El asesino de Cristina Gala quedará libre en 2020, dos décadas después de matar a su compañera de la Universidad
«Él ha estudiado una carrera y va a salir de la cárcel, pero mi hermana está muerta», afirma el hermano de la joven segoviana, que recibió 38 puñaladas
El jurado popular lo condenó en mayo de 2002 a veinte años de prisión por un delito de asesinato con alevosía y ensañamiento. Como ... Erasmo San Pablo Tejedor entró en la cárcel el 23 de diciembre de 2000, dentro de un año habrá cumplido la pena y quedará en libertad. Los familiares de Cristina Gala Enjuto, la joven de diecinueve años a la que quitó la vida en las escaleras de los Zuloaga, lo saben, aunque no lo quieren pensar demasiado. Aquel 22 de diciembre parece lejano, pero no tanto para quienes han sufrido, día a día, durante casi dos decenios, la pérdida de un ser querido en tan trágicas circunstancias. «No lo ves justo; no puedes verlo justo. Él lleva diecinueve años en la cárcel, pero va a salir dentro de un año, e incluso ha tenido la posibilidad de estudiar una carrera. Mi hermana no. Mi hermana está muerta. Es fácil y bonito hablar de reinserción social, pero depende del caso. Estamos hablando de un individuo que ha atentado contra la vida humana, que es lo más sagrado, y la condena tiene que estar en consonancia con el daño que ha causado. Solo pensar que ha pisado la calle en alguna ocasión, porque ha disfrutado de permisos, te hierve la sangre», señala Raúl Gala Enjuto, uno de los dos hermanos de Cristina, que en su día promovieron la asociación Cristina Gala Enjuto-Segovia contra la Violencia.
Efectivamente, Erasmo San Pablo, que actualmente cumple condena en el centro penitenciario de Castellón de la Plana, ha disfrutado de algún que otro permiso –según los abogados de la familia de la víctima– y aunque ha pedido la concesión del tercer grado, se le ha denegado. En la cárcel estudió y en la cárcel está trabajando, lo que le ha permitido ir ingresando cantidades para afrontar las responsabilidades civiles a las que fue condenado, si bien la idemnización económica «no está satisfecha ni por aproximación», señalan las mismas fuentes. «Mensualmente ingresa cantidades mínimas. Da vergüenza pensar que esa cantidad de dinero trata de compensar todo el daño que se hizo. ¿Dónde está la justicia?», se pregunta Raúl.
Un crimen atroz
El crimen de Cristina Gala causó en Segovia una profunda consternación. Víctima y autor eran compañeros de clase (estudiaban Historia del Arte en el campus de Santa Cruz la Real, entonces en manos de la Universidad SEK) y estuvieron tomando café junto a otros colegas minutos antes del trágico suceso. Era la mañana del 22 de diciembre y empezaban las vacaciones de Navidad. Cristina tenía que devolver unos libros en la Diputación y tomó el atajo de los Zuloaga. Él la siguió y la atacó junto al arco de la muralla, con un cuchillo, hasta acabar con su vida. Hasta treinta y ocho heridas presentaba el cadáver. En el juicio, Erasmo San Pablo confesó que lo había hecho porque la muchacha no había realizado la parte de un trabajo que debían elaborar juntos. «Había quedado ese día para que me lo diera y me dijo que no había podido. Era su responsabilidad y cuando la recriminé no me hizo caso», dijo el procesado, que aseguraba no recordar bien lo sucedido. «Lo viví como un sueño. Cuando me marché del lugar no sabía si era realidad o no. Solo descubrí la verdad cuando por la tarde me llamó un compañero y me contó lo sucedido. Entonces decidí contarlo todo en la comisaría», añadió.
La gente borra de su mente las cosas negativas, es algo psicológico
El olvido es otra de las desazones que embarga a los familiares de Cristina Gala. Raúl habla en su nombre. «Mis padres se van haciendo mayores y han sufrido muchísimo. Solo ellos saben todo lo que se sufre en el día a día con una desgracia de este tipo. Tener unos nietos los ayuda, aunque el sufrimiento está ahí». Para la familia, el recuerdo de Cristina sigue muy presente, pero la sociedad parece haber olvidado tan dramático episodio: «Lo ocurrido tuvo una repercusión social enorme. Sin embargo, a día de hoy, cuando saco el tema y le digo a alguien que soy el hermano de la chica que asesinaron en el año 2000, me dice: '¡Ah, sí! Creo que sí lo recuerdo, sí...'. Pero pasa. La gente borra de su mente las cosas negativas, es algo psicológico. Han transcurrido casi veinte años y ya no se acuerda nadie, solo los familiares y los amigos, gracias a Dios».
Esos familiares siguen acudiendo a misa todos los 22 de diciembre. «Así lo quieren mis padres y así se seguirá haciendo –dice Raúl–. Cristina está muy presente para todos, incluso para sus sobrinos, que todavía no habían nacido cuando ocurrió todo. Aunque no la hayan conocido, siempre la han visto en fotografías. A los demás, aquello nos ha condicionado la vida. Raro es el día que no te acuerdas de ella».
La rápida confesión benefició al reo, que tenía diecinueve años cuando cometió el crimen, igual que la semieximente del «trastorno explosivo intermitente» que la defensa argumentó. Fueron veinte años de condena, aunque Erasmo San Pablo tampoco podrá acercarse a los familiares de Cristina en un plazo de cinco años desde el momento en que salga de la cárcel.
Endurecer las peñas
«No le cayeron más años porque se entregó. Su abogado hizo bien su trabajo y consiguió que se quedara en veinte años. Fue un momento durísimo. No estoy a favor de la pena de muerte, pero sí de una cadena perpetua. Es mi punto de vista, que, curiosamente, coincide con el de aquellas personas que han pasado por lo mismo que mis padres, que mi hermano y que yo. Asesinos seguirá habiendo, pero la sociedad debe luchar por el endurecimiento de las penas y lograr que haya menos víctimas mujeres, hombres y niños, pues todas las víctimas son iguales. No puede permitirse que una persona mate a otra sabiendo que no va a ir a la cárcel más que veinte años. A nosotros, como familiares, nos hiere profundamente que el individuo que asesinó a mi hermana lleve tiempo pidiendo el tercer grado y esté a punto de salir», reflexiona el hermano de Cristina Gala.
Raúl y sus familiares promovieron una asociación con el objetivo de pedir el endurecimiento de las penas para asesinos, violadores y pederastas. Junto con los familiares de Marta del Castillo y otros colectivos, acariciaron la idea de crear una red de ámbito nacional, pero todo quedó en agua de borrajas. «Si no remas en el mismo sentido, no consigues nada, y eso es lo que pasó. Durante años convocamos concentraciones cada 22 de diciembre. Empezó viniendo mucha gente y al final solo quedaron reducidas al ámbito de familiares y amigos. «¿Para qué?», se preguntaron mis padres, y se dejaron de organizar. La gente lo ve de lejos y no es consciente de que la próxima víctima puede ser un familiar o un amigo suyo. Es triste pero es así».
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