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Una enfermedad neurológica no es producto del azar: en torno al 90% pueden evitarse, retrasarse o paliarse considerablemente. La salud del cerebro es la representación ... de los hábitos diarios, desde la dieta al descanso o la nutrición. Todo suma. El relato del servicio de Neurología del Hospital General de Segovia es que los pacientes han aumentado desde la pandemia del coronavirus, que no fue tanto un punto de inflexión como un contexto complicado para la salud general, una invitación al sedentarismo y el estrés.
La otra causa es el envejecimiento de la población, que ha llevado a las consultas a más enfermos con cuadros degenerativos como la demencia. Son, junto a las cerebrovasculares –como el ictus, pero no solo– las afecciones más frecuentes, hasta el punto de que a nivel nacional se diagnostican ya casi la mitad de casos anuales de alzhéimer con respecto a los de ictus.
Hay más pacientes por una doble causa: la extensión de las enfermedades y la mejora de los métodos diagnósticos, tanto en número como en resultado. «Los criterios hace años eran más laxos y ahora la tendencia es ir añadiendo una serie de datos más específicos», resume Lorena Caballero, neuróloga del Hospital General de Segovia. «Ahora mismo podemos ver pequeñas lesiones que en años previos no podíamos», afirma al citar la mayor calidad de las resonancias magnéticas.
Lorena Caballero
Neuróloga del Hospital General de Segovia
Las pruebas nucleares, claves para detectar problemas degenerativos, también son más accesibles: se trata de una serie de isótopos que permiten trazar ciertos cuadros de demencia. Hay un equipo de Medicina Nuclear específico que las realiza, mientras las resonancias –su funcionamiento es como un imán– son competencia de Radiología.
La edad es un factor de riesgo en sí mismo, tanto en enfermedades vasculares como degenerativas, pero muchas comparten factores de riesgo que los neurólogos señalan como modificables. «La gente siempre asocia el alzhéimer a la edad y no es consciente de la importancia de un tipo de vida saludable, de que no todo es azar». Los principales peligros del ictus son la hipertensión, el colesterol, la diabetes, la obesidad, el sedentarismo o el tabaquismo. La Sociedad Española de Neurología estima que el 90% de los casos podrían evitarse. Pero son hábitos y estados que también están detrás de las demencias. «Las posibilidades de tener un cuadro degenerativo aumentan con la inactividad física o ausencia de estimulación cognitiva».
Atención Primaria es clave para desenmascarar esos factores de riesgo, para llevar a cabo la analítica que avisa de un colesterol alto o que detecta una diabetes. «Si hubiese una prevención primaria un poco exhaustiva, hacer pruebas cada equis tiempo, se podrían intentar controlar; pero es verdad que no tenemos que esperar a que haya una analítica alterada para influir en el estilo de vida», apunta Caballero. Lo mismo ocurre con la predisposición genética, un aspecto a atender antes de que se hagan evidentes los efectos.
La crítica al estilo de vida no viene de la pandemia, pero sí ha empeorado con ella. «Yo no haría una relación tan directa, pero seguramente no ha ayudado. Mi impresión con lo que veo en la consulta es que, por lo menos, ha habido una progresión un poco más rápida de las enfermedades que ya estaban diagnosticadas o en el límite», explica la especialista. Por ejemplo, se han agudizado las pérdidas de memoria. Detrás de ello están «ese aislamiento, esa inactividad física general, la ausencia de estimulación cognitiva, porque al final estábamos encerrados, ha podido influir». Sobre todo, en las degenerativas, pues el deterioro se ha acelerado respecto a años previos. «Eran pacientes mucho más estables, a pesar de tener ya la patología», añade la neuróloga del complejo asistencial de referencia en al provincia de Segovia.
Según datos de ámbito nacional, en 2024 hubo unos 90.000 ictus en España y 23.000 fallecimientos secundarios relacionados con este incidente cardiovascular. La tipología distingue a grandes rasgos entre el isquémico, por el que el flujo sanguíneo deja de llegar a una zona del cerebro y queda necrótica –es decir, se pierde–; mientras el hemorrágico, causado por la rotura de los vasos que portan la sangre, lo que causa es un hematoma y el consiguiente sangrado intracraneal. «Luego tienes que ver la causas y todo va a depender de las edades.
En gente mayor tendemos a destacar los factores de riesgo cardiovascular; cualquier patología cardiológica puede dar lugar a arritmias que envíen pequeños trombos al cerebro», expone la doctora. Para poblaciones jóvenes hay estudios más específicos que buscan problemas de coagulación para detectar esa tendencia a formar trombos en la sangre o malformaciones en arterias o venas que tengan por ello un mayor riesgo de rotura.
Dentro de las enfermedades degenerativas hay dos grandes tipos. Por un lado, las demencias, con el alzhéimer –hay ahora mismos unos 800.000 casos en España– como la más habitual. Por otro, los trastornos de movimiento como el párkinson. Las demencias aumentan el riesgo de mortalidad y de discapacidad, algo que no solo influye en el propio paciente, sino en su entorno. «Acaban siendo dependientes y requieren unos recursos de todo tipo de forma continua. Y eso influye en la salud de los cuidadores. Patologías depresivas, ansiedad…», advierte Caballero. A nivel nacional, se diagnostican unos 40.000 casos al año y el principal factor es la edad. «Si no hay un componente genético, no vas a tener alzhéimer en un paciente de 45 años». Mientras, el ictus afecta a un rango de edades más amplio.
Lorena Caballero
Neuróloga del Hospital General de Segovia
Pese a que el párkinson es la enfermedad neurológica en la que más rápido está aumentando la prevalencia, sigue muy por debajo del alzhéimer, pues sus 160.000 pacientes a nivel nacional no representan siquiera una cuarta parte de la principal demencia. A diferencia de otras enfermedades, Lorena Caballero apunta a que la causa «no es clara», aunque hay una gran influencia de la predisposición genética y de los factores ambientales como la exposición a pesticidas, disolventes industriales o contaminación atmosférica». Es una enfermedad donde la postpandemia ha ocasionado una degeneración marcada en el aspecto motor. «El único tratamiento que puede ralentizar la progresión de la enfermedad era el deporte. Esa inactividad ha influido considerablemente a los pacientes», especifica la neuróloga.
Algo extensible a otros pacientes. «La pandemia ha favorecido que prestemos menos atención a esos factores que nosotros podíamos controlar», asevera.
La prevención es la mejor baza para proteger al cerebro, pese a que al especialista del Hospital General de Segovia destaca los «muchísimos avances» de la neurología, capaces de dejar asintomáticos los trombos que provocan un ictus. «Puedes curar a pacientes que estaban sin mover medio cuerpo ni hablar; pero no es una curación indefinida. Si esos pacientes continúan sin controlar esos factores de riesgo, la probabilidad de que tengan otro ictus está ahí», alerta.
Muchas de las enfermedades son crónicas, así que el máximo éxito es ralentizar su desarrollo. «No se pueden curar como una neumonía, pero hacemos hincapié en que nosotros ponemos medicaciones, pero la parte más importante la ponen ellos. Si un paciente de pákinson no se mueve y se tira el día en casa sentado, por mucha medicación que le pongamos su enfermedad va a evolución más rápidamente que la de una persona activa».
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