ganas de más». Quería una relación más intensa con Dios y la encontró en Segovia con la mediación de un amigo jesuita. Cuarto de siglo después, lo ha conseguido.
Publicidad
«No echo de menos a la gente, yo me encuentro a gusto. En estos 25 años nunca me he sentido cansado o aburrido, no necesito una parroquia». Solo los cartujos, que llevan la soledad al extremo de comer en sus celdas, tienen más austeridad que los jerónimos, un concepto que él explica. «Una vida que no tiene despilfarro. No salgo a beber cervezas, al cine, andar por ahí, sino centrado, en el silencio, una vida en clausura, encerrada en el monasterio. Cuando uno se aparta de cualquier distracción, se va centrando en Dios».
La jornada de un jerónimo empieza con un rezo a las seis y media de la mañana, seguida de laudes, a las siete. Después, una hora de lectura de la Biblia, la Legia Divina. A las ocho llega el momento del desayuno: leche, café, pan, aceite y algún dulce, si lo hay. «Durante la mañana tenemos trabajo, cada uno con lo que puede o lo que tiene asignado».
«No salgo a beber cervezas, al cine, andar por ahí, sino centrado, en el silencio, una vida en clausura, encerrada en el monasterio»
Fray Andrés
Monje jerónimo en Segovia
Hasta las doce y media, momento de prepararse para la misa, a la una. Sigue otra hora canónica antes de la comida. «Cosas muy sencillas. Cocido, lentejas, arroz, productos de la huerta cuando los tenemos, carne y pescado». El menú lo elabora una cocinera, a excepción del fin de semana, cuando los propios monjes asumen la tarea. Tras comer, otra hora canónica. «Siempre cantada y en gregoriano». Por la tarde, celda. «Dedicada al estudio de la Biblia, lectura espiritual y demás». A las siete, vísperas: otra media hora de oración. Cena –él es fiel a la tortilla francesa, reconoce entre risas– y a dormir. «Cada uno se acuesta a la hora que cree conveniente».
Publicidad
Un día a día en una de las mejores postales de Segovia, que dejó boquiabiertos a los monjes de El Paular que acudieron a la celebración del centenario de la restauración de la orden en El Parral, con motivo del día San Jerónimo, el 30 de septiembre. «Dicen que, como este monasterio, ninguno. Por sus vistas. Y porque está cerca y lejos». Una frase que recoge del obispo, que acude allí con frecuencia a pasar un día de retiro. «Cerca para atender cualquier necesidad y lejos para que no me estén molestando».
Un lugar con la extraordinaria combinación de estar a tiro de piedra del centro y, a la vez, recluido en un contexto de máximo aislamiento. Como cualquier mortal, van al centro de salud que tienen asignado, en su caso, San Lorenzo. Y se cuidan todo lo que pueden. Porque se saben imprescindible, muy a su pesar.
3€ primer mes
¿Ya eres suscriptor? Inicia sesión