El Real Valladolid más blanquivioleta de las últimas cinco décadas
Guillermo Almada cumple su promesa de apostar por la cantera, como hace casi 50 años firmó Paquito al alinear a cinco jugadores con pedigrí pucelano
José Anselmo Moreno
Miércoles, 30 de julio 2025, 06:44
Cuando Guillermo Almada sonó para el Real Valladolid, probablemente el último entrenador al que podría compararse es a Paquito. Nada que ver, y ha pasado ... casi medio siglo, pero, miren ustedes por dónde, casi un año después de morir el técnico asturiano, Guillermo se ha marcado un 'alma pucelana', como el inolvidable Paco. El pasado sábado coincidieron en Chile seis jugadores con pedigrí pucelano durante la segunda parte: Aceves, Alejo, Torres, Garriel, Maroto y Chuki. Pudieron ser siete si Alejo no entra por Koke y juega como lateral. En el banquillo había más, entre otros Iago Parente, un central de la Rondilla que tiene cualidades y del que ya me habló hace tiempo Chema Abril, su descubridor.
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¿Cuándo dirían ustedes que coincidieron tantos vallisoletanos en un terreno de juego? No es fácil hacer memoria. Siempre dice el maestro José Miguel Ortega que recurro demasiado a ella y que estas cosas no se hacen así. Tiene razón, pero lo que sale de la memoria «toca» también el corazón. En Psicología se dice que hay «llaves» para activar los recuerdos, una canción o un olor, por ejemplo. En este caso la memoria pucelana se activa con la cantera, el sello del primer Pucela que yo conocí. Vamos allá. Encontramos casi tantos pucelanos juntos el Día del Padre de 1978. Fue un 19 de marzo en el estadio de La Romareda de Zaragoza, cuando Paquito hizo debutar a Juanjo Aragón y lo juntó con Toño, Borja Lara, Sánchez Valles y Luis Miguel Gail. En la segunda parte salió Minguela, aunque éste es segoviano. En total fueron cinco vallisoletanos, hasta cuatro de ellos menores de 19 años en un once «juvenil» sin precedentes.
Al habla con tres de los que jugaron ese día, Borja afirma que la cantera «te da identidad» aunque dice que el fútbol ha cambiado mucho e incide en una de las diferencias: «No es comparable, las patadas que se daban cuando yo debuté no se dan ahora. Había centrales que asustaban y si te veían jovencito, peor». Aragón recuerda la figura de Paquito. Él, por cierto, me comunicó la muerte del entrenador y la reciente de su excompañero Toño, ambos muy importantes en su vida. «Paquito era de dar oportunidades a los chavales. Si te veía cualidades no miraba el carné, tú entrenabas bien una semana y te ponía al domingo siguiente, no tenía problema con eso».
«Siempre que este equipo ha conseguido cosas importantes ha sido con una base de cantera»
Luis Miguel Gail
Por último, Gail apela a la cantera como bandera del club. «Siempre que este equipo ha conseguido cosas importantes ha sido con una base de cantera. No solo por los traspasos, que en mi época eran el único modo de seguir sobreviviendo, sino porque cuando hubo una base sólida de aquí, pertenencia y compromiso, tuvimos un equipo fuerte, consolidado en Primera», dice Gail.
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Volvemos al alma. El apellido del entrenador de este año da para titulares jugosos. Si se gana, seremos la 'almada invencible' y si se pierde, un «equipo desalmado» pero cuando el técnico uruguayo habló de cantera en su presentación, algunos lo tomamos como un tópico y un brindis al sol, un modo de llegar a una casa y quedar bien con el anfitrión. No ha sido así. Almada está apostando por los chavales y en el caso de Garri o Chuki, con buenas actuaciones. Todo eso al margen de canteranos que no nacieron a la vera del Pisuerga. Por ahí están también Arnu, Alani, Moreno, etc.
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Garri no nació en Valladolid capital, es de Íscar. Los pueblos han dotado también al Pucela de mucho fútbol. Los últimos han sido Miguel de la Fuente (Tudela) y Calero (Boecillo). En la etapa citada de Paquito, estaban también rondando el primer equipo Lolo, Duque o Patri, todos ellos nacidos y crecidos en el medio rural, como en su día Eusebio y Fonseca. Hace poco falleció José Antonio Tejedor (Pedrajas de San Esteban) que solía decir: «¿Para qué vas a fichar colombianos si en Castronuño tienes a este chaval, que va a ser figura?». El chaval era Rubén Baraja.
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Una de las últimas veces que coincidieron tantos pucelanos en Liga fue durante un Real Valladolid-Osasuna de 1980, aunque uno de ellos salió desde el banquillo (Borja sustituyó a Toño). Ese día jugaron también Gail, Sánchez Valles y el extremo de Pozaldez, Lolo Fernández. Otro partido posterior fue un Sevilla-Real Valladolid de 1981, con Sánchez Valles, Pedro Duque, Juanjo Aragón y Borja en el once inicial, más Lolo saliendo en la segunda parte, pero por otro paisano (Aragón). Y aparece también Javier Yepes en esta secuencia, ya que en un encuentro ante el Atlético de Madrid en 1992 alineó a Alfonso, Cuaresma, Onésimo y Fonseca, más Patri saliendo del banquillo. En los últimos partidos contó con Luis Miguel Garrido, pero ya no llegaron a coincidir tantos en un once. Como una excepción hay que situar el encuentro de la huelga de futbolistas profesionales de 1984, con Patri, Calleja, Cuaresma, Espinilla o Fernando pero no se puede considerar un precedente significativo, dadas las circunstancias. Con Cantatore en primeras rondas de Copa llegaron a alinearse Fonseca, Eusebio, Gail, Fano y Pedro Duque, todos ellos pucelanos. Por cierto, Cantero, Geñupi, los hermanos Llorente, Falagán. Santi Sedano y Jandri son ejemplos de vallisoletanos de cuna que jugaron en la élite pero nunca con el Pucela. Escudero y Alejo eran otros casos aunque ya se han borrado de esa lista.
Puede haber mucha demagogia con la cantera. Durante años ha sido un «relleno» pero se trata de que sea importante, como dice Gail. Mientras el primer equipo lucha por consolidarse en Primera y no lo consigue, se trabaja en silencio cada día en los Anexos. El club cuenta en la actualidad con varios internacionales y alguna «perla» se ha escapado (Víctor Fernández) o fue vendida (Fresneda). La cantera es una fábrica de fútbol discreta pero constante, según se puede corroborar en alguna de las etapas de un club casi centenario. No suele acaparar portadas, pero su trabajo ha sido clave para la sostenibilidad en los peores momentos. En un contexto donde fichar estrellas cuesta millones, formar talento se convierte en una apuesta inteligente. Sin embargo, la pasada temporada hubo jugadores de 16 nacionalidades.
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Juanjo Aragón recuerda el Campo de la Federación, de tierra y piedras, donde se lesionó al esquivar un balonazo, y la recuperación de su lesión subiendo a hombros a Luismi (utilero) por las escaleras del viejo Zorrilla. Eso ha pasado también a la historia. Los últimos años, el club ha mejorado las instalaciones, ha introducido tecnología puntera en la formación: análisis de datos y GPS para seguimiento de cargas físicas, software táctico para revisión de partidos y entrenamientos, psicólogos deportivos y nutricionistas para potenciar el rendimiento, pero esa cantera no acaba de ser una apuesta decidida. Veremos si este año lo es. Víctor Orta lo ha dicho y el entrenador lo está ejecutando, pero todo está por ver cuando llegue lo serio.
Pucela es una ciudad donde el fútbol ahora late con fuerza y en la que hay más abonados que nunca. La cantera es un corazón silencioso. Sin embargo, a pesar de su potencial, ese semillero vive aún a la sombra. Y no me refiero al Promesas sino a unas categorías inferiores plagadas de internacionales. Eso no es casualidad.
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El primer equipo, en su lucha constante por permanencias o ascensos urgentes, recurre a fichajes lejanos que, aunque necesarios, limitan las oportunidades de jóvenes. El Pucela tiene en los Anexos una fábrica de sueños que, si se cuida, puede devolver al club su identidad y su alma. Nunca mejor dicho. No se trata solo de formar, sino de construir futuro. Detrás de cada promesa hay un niño y la esperanza de que el blanquivioleta no solo se lleve en la camiseta. Dice Ramón Martínez que su consejo a Ronaldo fue vigilar el talento más próximo. No le hizo caso. Y lo pagó.
Valladolid no es una ciudad de extremos. No tiene el vértigo de las grandes urbes ni el bullicio del sur. Es tierra sobria y silenciosa. De inviernos duros. En todo eso el Real Valladolid encuentra su reflejo. Salir desde la base aporta una identidad, como dice Borja Lara. Este club nunca presumió de grandeza, pero un día aprendió a sobrevivir entre gigantes ofreciendo algo diferente: esa identidad, raíces e imperfección. La mezcla de orgullo y fragilidad que solo tienen los equipos modestos nos mantuvo. Ser de Pucela y del Pucela es, en sí mismo, una forma de resistir. Un acto de fe. Un amor que no necesita títulos. Y mientras siga sonando el himno «a capela», el Pucela seguirá ahí. Entre la tierra y el cielo. Viviendo. Luchando. Siendo.
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