Esta vez el presidente se ha dado más margen. Ha echado sus cuentas, gol arriba, gol abajo, y ha soñado a lo grande al asegurar –también sin pestañear– que el Real Valladolid peleará por un puesto en Liga de Campeones de aquí a un lustro.
El brasileño, que se desvive para hacer realidad cada deseo que sale del vestuario, sabe que no puede cumplir determinadas peticiones y que es más fácil llevar al club a Europa que vestirse de nuevo de corto para entrenar con el primer equipo. No promete un Ajax de Castilla. Ni siquiera un Santos de secano. Tiene sueños de jeque.
Y después de consolidar al club en Primera División, acabar con los cocodrilos del foso, liquidar la histórica deuda, poner en marcha la Ciudad Deportiva y llenarla de niños, y comprarse el estadio antes de cambiarlo de nombre, va a conseguir lo que don Vicente, Mendilibar y Djukic juntos no consiguieron. Meter el nombre de Valladolid en el bombo de Mónaco. Y que Rubén pinche los arreglos de la sinfonía de Händel por los altavoces de Zorrilla. Ya si encima gana un partido habrá ingresado la mitad del presupuesto que maneja ahora.
Más de uno ya ha dado la vuelta al reloj de arena. A Ronaldo le quedan cuatro años para cumplir su promesa. Tal vez entonces haya cumplido la suya Manucho, que está ya en 35 goles desde aquel brindis al sol en 2009.
El Mundial del termómetro en mano
Hace calor estos días en Doha, nuevo paraíso favorito de las federaciones para sus deportistas. Allí no ha llegado el cambio climático entre otras cosas porque el mes en el que viven es lo de menos. En enero se celebró hace tres años el Mundial de balonmano, y la sensación térmica y la humedad se parecían bastante a lo que van a sufrir cerca de dos mil atletas en los próximos días. Unos más que otros, que en deporte también hay clases, porque mientras los que compitan en el estadio Khalifa disfrutarán de uno de los sistemas de aire acondicionado más sostenibles del planeta con cerca de 3.000 cañones de aire, los maratonianos y marchadores deberán apretar el ritmo para huir del infierno antes de llegar al fresquito del estadio. No es de extrañar que la máxima preocupación de los 38 atletas del equipo español sea no cogerse un resfriado. Comprobado el aspecto desértico de las gradas –a aquel campeonato de balonmano acudieron no pocos vallisoletanos contratados para llenar los pabellones–, tocan a un cañón de aire por dorsal, y el protocolo de enfriamiento que les han preparado los técnicos para activar su metabolismo es como para estornudar antes de la primera zancada. Chalecos de hielo para bajar la temperatura del cuerpo, toallas de frío, granizados,... ¡Como para batir un récord!
No hay una sola fórmula para hacer bien las cosas como tampoco un solo camino y un porrón de años para alcanzar el éxito. En Burgos han multiplicado los panes y los peces en tres años y ahora paladean las hazañas de su equipo de baloncesto como hacía tiempo no disfrutaban. Lo vienen haciendo desde que el Club Baloncesto Miraflores puso a andar un equipo profesional para sustituir al histórico Tizona. Aquel proyecto que nació con la ilusión por bandera ha ido dando pasos de gigante hasta consolidarse en la Liga ACB con más de 9.000 aficionados cada partido en su plaza de toros. Este domingo mismo puede subir un escalón más si supera la primera eliminatoria europea ante el Kiev ucraniano. Y ni se detiene aquí ni deja de soñar su presidente Félix Sancho, un mini Querejeta que ahora se ha embarcado en el fútbol para levantar en Burgos su 'Baskonia' particular.
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