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Estado de una de las zonas de la sierra afectadas por el incendio y, al fondo, el casco urbano de La Granja. Antonio Tanarro

Las cicatrices del fuego en el corazón de Guadarrama, un año después

El 4 de agosto de 2019 se declaró el incendio que devoró casi 400 hectáreas de sierra en La Granja. Aún queda madera por extraer y la repoblación es solo una posibilidad a largo plazo

laura lópez

Segovia

Martes, 4 de agosto 2020, 07:56

El 4 de agosto de 2019, a las 14:46 horas, la sierra de Guadarrama se sumió en una pesadilla naranja y gris que se ... prolongaría durante horas, días y semanas, hasta dejar una huella que perdura un año después. En el monte queda el vacío de las cerca de 400 hectáreas arrasadas por las llamas y en la cabeza y corazón de los que lo vivieron, el recuerdo traumático de ver arder parte de sus vidas en un incendio cuyo origen está bajo investigación judicial tras la detención de un vecino de La Granja el pasado 16 de junio.

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José Ignacio Quintanilla (centro), junto al alcalde del Real Sitio, Samuel Alonso (derecha), y el delegado de la Junta, José Mazarías. El Norte

«La repoblación no es lo urgente»

José Ignacio Quintanilla explica que después de todas las labores realizadas para evitar la erosión del suelo, proteger las aguas y evitar las plagas, lo siguiente sería la repoblación: «No es lo urgente, vamos sin prisa pero sin pausa», asegura. De hecho, Quintanilla también apunta que, a pesar de que el pensamiento más popular suele ser el de 'volver a donde estábamos', lo cierto es que la naturaleza «no ofrece un fotografía fija, sino dinámica». Repoblarlo todo con la misma especie, hacerlo con una mezcla de varias o no hacerlo y dejar que las semillas de los árboles próximos lo hagan de forma natural son opciones que aún están encima de la mesa, según explica el jefe del Servicio de Medio Ambiente de Segovia. Este otoño ya ha crecido algo de verde, mucho helecho, a la vez que está rebrotando el roble: «Pese al desastre, se está volviendo a ver vida», explica el experto. Sobre plazos, Quintanilla responde de la siguiente forma: «Muchos me preguntan '¿Cuánto tardaremos en volver a verlo como estaba?' y yo siempre respondo '¿Cuánto tiempo llevaban estos árboles aquí, 30 años? Pues ya tienes la respuesta'».

En el Centro Provincial de Mando de Incendios Forestales se encontraba de guardia ese día José Ignacio Quintanilla, jefe del Servicio Territorial de Medio Ambiente. Doce meses después, recuerda haber recibido un aviso de incendio cerca del Palacio Real de La Granja de San Ildefonso y «salir corriendo». Cuando dejaron el puesto ubicado en la Plaza Reina Doña Juana en la capital y caminaban hacia el coche, ya vieron en forma de columna de humo el preludio de los intensos días de trabajo que se sucederían a partir de entonces. De las primeras horas, Quintanilla recuerda tener ya la sensación de que sería «complicado» acabar con el monstruo humeante debido a las condiciones meteorológicas: Si bien no hacía mucho viento que pudiera ayudar a propagar las llamas, las altas temperaturas maximizarían la dificultad de apagarlo.

Quintanilla asumió el puesto de director técnico de extinción del incendio, cargo que desempeñaba por primera vez en una catástrofe de tal magnitud. Su papel fue coordinar todos los medios necesarios para sofocar la desgracia en forma de llamas. En un primer momento, recuerda ahora, se solicitaron dos helicópteros que ya estaban en la provincia, un autobomba y la presencia de los bomberos de Segovia: «Cuando llegas allí te haces una idea de lo que hay que desplegar, así que llamamos más medios aéreos y terrestres de otras provincias y del Ministerio de Medio Ambiente».

El alcalde del Real Sitio, Samuel Alonso, mantiene imborrable el recuerdo «malo» de los primeros momentos de aquel traumático episodio. Él estaba de vacaciones con su familia fuera del municipio cuando comenzó a recibir mensajes con la noticia, incluso imágenes: «En un principio parecía que se iba a controlar rápido, pero a los veinte minutos, cuando se conoció la gravedad, hice las maleta y volví. Cuando circulaba por la carretera, en el puerto de Navacerrada, ya vi el resplandor del incendio y se me cayó el alma a los pies», relata. Desde aquel momento, el regidor se sumó a la primera línea de combate.

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Al Estado se le pidieron hidroaviones, un helicóptero, un avión y hasta un dron para sobrevolar la zona y tener un mejor conocimiento de la afectación de la superficie. «Hay quien se quejó después y decía: 'Es que los helicópteros tardaron 15 minutos en llegar… pero por cuestiones aeronáuticas, estas naves requieren de un tiempo de inicio más o menos largo, de 10 minutos», ilustra Quintanilla.

Aunque la Junta es quien tiene las atribuciones para la extinción de incendios y, por lo tanto, montó el dispositivo, de este participaron «todas las instituciones», narra Quintanilla. También el Ayuntamiento del Real Sitio, que puso a disposición a los voluntarios de Protección Civil, o el Ministerio de Defensa, que hizo posible la presencia de unos 50 efectivos de la UME, desplegada habitualmente en incendios de nivel uno o superiores. Quintanilla ya había participado como técnico en otros incendios, algunos incluso de mayor magnitud, como el que en 2008 afectó a más de 1.000 hectáreas en Honrubia de la Cuesta, pero esta es la primera vez que lo hacía como director de extinción. A pesar de la catástrofe, considera que esta experiencia fue «muy buen» a nivel profesional: «Aprendes mucho de los éxitos, que fueron muchos y de todos, y también de los pequeños fallos, porque son educativos, de los cuales no me quito ninguna responsabilidad».

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Preguntado por estos, Quintanilla enseguida matiza que son «pequeñas cosas a mejorar». Se refiere a algunos problemas de comunicación que detectaron, por ejemplo, con la Comunidad de Madrid, ya que sus funcionarios utilizaban un sistema de comunicación diferente y hubo algunas dificultades para compartir emisoras.

Pero en el balance pesa mucho más «la gran coordinación» que hubo entre instituciones: «Suena mal, pero creo que lo hicimos muy bien», resume. «En situaciones así es cuando te das cuenta de que el dispositivo funciona», prosigue, antes de señalar que desde el Servicio Territorial realizan con frecuencia simulacros y prácticas, pero nunca es igual que enfrentarse en la realidad a una situación de tal envergadura.

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El alcalde del Real Sitio recuerda los primeros días de trabajo como «agotadores y traumáticos» sobre todo los primeros dos y medio, hasta que empezaron a recibir noticias más esperanzadoras: «Lo peor es estar allí como alcalde y saber que hay cosas que no están al alcance de tu mano», reflexiona. A nivel profesional, a Alonso le gustaría decir que fue la mayor crisis que gestionó como regidor, pero «por desgracia», no es así. Tomó el cargo el 15 de julio de 2019 y una semana después, un adolescente de 15 años murió ahogado en el pantano del Pontón Alto, cerca de Valsaín. Unas semanas después, ocurrió el incendio y «cuando pensábamos que dejábamos todo aquello atrás», expresa el alcalde, llegó la pandemia.

Fue reseñable la solidaridad de los vecinos de la zona, conmocionados con lo sucedido. «Realmente nuestro monte es una parte muy importante de nosotros, el pinar es de todo el mundo, lo sientes como tuyo, de tu casa, de tu mundo, de tu vida, y da mucha pena y desasosiego cuando ocurren cosas así, por ello todos reaccionamos en la misma línea. Aun hoy, casi todos los días, la gente del pueblo te lo dice: 'Ojalá nunca jamás vivamos algo parecido'».

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Más de 250 «personas de a pie», como las describe el alcalde, se presentaron voluntarios para ayudar en las tareas, desde trabajos manuales más simples como la retirada de restos, hasta auxilio en forma de comida y bebida para los profesionales. El jefe del Servicio Territorial de Medio Ambiente subraya este hecho: «Fue muy importante esta colaboración, coordinada por el Ayuntamiento a través de Protección Civil, porque los profesionales que trabajaban en la extinción, hay que recordar, son personas, necesitan comer, beber y descansar, y los voluntarios se hicieron cargo de esa parte, que es muy importante en una catástrofe así. Supuso un alivio grande que permitió que los técnicos pudiéramos dedicar todos nuestros esfuerzos a otros temas», relata.

Después de unos cuatro días, el incendio se declaró como controlado, aunque no se dio por extinguido hasta 14 días después. Como balance, 380 hectáreas afectadas, casi 300 pertenecientes al Parque Nacional Sierra de Guadarrama. Del total, 337 corresponden a una finca privada de La Granja llamada 'El Morete' y aproximadamente otras 50 son de titularidad pública, de la Junta. De estas 50, unas 34 pertenecen al término municipal de Palazuelos de Eresma. Más de 153 hectáreas devastadas eran de superficie arbolada.

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Los efectos ecológicos de un incendio de esta magnitud son inimaginables a ojos de una persona no experta, pues se extienden mucho más allá de la evidente pérdida de vegetación. Los árboles eran, en su mayoría, pinos silvestres originarios de una repoblación de los años 90 y, en el caso de la parte del monte público, tenían una edad de unos 70 años. A la lista de pérdidas hay que añadir todas las especies herbáceas y de arbustos y uno de los mayores problemas tras estas catástrofes, el suelo. Al desaparecer la flora, los procesos erosivos que antes se veían aminorados o contenidos, tienen vía libre para arrasar el terreno. También el terreno pierde nutrientes y sus propiedades físico-químicas como los niveles de PH se ven alterados. En cuanto a los animales, se asumió la pérdida de toda la microfauna como insectos y larvas, pero según atestigua Quintanilla, no se encontraron restos de animales grandes como corzos o conejos se presuponen que huyeron. Otra de las mayores preocupaciones tras un incendio como este es la más que probable aparición de plagas, por la madera quemada y las condiciones de humedad.

La contaminación paisajística por la violenta alteración del terreno, pero también la atmosférica, por la emisión de gases de efecto invernadero durante el incendio, y pequeñas alteraciones climáticas son algunos de las numerosas consecuencias a tener en cuenta, según explica Quintanilla.

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La red fluvial de la zona también se vio alterada, puesto que el agua discurre de forma más «caótica» cuando desaparece la vegetación que la contiene. Y lo peor de todo, existía un alto riesgo de que estas se vieran contaminadas con cenizas y otros arrastres. Por ello, la primera acción realizada en el terreno fue la corrección hidrográfica de la zona. Ya el 16 de agosto,el Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico aprobó una propuesta de 200.000 euros para medidas de urgencia que minimizaran al máximo la pérdida del suelo y la calidad del agua del Arroyo del Morete, de donde se surte de agua La Granja. Estos primeros esfuerzos se dedicaron a evitar una mayor erosión del suelo a través de la construcción de unos sesenta diques hechos con la madera del propio incendio para retener las cenizas y otras partículas finas derivadas de la quema y conseguir que estas no bajasen agua abajo hasta el arroyo. También se instalaron fajinas, otro tipo de retenciones pequeñas hechas con un par de postes y rellenas de ramajes y troncos que se colocan por niveles para evitar que el material fino del suelo vaya a parar al río. Otras de las labores orientadas a evitar mayor erosión del suelo fue la extensión de paja por el terreno, que se realizó tanto con un helicóptero como manualmente, a través de voluntarios. Gracias a estos trabajos, una tormenta de verano de unos quince minutos producida a finales de agosto no dio ningún problema de los temidos y, según asegura el jefe del Servicio de Medio Ambiente, los análisis de la calidad del agua posteriores siempre dieron datos positivos.

Aún siguen los trabajos de retirada de la madera. Al propietario de la finca privada se le exigió la retirada de su parte, que encargó a una empresa. Para la parte que correspondía a la Junta, esta invirtió unos 47.000 euros. Aunque ya está «todo prácticamente extraído», según Quintanilla, aún hay algunas pilas de madera por recoger en la zona.

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Esto también es prioritario para evitar focos de plagas y enfermedades que pudieran afectar a la vegetación próxima y a la que no alcanzó el incendio. Para ello, también se colocaron trampas que, a través de la emisión de feromonas, atraen sexualmente a los insectos machos que comen madera, que quedan atrapados. Según los resultados de estas captaciones, la posibilidad de que se desarrolle una colonia dañina está controlada, aunque actualmente siguen detectándose la presencia de estos bichos. Como parte de la restauración, sí se ha avanzado en la reparación del camino de la fuente del Infante, con la adecuación de caminos y la reparación de la zona, para que volviera a ser transitable.

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